La Silla Vacía

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Sixto Durán Ballén, el señor Presidente

Reconozco que no soy neutral. Fui ministro de Educación, Cultura y Deportes de Sixto Durán Ballén, Presidente de la República quien gobernó el Ecuador entre 1992 y 1996. Fue un señor Presidente. En las siguientes líneas unos trazos de su personalidad, transparencia y enorme sencillez.

Nunca me olvido el día en que me invitó a conversar.

- Le habla Sixto Durán Ballén- dijo. ¿Podría venir a mi oficina?
Se escucha todos los días al Presidente a través de las noticias –reflexioné- pero no al teléfono. Salí de la sorpresa y al punto le contesté:

- Sí, señor Presidente.

A la hora convenida acudí a la cita en el palacio del Barón de Carondelet. Era la primera vez que ingresaba a un despacho presidencial. La conversación fue cordial y directa. Su oficina estaba llena de cuadros de su familia y de las principales funciones que había desempeñado.

- Me han dicho que usted escribe sobre educación. Y que una revista –EducAcción, que circula con El Comercio- es muy leída. (Saca una revista y me enseña). ¿Sabe usted que mi gobierno desea realizar un cambio educativo profundo? ¿Podría ayudarme en esta tarea cívica?

Me quedé pensando. Y antes que yo reaccionara prosiguió:

- Es la subsecretaría de Educación que le propongo. Y que con la ministra emprenda algunos cambios para mejorar el sistema.
Platicamos por algunos minutos sobre los procesos en marcha y los cambios esperados. Agradecí por la deferencia y le ofrecí una respuesta en un tiempo razonable. Tras consultar con mi familia tomé la decisión, y me integré al equipo del ministerio de Educación, que dirigía Rosalía Arteaga Serrano. Era enero de 1994.

• La educación, prioridad nacional

El trato con Sixto no solo fue amigable, sino afectuoso. Contagiaba confianza –la clave de un líder asertivo-, porque creaba una atmósfera de participación en la que las opiniones diversas tenían espacio. En los momentos difíciles le vi firme y receptivo, y en los momentos gratos distendido.

La educación era un sector social importante para su gobierno. Es curioso: en el gobierno de Sixto –paradójicamente- se consensuó la reforma curricular, a través de una validación técnica con los profesores, y se convocó varias veces al Consejo Nacional de Educación. La educación fue la prioridad, expresada en la modernización del sistema, la evaluación de los estudiantes a través del modelo ‘Aprendo’, el plan nacional de lectura y el cambio curricular derivado de las consultas nacionales precedentes.

Y ya como ministro de Educación tuve mayor acercamiento con Sixto Durán Ballén y conocer de cerca su personalidad.

• Liderazgo

Recuerdo haber caminado varias veces junto a Sixto Durán Ballén por los pasillos del palacio, y platicar sobre temas de interés nacional, y especialmente sobre educación y cultura. Contaba anécdotas y reía espontáneamente, mientras se tomaba la cintura por el dolor de espalda que le aquejó durante su presidencia. Como melómano tenía a la música clásica como referente peculiar y era su sello personal.

Sixto era un hombre de bien. Jamás insultó o arengó a los opositores en términos injuriosos, pero fue firme en sus decisiones cuando debió tomarlas en circunstancias difíciles: la guerra del Cenepa, la inundación que se produjo en el Austro –por la caída del monte La Josefina (por favor, no confundir con Doña Finita, decía con alegría), y el tema del señor vicepresidente Alberto Dahik.

Le vi suspirar y en ocasiones llorar, cuando la Patria estuvo amenazada. Su famosa frase ‘Ni un paso atrás’ fue fruto no del cálculo político, sino del genuino pensamiento patriota y del corazón que latía fuerte en todos los ecuatorianos.

Su liderazgo ético fue entonces ejemplar hasta el fin de su gobierno. Y se quedó aquí, en el Ecuador, para afrontar la evaluación de su periodo y la rendición de cuentas.

• La honradez no es noticia

Al término de su mandato tuve el honor de participar en la Contraloría con Sixto Durán Ballén en varias sesiones, con la presencia del Contralor General del Estado, para escuchar los informes especiales y los hallazgos sobre la gestión en el campo de la educación.

Nunca olvidaré un gesto del señor Presidente:

- Deseo que conste en actas, señor Contralor, -dijo Sixto- que las decisiones en el ámbito presupuestario que ha tomado el ministro Segovia Baus, las he ordenado personalmente. Por lo tanto, soy como Presidente de la República, corresponsable de todas las decisiones tomadas por él.

Posteriormente, le llamé al señor Presidente para agradecerle por esta actitud, que honraba mi carrera pública.

- No mijo –expresó Sixto-. No tienes por qué agradecer. Si bien la honradez no es noticia, ella es tu patrimonio moral.

Sixto ha dejado de existir, pero su legado espiritual y patriótico subsistirá en la historia por su tolerancia, el amor a la democracia, su honradez acrisolada y sus lecciones de líder ético que gobernó ‘el Ecuador a su manera’.

¡Paz en su tumba, querido Sixto!