La palabra resistencia tiene varias resonancias. Para evitar cualquier equívoco sugiero mirar a la resistencia desde una perspectiva amable, menos ‘picosa’, más relajada antes que motivo para el relajo.
Una primera mirada es el diccionario. Allí encontramos sinónimos de muy diverso cuño, que nos enseñan y ayudan a entender la esencia de la resistencia vista de la semántica, la semiótica y en general de la lingüística. Veamos algunos ejemplos.
• Algunos significados
La resistencia significa firmeza, aguante, obstinación, tenacidad, entereza, intransigencia, correa –no confundir con apellidos, por favor-, severidad, consistencia, solidez. Y podríamos añadir otros sinónimos: potencia, nervio, fibra, pujanza, poderío, reciedumbre, robustez, vigor, fortaleza, fuerza, energía, eficacia, ánimo, brío, empuje, coraje.
Pero hay también un interesante sinónimo: rebeldía, obstrucción, indocilidad, reacción, desobediencia, forcejeo, barrera, defensa, parapeto, barricada, repulsa, negativa, antagonismo, desafío, oposición, disconformidad, desacuerdo, renuencia, reluctancia, contrarresto.
• Lo que no es resistencia
Los griegos nos enseñaron a pensar con lógica, que es la ciencia que nos permite elaborar juicios correctos, y también con ética, hoy llamada deontología. Los cinco principios básicos utilizados por la lógica son: los de la ciencia o episteme, la identidad o lo que es (el ser o la substancia), la clasificación (los tipos) y la exclusión (lo que no es el concepto), a los que añaden el de causa-efecto, que dio origen al pensamiento dialéctico.
Por la vía de la exclusión podríamos identificar qué no es la resistencia. Y se nos viene a la mente los antónimos de resistencia: debilidad, pasividad, flojedad, blandura, dejadez, desinterés, ineficacia, agrado, despreocupación, renuncia, resignación, obediencia, docilidad, sumisión, fragilidad, inconsistencia, acuerdo, conformidad, enfermedad. Y una palabra tan compleja y casi indefinible: poder.
• Galimatías
Si desde el punto de vista lingüístico, la resistencia es un galimatías, la conceptualización y ejecución del derecho a la resistencia es mucho más: un fárrago, que genera confusión, desbarajuste, laberinto, desorden, embrollo y caos. Sí, y el caos produce desconcierto, desorganización y anarquía.
Algunos ejemplos nos pondrían en la dirección correcta. Así, podríamos preguntarnos -en tono amable- cómo resiste la mujer a un marido infiel o mujeriego; o el marido a una mujer infiel o algo parecido. La resistencia, en este caso, tiene un límite para ciertas personas. Y puede terminar en una resistencia pasiva –desde no hacer nada, asumir la ‘ley del hielo’ y seguir así hasta el final. O pensar en la separación o divorcio: ¿resistencia activa?
• Economía y Psicología
También se ‘siente’ el problema cuando se trata de la economía doméstica: el sueldo resiste hasta cierto punto. Si las deudas nos acosan –especialmente por la vía de las tarjetas de crédito-, la solución es no pensar en más deudas, sino en programar los pagos, e intentar un salvataje.
¿Y qué pasa con la resistencia al dolor? Pilar Sordo, una psicóloga chilena, plantea en su reconocido libro ‘Bienvenido dolor’ algunas ideas interesantes al respecto. El dolor –dice- no necesariamente es malo o pernicioso. El dolor puede ser fuente de aprendizajes si se administra bien, e incluso ser fuente de felicidad. ‘La llegada del dolor es inevitable, pero la elección por el sufrimiento depende enteramente de nosotros’, expresa la escritora.
• Resistencia y liberación
La resistencia tiene enfoques filosóficos, políticos, psicológicos, ideológicos, culturales y religiosos. No se han inventado metodologías específicas para resistir, pero los seres humanos se han dado modos para resistir. Y actuar en consecuencia.
Los pueblos también han resistido a diversos tipos de opresiones, y logrado, luego de muchos sacrificios, la liberación. Existen casos patéticos, como los afrontados por el pueblo de Israel en el antiguo Egipto; los judíos durante la Segunda Guerra Mundial; los dirigidos por Gandhi y su no violencia activa; los casos de Apartheid en Sudáfrica; las exclusiones vividas por los afroamericanos en Estados Unidos, y el papel de Martin Luther King. Algunos dirán que son casos extremos, pero no: la resistencia puede darse –y de hecho se produce- en nuestros hogares, en las comunidades y empresas bajo otro cariz: la resistencia al cambio.
¡Sería bueno repensar en formas prácticas de resistir y que el derecho a la resistencia signifique también deberes y responsabilidades! Porque –queramos o no- la resistencia cae en el escenario del poder. ¡Y ahí sí habría que preguntar a Cicerones y Papinianos!