Las películas posapocalípticas son ahora una fórmula común en Hollywood. Al final los buenos resultados comerciales superan, en la mayoría de casos, a las críticas sobre la calidad. Es raro encontrar una producción que mantenga ambos estándares altos. Christopher Nolan en ‘Interstellar’ optó por un camino –aparentemente- más fácil: incrustar en su discurso el sentimentalismo.
El sitio de noticias de entretenimiento HitFix posteó el 27 de octubre en Facebook: “Nuestra reseña sobre ‘Interstellar’ está finalmente aquí. Hasta ahora, Nolan nunca había hecho llorar a nuestro crítico, pero en esta película, él lloró dos veces y no solo un poco”.
Yo no lloré, talvez por esa amenaza que me hizo HitFix; pero sí es una película pensada para provocar lágrimas. Con esto no quiero desmerecer –ni podría hacerlo- el trabajo profundo que hace Nolan en esta cinta; no alcanza a ser una obra maestra, pero se acerca.
El director realmente complejiza su relato con varios nudos y diálogos de corte científico. Me ocuparé de la fórmula sentimental, que es la que provocó más debate entre el círculo de mis allegados y que en el fondo es la base del relato de ‘Interstellar’. La humanidad está en peligro de desaparecer y esa es el mejor pretexto para sacar lo mejor y peor de los seres humanos. Lo mejor: el amor de un padre a sus hijos.
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La vida de mi padre estuvo en peligro hace cuatro meses por un infarto al corazón. La impotencia y la esperanza me inundaron en los momentos más críticos y esos dos sentimientos me ayudaron a tomar decisiones difíciles. Imagino que mucha gente habrá pasado por situaciones parecidas, Nolan los capitaliza y genera el gancho para narrar un viaje en el tiempo y en el espacio que separa a un padre de sus hijos.
“Aquí estamos para ser recuerdos de nuestros hijos”. Esa es una de las frases que Cooper (Matthew McConaughey) digiere en la cinta. Cooper es un ingeniero/piloto de la NASA que debe abandonar a sus hijos para tratar de salvar la humanidad y con ella a su familia. La esperanza de que puede lograrlo, lo motiva a tomar la decisión de abandonarlos. Aún no tengo hijos, pero dicen que un padre, antes que un ser humano, (aunque suene tonto) puede hacer lo que sea para el bienestar de sus hijos. Sin embargo ¿sería correcta la decisión si no hubiera certezas de que se puede hacer algo por ellos?
Nolan juega con esa pregunta y talvez cada espectador tenga más de una respuesta, no hay que olvidar que el director también juega con el tiempo, con el espacio y con el amor. El director agarra otras “leyes” de la vida para enredar más el hilo conductor. Siempre nos dicen que los hijos entierran a sus padres; los padres no deben ver morir a sus descendientes; ninguna de esas dos leyes es fácil de entender. Yo no podía imaginar la vida sin mi padre, Cooper no puede imaginarse sin sus hijos a salvo.
Pero la Ley de Murphy reza que todo lo que pueda pasar, pasa y así se rige el discurso de ‘Interstellar’, tanto que la hija de Cooper se llama Murph.