La Silla Vacía

La Silla Vacía

“Mi historia detrás de un cartón”

Testimonio de una ecuatoriana que describe los desafíos y vicisitudes de una PhD que regresa al Ecuador luego de varios años de estudio en Estados Unidos. Un relato descarnado que refleja lo difícil que es abrirse campo en el ámbito científico en un mundo que no es de las mujeres, y donde la tramitología puede ahogar las ilusiones pero no el liderazgo y la pasión por investigar.

En días pasados recibí un correo electrónico de mi hija mayor, María Claudia Segovia Salcedo, quien con su esposo Galo Zapata Ríos, construyeron un proyecto de vida y decidieron estudiar nueve años para conseguir una meta: obtener un doctorado en Estados Unidos. Y lo lograron. A continuación un relato de su experiencia y una propuesta asertiva que puede servir a becarios y futuros becarios:

“En el 2006 -mi esposo y yo- decidimos como pareja y familia embarcarnos en una gran aventura: estudiar un PhD en Estados Unidos”.

“Mi esposo inició sus estudios mientras yo preparaba todos los papeles para mi ingreso al año siguiente (2007). Apliqué a una beca del Estado que me cubría un año; sin embargo, el dinero lo recibí un año después de lo previsto debido a recortes presupuestarios y cambios de políticas”.

“Y fue posible gracias al constante apoyo y seguimiento de los trámites respectivos por parte de mis padres, que fueron mis apoderados, a quienes les tocó realizar interminables gestiones, recorrer varias veces la ciudad, sacar cientos de copias y traducciones e invertir su tiempo en largas horas frente a los asesores de beca que cada vez pedían un papel diferente o rechazaban documentos por no tener el sello respectivo. Pero lo logramos: superamos los obstáculos y el dinero fue recibido”.

• Justificación
“Ahora venía el período de la llamada ‘justificación’ de los recursos de la beca. Y eso está bien, porque el Estado debe velar por los dineros del pueblo. Entonces llegaron innumerables correos electrónicos, que rechazaban los recibos por no tener el sello o firma del contador de la Universidad, o simplemente se habían traspapelados los documentos y se tenía que enviar todo nuevamente. Después de varios meses, mi responsabilidad del segundo año de estudios con fondos del Estado había terminado. Y claro: también mi preocupación. Los siguientes tres años tuve la suerte de obtener una beca internacional que cubrió mi manutención y colegiatura, y si bien existieron procesos burocráticos jamás tan engorrosos como los que viví o los que viviría a mi regreso”.

• Meta cumplida
“Mi investigación tomó más tiempo de lo establecido, por lo que los dos últimos años trabajé y estudié como asistente de investigación para diferentes proyectos en la Universidad de Florida, y así ayudar a mantener a mis hijos. Sin embargo, mis aventuras con la beca del Estado no habían concluido. En el 2013, recibí un correo electrónico informándome que mi caso pasaría al Departamento Legal de la Institución Gubernamental de Becas, por no haber presentado un título que todavía no lo obtenía. Comenzó entonces el ir y venir de cartas, certificaciones, traducciones y correos electrónicos para aclarar la situación, que inevitablemente afectaba mi concentración en el proceso de análisis y escritura de mi disertación”.

“En noviembre de 2014 terminé mi doctorado con enorme esfuerzo y sacrificio personal y familiar. Y con la satisfacción de haber cumplido una meta me sentí preparada para iniciar el retorno, luego haber vivido por varios años en mi país huésped: Estados Unidos de América”.

• Paraíso de extranjeros
“A las pocas semanas de mi retorno al Ecuador, me presenté a mi institución universitaria auspiciadora para reincorporarme, la cual si bien tenía definida mi función administrativa y carga horaria, al preguntarle sobre las condiciones de mi contratación nadie tenía claro. Así que decidí esperar hasta que estos “pequeños” detalles sean arreglados. Mi espera ha durado cuatro meses, pues no existía presupuesto para mi contratación y la mayoría de facultades estaba llena de profesionales extranjeros, lo que es, ciertamente, una verdadera ironía”.

“Mientras tanto inicié el proceso de culminación de mis estudios con la entidad gubernamental. Después de visitas infructuosas logré encontrar a la persona indicada. Se me dio una lista de documentos que debía presentar junto con el título de PhD, que recientemente me había llegado, para iniciar el proceso de liquidación de la beca. Varias semanas fueron necesarias para la obtención de la documentación pertinente. Uno de los documentos debía certificar por qué no había terminado el PhD en un año (2008-2009), ya que solo había recibido un año de apoyo por parte del Estado; por lo tanto, debía haber regresado al país inmediatamente después de terminado el financiamiento, sin el título, por supuesto. ¡Increíble!”

• Nuevas certificaciones
“Más no terminó ahí mi odisea: en una nueva visita al asesor de beca fui informada que el presupuesto de mi beca 2007 estaba “equivocado”. Así que debía presentar una serie de certificaciones extras. Como es “natural” en nuestro querido país, de nuevo se inició el periplo de cartas, traducciones, correos electrónicos, copias y viajes a notarias que se convirtieron en actividades diarias. Los documentos debían ser certificados por las autoridades enviadas, es decir, por profesores, rectores y decanos de la Universidad de Florida, quienes debieron enviar un correo electrónico al asesor de beca para fundamentar la autenticidad de la documentación presentada”.

“Y la historia continúa: el proceso sigue después de más dos meses de trámite, pero mi título no está todavía registrado. Eso implica que en los próximos días debo empezar a trabajar y mi sueldo va a ser apenas un 20% más alto de lo que ganaba antes de mi doctorado. El registro implica otro trámite dentro de la Institución. En consecuencia, las visitas a notarias, traductores y copiadoras –y los gastos consiguientes- no terminan”.

• Preguntas necesarias
“Lo relatado no es una ironía sino una descripción de la realidad que he vivido en Estados Unidos y ahora en el Ecuador. Es decir, una faceta frustrante de lo que significa ser un PhD en nuestro país, un desgastante sistema que maltrata a sus propios becarios y a sus familias. Y que no es más que el reflejo del valor que nuestra sociedad da a los científicos”.

“Terminar un PhD es un acto de valentía y constancia. Por eso, regresar y apoyar al crecimiento científico del país es todo un desafío. Entonces me pregunto: ¿vale la pena estudiar un PhD? Definitivamente, sí. Cada minuto del aprendizaje valió la pena, sin duda alguna. El PhD me ha permitido no solamente crecer académicamente sino como mujer, madre, compañera y ciudadana”.

“¿Y vale la pena regresar? A pesar de todo, sí, porque nuestro país necesita de un cambio de mentalidad generado por la educación y la ciencia, porque como becarios es nuestro deber devolver a nuestra sociedad lo que hemos aprendido, y porque nuestro impacto es mayor aquí que en los países desarrollados”.

“Lo descrito es parte de mi historia detrás de ese cartón, que lleva el título de doctor –PhD en Biología Molecular-. Estoy segura que muchos becarios compartirán algunos detalles de esta aventura. Por lo que considero que la única manera de cambiar esta realidad es evidenciándola, educando a la gente y construyendo una nueva institucionalidad académica”, dice María Claudia Segovia Salcedo PhD, Lab of Molecular Systematics and Genetic Evolution, University of Florida, Gainesville, Fl.

Hasta aquí su testimonio. No ha escrito sobre el contenido de su investigación y tesis, que fue la principal motivación de sus estudios: el árbol de Polylepis o árbol de papel, que contribuye a desarrollar el ciclo del agua en los páramos de Perú, Ecuador y Bolivia. Pero esa es otra historia.