La Silla Vacía

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¿Los principios o los intereses? He ahí la cuestión

El tema es complejo porque tiene muchas aristas y es polisémico. En la sociedad de hoy la gente toma opciones, y no siempre por la línea de los principios sino por la lógica de los intereses… creados, según recordaba Jacinto Benavente, premio Nobel. Reflexiones sobre un ámbito lleno de tabúes y manipulaciones, prejuicios y sutilezas. ¿Doble moral o doble estándar?

¿Es posible actuar bajo principios, es decir, valores o juicios de valor universal, en una sociedad en la que predomina el mercado, la competencia y el lucro? ¿El interés personal es parte de la naturaleza humana o es un subproducto de una cultura y una educación que privilegia la ganancia, el triunfalismo, la dominación de unos sobre otros? ¿El mundo gira sobre principios implícitos que modelan una sociedad definitivamente desigual, donde unos ganan y otros pierden? ¿Qué hacer para revertir esta situación –que a veces se convierte en doble moral-, que nos permite vivir como no pensamos y justificar –o tolerar- ciertos actos, en aras de una supervivencia enfermiza?

• La ‘caja negra’

Hace poco releía un artículo sobre el discurso, que escribí sobre el supuesto origen de esta parafernalia entre los valores que se predican y las acciones que se practican, así como sobre la manipulación manifiesta por los poderes que manejan la información y las tecnologías, y el ciudadano común y corriente, usuario y cliente: ¿consumidor y domesticado?

A.J. Greimas, semiótico francés, fue uno de los científicos que estudió el origen de los discursos político, ideológico y didáctico, con un modelo teórico de trascendencia. Greimas proponía que todo se explica mediante dos tipos de competencias –la semántica, transmitida a través de los lenguajes verbales y no verbales por padres y profesores-, y la modal –que conduce a las personas a ejercer el poder mediante prácticas, actitudes y acciones. Otro autor importante fue Jacques Lacan, también francés, quien identificó la ‘lucha’ simulada entre el destinatario –receptor- del mensaje, y el destinador –transmisor- quien se atribuye el saber.

Estos pensamiento se resumen en la metafórica ‘caja negra’ que es transmitida simbólicamente, a través de comunicaciones verbales y no verbales que ‘garantizan’ el saber de los valores y enseñan, de modo persuasivo, el ejercicio de actitudes y comportamientos que, en su conjunto, podrían construir un verdadero ‘baúl’ depositario de lo que sería un ser humano ‘cultivado’, formado o deformado -¿manipulado?- por conocimientos que encubren un tipo de comunicación persuasiva, reproduccionista, unidireccional y no crítica o reflexiva.

Una pregunta a investigarse es si el discurso de los profesores y padres de familia es neutro o tiene una marca claramente ideológica –en el sentido más amplio-, que imprime o sella un conjunto de pensamientos, sentimientos y acciones que se recrean o reproducen, corregidos y aumentados sea por los estudiantes o por la prole.

• Creencias y acreencias

El tema de las creencias ejemplifica el problema planteado. En una tertulia escuché que la mayoría de ecuatorianos es católica; sin embargo, la adhesión a los principios católicos no se refleja, necesariamente, en las prácticas reales. Las relaciones prematrimoniales, el aborto y el divorcio –para citar tres casos- son tomados en forma laxa o tolerante por la feligresía, mientras la ortodoxia mantiene niveles de rigidez, aunque el Papa Francisco ha comenzado a revisarlos. Otro caso, asimismo patético, insinúa –según un abogado- que muchos padres divorciados –de formación católica- no pagan los alimentos a sus hijos, o regatean los valores en nombre de sus intereses económicos, lo cual deja en mal predicamento sus principios y convicciones.

Esta supuesta dicotomía entre principios e intereses se manifiesta en las diversas escalas de la vida cotidiana, así como en los ámbitos políticos, sociales y económicos donde las acreencias –el dinero, para ser exacto,- superan a las creencias, valores y principios.

• Busquemos salidas: más preguntas

¿Cómo salir de este embrollo? se preguntaría el ciudadano de a pie o el ‘hombre común’ –como decía Jorge Salvador Lara-. ¿Si desde el poder o las supuestas élites no se dan verdaderas señales de coherencia, juicio sino de manipulación? ¿Si desde el estado llano la práctica social –especialmente, padres y profesores- reproducimos, corregido y aumentado, un sistema discriminatorio e injusto? ¡Cómo romper este círculo vicioso?

¿Es posible pensar y actuar sobre la base que el Estado y sus recursos están para servir al bien común y no para servirse de él? ¿Y que los ciudadanos tenemos no solo derechos, sino obligaciones correlativas? ¿Y que hay que barrer la basura semántica, ideológica y persuasiva que mantienen un sistema de pensamiento vertical y manipulativo? ¿Y que los puentes y no los muros establezcan los nexos para… intentar equilibrar los principios con los intereses? ¿Y no sea la retórica o el discurso vacío que llena de propaganda nuestros oídos, y sea la defensa de la vida de los seres humanos y la naturaleza el pilar de las nuevas utopías? ¿O nos espera la sociedad orwelliana?