La Silla Vacía

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Verdades y mentiras: el periodismo filosófico en acción

Desde tiempos de Aristóteles –creador de la Lógica- la verdad y la mentira son temas inconfundibles, pero en la práctica son los vocablos que más han confundido al género humano. La lucha por la verdad produjo salvadores, víctimas y victimarios. Y no se diga la mentira, que ocasionó violencias de todo tipo. En las siguientes líneas algunas reflexiones sobre las verdades y mentiras en el escenario doméstico, y el resurgir de una especialización casi olvidada: el periodismo filosófico.

En el Ecuador –como en algunos países iberoamericanos- la política está llena de discursos, en los cuales la verdad y la mentira son contenidos identificables, y que la opinión pública los conoce y en ocasiones opta por uno de ellos –argumentados o no-, al asumir medias verdades o medias mentiras en aras de una convivencia llamada ’civilizada’, que no deja de sorprendernos por los sofismas más escandalosos que leemos todos los días, ahora amplificados por los medios de comunicación.

¿Cuál es el origen de esta situación que deja en mal predicamento no solo al sistema educativo, sino a la misma Lógica, cuya asignatura desapareció hace algunas décadas?

• Un antecedente

Fui parte de la última generación que estudió Lógica y Ética en el bachillerato del Ecuador. Un ministro –cuyo nombre no deseo acordarme- eliminó las cátedras de Lógica y Ética del plan de estudios, en nombre de un laicismo mal entendido, y no las reemplazó con nada.

Preguntas: ¿Será que por esa falta de estudios de Lógica y Ética ciertos dirigentes nos conducen sin rumbo, con debilidades manifiestas en un mundo donde la razón predomina y las ‘lógicas prácticas’ dependen cada vez más de pensamientos instalados en los intereses más que en los principios, superados por la realidad? ¿Es que el poder está imbuido de menos racionalidad y más emocionalismo –léase populismo-, donde la Lógica es apenas un recurso retórico y la Ética algo personal o privado, muy lejos de la Ética pública?

Lo cierto es que estamos inundados –virtualmente empapados- de falacias o sofismas, que se cuelan por todo lado, y que intentan fundamentar o argumentar verdades vestidas de mentiras, o mentiras revestidas de verdades que captan nuestra atención y que son caldo de cultivo de las incertidumbres que vivimos.

• Argumentaciones falaces

Ha llegado a mis manos el libro ‘La guerra de las falacias’, de Manuel Atienza, Librería Compas, Alicante, quien fundamenta los abusos que los discursos políticos, y en ocasiones las opiniones no profesionales rebasan los usos de la razón, y en el fondo manipulan a la opinión pública.

Atienza identifica magistralmente ‘los pantanosos territorios de la retórica, que inspiran como usos legítimos de la razón, pero retorciéndolos, desvirtuándolos, inconsciente o tramposamente, hasta llegar a convertirlos en abusos’:

- Las generalizaciones precipitadas.
- Las peticiones de principio.
- Las analogías improcedentes.
- Las desviaciones de la cuestión.
- Las comparaciones odiosas.
- La indebida atribución a las partes de lo que se predica de un todo y viceversa.
- La omisión de premisas relevantes a lo largo de un razonamiento o la invocación de premisas que no vienen a cuento.
- La complicación de lo simple y la simplificación de lo complejo.
- Las interpretaciones literales de los textos en detrimento de su espíritu.
- El recurso indiscriminado a los tópicos o lugares comunes.
- La aducción de la autoridad como argumento.
- La mala fe y la deshonestidad en la extracción de conclusiones.
- La manipulación subrepticia de las emociones y la apelación intempestiva a los sentimientos…

• Pero, ¿qué es la verdad?

Es la pregunta del millón. Para los griegos la verdad era el ser o la esencia de las cosas, el nivel más alto al que se podía llegar a través de la sabiduría o el ‘sofos’. Para los cristianos es Dios. ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’, dijo Jesús. Para la ciencia de las ciencias –la filosofía- la verdad es la categoría suprema, que se la puede descubrir y descifrar a través de la Lógica, ‘la ciencia de los juicios correctos o verdaderos’.

Con la modernidad, el ‘Discurso del Método’, el Renacimiento y la revolución copernicana, el pensamiento migró hacia las Ciencias Naturales y el ser humano, como principio y fin, y nació la realidad como la primera asignatura de la nueva Lógica inspirada por Aristóteles y aplicada por las ciencias empíricas.

En el caso planteado, las verdades y las falacias, según Atienza, deberían reconceptualizarse, porque, según él, ‘la filosofía no es sino el arte de la refutación’, en el que aparecen los consensos y los disensos como metas de la razón práctica. Ya lo decía Kant: ‘la razón carece de toda autoridad dictatorial, y su dictado nunca es sino el consenso de los ciudadanos libres’.

• El periodismo filosófico

Este género –conocido como arte- se fundamenta en la ‘erística’; es decir, según los griegos, en la ‘argumentación polémica’, que consiste en buscar los caminos o rutas de acceso a la verdad y la justicia, mediante el estudio y cuidado de la pragmática del lenguaje, cuyas incidencias son, a partir de la polémica, según Marcelo Dascal, teórico israelí: las discusiones, las disputas y las controversias.

En otros términos, el periodismo filosófico entraría en acción cuando la argumentación sería la base para una investigación exhaustiva, que vaya más allá de las herramientas naturales del periodista o escritor; que instituya una especie de juego limpio o fair play, que no sacralice la moral, y cuyos principios serían, según el profesor Atienza:

-‘Contra los prejuicios, las razones’.
-‘El sentido común lleva en ocasiones a errores de argumentación’.
-‘Quien combate contra las falacias ha de hacerlo sin ninguna esperanza en una victoria final, aunque el combatiente debe tener una ‘moral de victoria’.
-‘Los buenos argumentos derrotan a los malos, y a los que parecen buenos sin serlo’.
-El fanatismo y el cinismo no requieren argumentación. Se refutan a sí mismo’.