El dictador Anastasio Somoza García (alias ‘Tacho’) o su tercer hijo, el no menos siniestro Anastasio Somoza Debayle (‘Tachito’), ‘han vuelto a la vida’ en la Nicaragua actual, el segundo país más pobre de la región con poco más de 6 millones de habitantes.
En la foto, el presidente Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo saludando desde el balcón del Palacio de Carondelet, en su visita a Ecuador el 14 de julio del 2008. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Lo escrito arriba no es un pasaje de ‘Sombras nada más’ (Alfaguara, 2002), del escritor nicaragüense Sergio Ramírez, una novela que machaca sobre la maldición de América Latina y el Caribe de tropezar, una y otra vez, con la misma piedra de las dictaduras aciagas, a pesar de que estas ahora se cobijan con mecanismos disfrazados de democráticos. Sí porque hasta llaman a elecciones y consultas populares, cuyos resultados –como en tiempos de los Somoza o del tirano dominicano Rafael Leonidas Trujillo- nadie garantiza que sean transparentes.
Video: YouTube / Canal: Amelia Rueda
Pero lo que Ramírez, ex vicepresidente en el primer gobierno sandinista de Daniel Ortega, hace de manera simbólica es poner a Daniel Ortega, actual presidente nicaragüense, el uniforme (con charreteras, claro) y las botas de ‘Tacho’ o de ‘Tachito’. Es decir, traza paralelismos y descubre similitudes entre el jerarca sandinista, la esposa de este, y los déspotas ya fallecidos.
“El hecho de que un Somoza (Ortega) sustituya a otro Somoza, 30 o más años después, como parece que está ocurriendo en Nicaragua (…) Ahora se trata de evitar una nueva dictadura. Hoy lo que hay en Nicaragua es una caricatura de lo que fue la revolución de los años ochenta. Así como la democracia no pudo resolver el problema de la pobreza, el autoritarismo menos aún lo va a poder hacer”, ha señalado el ganador del Premio Carlos Fuentes 2014 en una entrevista con AmeliaRueda.com. Este es un medio de comunicación digital líder en Costa Rica.
El también autor de ‘Margarita, está linda la mar’, título con el cual ganó el Premio Alfaguara en 1998, lanza un comentario demoledor: “Me asombra como ha cambiado Daniel Ortega”. En síntesis, se refiere a una metamorfosis que se ha producido casi 36 años después de una revolución fallida.
Porque es así: De la revolución sandinista que cautivó al mundo no queda nada. Es un proceso que desapareció sin dejar huella. Se trata de una caricatura de lo que soñaban los jóvenes que combatieron a Somoza, ha sintetizado por su parte Víctor Tirado al diario español La Vanguardia.
“En Nicaragua en vez de democracia hay una neodictadura en alianza con la derecha. El socialismo del siglo XXI que Ortega dice seguir es una farsa, no tiene nada que ver con la izquierda”, ha dicho también Tirado, uno de los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Además, el 48,3% de la población vive en la pobreza, según los datos del Banco Mundial.
Pero ¿qué semejanzas se detectan entre el líder sandinista, de 69 años, y los Somoza? Muchas. La primera: ‘Tacho’ permaneció 16 años en el poder (1937-1947 y 1950-1956) y hubiera seguido sino fuera porque un atentado segó su vida. ‘Tachito’ gobernó con mano de hierro poco más de una década (1967-1972; 1974-1979), hasta que fue echado del poder por los sandinistas, para finalmente ser asesinado en un atentado en Asunción.
Ortega ya lleva 13 años en el Gobierno, en tres mandatos diferentes (1985-1990; 2006-2011 y 2012 hasta la fecha. Y es el candidato de hierro para vencer en las presidenciales programadas para el 2016. Él y su esposa, Rosario Murillo –quien es el poder detrás del poder en Nicaragua-, han montado un escenario electoral a su medida. Este les permitirá a uno u otra (es decir, a los dos) vencer sin contratiempos y extender su permanencia en el mando otro lustro más a partir de inicios del 2017. Así lo ha pronosticado el propio Ramírez, en la columna titulada Los pasos de Nicaragua hacia el autoritarismo, que publicó el diario madrileño El País.
Otra semejanza: Somoza García amasó una enorme fortuna que lo transformó a él y a su familia en una de las más acaudaladas de toda Latinoamérica. Y a su muerte, en 1956, heredó a sus hijos una fortuna de USD 200 millones, que estos triplicaron en pocos años. Somoza Debayle fue propietario de más de 130 bienes, haciendas, edificios, residencias y lotes. Entre sus propiedades se incluían Líneas Aéreas de Nicaragua, Televisora de Nicaragua, Minas de Oro San Uribia y San Albino, etc., etc.
Como sucede en los regímenes totalitarios de más reciente data, no hay datos fiables sobre las finanzas de la pareja presidencial de Nicaragua. Ese espinoso asunto es ‘top secret’. No obstante, el diario nicaragüense la Prensa publicó que la familia Ortega Murillo “se ha beneficiado de los fondos generados por el acuerdo petrolero con Venezuela, que han sido usados para comprar activos y negocios”. El emporio familiar es dueño de la Distribuidora Nicaragüense de petróleos, una serie de medios de comunicación, entre los que se cuentan cuatro canales de TV, emisoras de radio, periódicos y sitios web y más, según el mismo rotativo.
Adicionalmente, Ortega ha aupado la construcción del controversial proyecto Canal Interoceánico, que debe conectar los océanos Pacífico y Atlántico y que costará unos USD 50 000 millones. La megaobra cuenta con el aval del empresario chino Wang Jing.
¿En qué más se parece Ortega a los Somoza? Logró que se reformara la Carta Magna para eliminar los candados legales que impedían la reelección indefinida. Es decir, puede reelegirse las veces que le venga en gana. En síntesis, según ha señalado el periodista y analista nicaragüense Carlos Salinas, la frase ‘Con Somoza forever’, de tiempos del somocismo, ha sido sustituida por esta, quizá más (pos)revolucionaria: ‘Con Daniel forever’.
La carrera política de Ortega, la de sus tiempos de guerrillero y ahora de potentado con membrete socialista, reúne los elementos para que, por ejemplo, Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, escriba la segunda parte de ‘La fiesta del chivo’ (o más bien ‘La fiesta del ‘Tacho’ II). Pero ambientada en Managua. O quizá pudiera dedicar su pluma a plasmar ‘La fiesta de Chávez’.