El renunciante primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson (d), abandona la residencia del presidente del país, Ólafur Ragnar Grímsson, tras su reunión en Reikiavik, la capital, el martes 5 de abril de 2016. Foto: EFE
Es de los Estados más pequeños y menos poblados de Europa. Y demuestra también que es de armas tomar contra los sospechosos de corrupción y fraude.
Islandia, literalmente, ha empujado en las últimas horas al primer ministro, Sigmundur David Gunnlaugsson, hacia el precipicio de la renuncia. Lo ha hecho y obligado así, una vez que ha quedado al descubierto que el Jefe de Gobierno está metido hasta el cuello en el escándalo originado por la filtración de los comprometedores ‘Papeles de Panamá’.
El lunes 4 de marzo, más de 10 000 personas participaron en las manifestaciones realizadas en Reikiavik, la capital del país situado en el extremo noroeste del Viejo Continente, para demandar la salida de la cabeza del Ejecutivo. (ver video)
Asimismo, más de 24 000 ciudadanos, en una nación de apenas 330 000 habitantes, habían firmado hasta la tarde del lunes 4 de abril una petición en línea para solicitar la dimisión del político de 41 años y miembro del Partido Progresista.
Los ‘Papeles de Panamá’, divulgados por una serie de medios de comunicación del mundo y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por su sigla en inglés), han resultado demoledores para Gunnlaugsson. Él y su esposa, Sigurlaug Pálsdóttir, aparecían como propietarios de Wintris, una sociedad abierta y registrada en Islas Vírgenes Británicas. En esa firma depositaron casi 4 millones de dólares en bonos en los tres principales bancos islandeses, que se derrumbaron en el 2008.
Antes de su ascenso a la jefatura de Gobierno, Gunnlaugsson había llegado al Parlamento islandés en el 2009. A finales de ese año había negociado su 50 % de participación en la ‘empresa de papel’ a su esposa por apenas un dólar.
El ahora exprimer ministro, precisamente, había dado una señal previa de su vergonzoso papel en la trama de los ‘Papeles de Panamá, cuando abandonó una entrevista televisiva en la cual se le preguntó por el caso. El programa fue emitido la noche del domingo 3 de abril. Este martes 5 de abril, antes de dimitir, ofreció disculpas en un mensaje por haberse comportado, según admitió, de forma “horrible” en esa entrevista que se grabó el pasado mes.
Pero el caso de Gunnlaugsson no es el único que pone en evidencia que Islandia está harta de las prácticas corruptas y de los responsables y cómplices de estas. Dio una prueba más contundente de esto, y con ello un ejemplo al mundo, durante la crisis bancaria que padeció entre el 2008 y 2010.
En el 2008, fueron nacionalizados los tres mayores bancos: Glitni, Kaupthing, y Landsbanki Islands. Luego estos cerraron sus puertas porque finalmente no se dio paso al salvataje con fondos públicos de las tres entidades bancarias, como sí ha ocurrido en otras latitudes.
Es más: Islandia posteriormente sentó en el banquillo de los acusados a los políticos y a los banqueros responsables de la debacle financiera. Entre ellos, Geir Haarde, primer ministro en la época del desbarajuste bancario, quien afrontó cuatro procesos. Igualmente, Hreidar Mar Sigurdsson, exdirector ejecutivo del quebrado banco Kaupthing, fue sentenciado en diciembre del 2013 a cinco años y medio de cárcel tras comprobarse que fue el actor directo de la manipulación del mercado.
Además, la presión de la gente en las calles y dos referendos -que en conjunto se ha denominado adecuadamente ‘revolución islandesa’- tuvieron serias consecuencias en los ámbitos interno y externo. Hicieron que los acreedores internacionales finalmente redujeran las tasas de interés de los empréstitos realizados para reflotar la economía del país.
Ocho años después, sin salvatajes bancarios y préstamos a intereses draconianos, la economía de Islandia se ha recuperado. Y ya ha cancelado, incluso antes de tiempo, las deudas contraídas con el Fondo Monetario Internacional.
El pequeño Estado de 103 000 km2 de superficie da, una vez más, un ejemplo al mundo en muchos sentidos.