No es una frase demagógica. Los peatones somos la mayoría y merecemos la atención no solo de los Estados, sino de todas las sociedades y culturas, en los cuatro puntos cardinales del orbe. Una reflexión para practicar.
Pensándolo bien todos los seres humanos tenemos la condición de caminantes. Desde que somos ‘homo sapiens’ y aún antes, incluso cuando dejamos de ser nómadas y nos convertimos en sedentarios, ubicados en aldeas y luego en pueblos y ciudades, hombres y mujeres desarrollamos capacidades para caminar y disfrutar de esas andaduras.
• Algunas versiones
El camino tiene versiones literarias, filosóficas y espirituales. El famoso poeta español Antonio Machado escribió: ‘Caminante, son tus huellas el camino, y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar’.
Para la filosofía el camino es la senda por donde transita el ideal; el trayecto por el cual los sujetos nos dirigimos hacia una meta, o bien deambulamos sin un destino cierto. Y en la teología, Jesucristo se auto describió como ‘el camino, la verdad y la vida’.
• El mundo de ayer y hoy
Hasta mediados del siglo XX, todo el mundo se movía en semovientes –animales-, carretas y carruajes. Luego llegaron las bicicletas y motos, y más tarde los vehículos a motor, con los cuales se revolucionó literalmente la sociedad. Nacieron los transportes a vapor, más tarde a gasolina y diésel, que compitieron y triunfaron sobre los ferrocarriles. Y los caminos se convirtieron en carreteras, y las carreteras en autopistas.
El mundo de ayer, tranquilo y sereno, se transformó en pocas décadas, gracias a la industria automovilística, en un espacio ruidoso, contaminante y rápido. Y aparecieron nuevas profesiones –de mecánicos y choferes- y negocios de lubricantes, partes automotrices, aseguradoras y vendedores de autos usados y nuevos. ¡El confort al estado puro!
• Accidentología
No obstante, el confort llevó a la humanidad a afrontar una enfermedad global: la denominada accidentología. Y los datos sobre la incidencia de los accidentes de tránsito en la vida humana son escalofriantes.
La Organización Mundial de la Salud considera que todos los países del mundo están frente a una verdadera pandemia, de escala universal. La accidentología está calificada como enfermedad; es decir, como una patología, que merece un diagnóstico, un tratamiento y algunas estrategias multidisciplinares para su atención, que incumben no solamente a los conductores y peatones sino a todos los Estados. Según esas informaciones, cada año mueren 1.3 millones de personas y causan lesiones a 50 millones, cifras superiores a la malaria. Los más afectados por esta tragedia son los niños y niñas.
• Organizar a los peatones
Han surgido estrategias para superar las causas de esta pandemia universal. ¿Por qué no intentar la organización de los peatones bajo una campaña ‘Peatones del mundo, uníos?
Nunca estará demás organizar a la sociedad civil para atacar este mal. Los Estados establecen normas pero no se aplican, o se aplican en detrimento de los más débiles –los peatones-. En ese contexto, la educación preventiva y el papel de los medios de comunicación son importantes para frenar la irresponsabilidad, la imprudencia y los perjuicios en las personas y sus bienes.
Todos los mecanismos ejecutados –los corazones azules, experiencia muy positiva y emulada en algunos países-, las campañas de educación vial, los llamados de atención, la disminución de puntos en las licencias de manejo, la aplicación del exSOAT… han servicio de algo, pero la racha de accidentes va en aumento. ¿Qué hacer para eliminar la imprudencia, que es la madre de la irresponsabilidad campante?
La intervención interdisciplinaria es útil: los pedagogos con sistemas de enseñanza y aprendizaje diferentes; los psicólogos con los mecanismos de comportamiento; los sociólogos y antropólogos con sus modelos de investigación e intervención sociales; los abogados, jueces y legisladores en el campo jurídico tanto sustantivo como adjetivo; los policías y los esquemas de seguridad vial; los médicos y sus tratamientos contra el estrés, la ansiedad, la neurosis y otras enfermedades de la cultura urbana. Y un solo proyecto integrado: ¡ciudadanizar las ciudades!
• Ciudadanizar las ciudades
Aunque parezca paradójico, las ciudades han cedido ante el poder de los automotores. Sería interesante imaginar en las ciudades que pensaron los españoles al fundar las villas a través de dameros, en contextos muy diferentes y donde la movilidad se realizaba a pie y sobre animales. Hoy, el centro histórico de Quito, por ejemplo, no resiste el paso de tanto vehículo liviano y pesado, y donde los peatones somos marginados y excluidos.
Los ciudadanos debemos rescatar el espacio público, y actuar para defender el derecho a movilizarse en forma segura y oportuna. El centro de Quito debe peatonizarse progresivamente. La ciudad de Mendoza, en Argentina, es un ejemplo de nuevas estrategias para rescatar la ciudad para los seres humanos y la naturaleza mediante sistemas de peatonización y árboles bien irrigados.
Otra alternativa es la ciclo vía. Hay iniciativas valiosas en esa línea, pero falta una política educativa de movilización integral que humanice la ciudad, que devuelva el espacio a los ciudadanos y la movilización de los peatones esté garantizada. ¡Construir una sociedad educadora y saludable es urgente!