Sucre, triunfador en Pichincha, al día siguiente -el 25 de mayo de 1822- deportó a 1 110 españoles y abrió las cárceles que estaban llenas de patriotas, entre ellos el marqués de Solanda y Villarrocha, don Felipe Carcelén, su futuro suegro. Y en la noche hubo una gran fiesta en Quito. Allí conoció Sucre a Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, el amor de su vida.
El historiador Luis Andrade Reimers, en la obra “Sucre, soldado y patriota”, relata así lo que aconteció el 25 de mayo:
“Después de un desfile lleno de flores y vítores, efectuado por las tropas vencedoras a través de las calles de la ciudad, hubo la sesión solemne del Cabildo y el baile en una residencia contigua. El gallardo general cumanés sentía gran placer en esta clase de agasajos, pues su personalidad solía ejercer una irresistible seducción en el sexo femenino. Por las cartas sobre el tema escritas a O’Leary podemos colegir la forma tan distinguida de sus flirteos”.
EL ENCUENTRO
“En aquella fiesta del 25 de mayo, dentro de la euforia de aquel insigne triunfo, era claro que Sucre era el personaje más cotizado entre los oficiales patriotas victoriosos. Cualquiera de aquellas hermosas y aristócratas jóvenes habría dado la vida por danzar esa noche con él. A todas sedujo el cumanés con su don de encantar con una palabra o un gesto. Nada nuevo era para él. Lo único que le resultó un tanto exótico e inusitado fue conocer a una adolescente de 17 años, vestida con un vestido blanco y cinturón con hebilla de diamantes, cuando su padre, el Marqués de Solanda y Villarrocha, le presentó al dueño de la fiesta. Aquella niña por su corta edad y sonrojo parecía una colegiala. Hay muchos misterios en el corazón humano y uno de ellos es el amor”.
“¿Quién pudo soñar esa noche que meses después aquella adolescente iba a esclavizar con la magia del amor a quien con su espada daba libertad a pueblos y naciones?”, se pregunta Andrade Reimers.
EL ENAMORAMIENTO
La campaña, sin embargo, no dio tregua a Sucre quien, en unión de Bolívar, el Libertador, tenía que organizar las estrategias militares sobre el terreno. La primera impresión de la marquesa joven dejó huellas en su espíritu.
“Es difícil y arriesgado conjeturar -añade Andrade- cuándo y cómo empezó el enamoramiento de parte de Sucre hacia aquella adolescente de diecisiete años y medio… Lo que sí nos consta documentadamente es que desde enero de 1823 en adelante, a pesar de las inmensas distancias y una ausencia fatídicamente prolongada, para Antonio José de Sucre el amor hacia aquella ingenua adolescente se convirtió, no en un pasatiempo como otros cuyos anteriores, sino como la aspiración de su felicidad personal”.
UNA CARTA
El amor de Sucre a Quito parece que tuvo motivos sentimentales y patrióticos, desde luego. “Este enamoramiento ciego y desesperado -según el historiador citado- comenzó durante aquellas primeras semanas de enero de 1823… Basamos esta conjetura en una carta suya escrita a su amigo Santander, el 21 de enero (del mismo año), en la cual entre otras cosas dice lo siguiente: S.E. (el Libertador) me ha nombrado Jefe Supremo de los Departamentos de Quito y Guayaquil… Como yo no estoy en ejercicio, porque me voy a una hacienda a ver si mejoro mi salud y no volveré a Quito, siento que me llame S.E. y que tanto estoy separado de todo asunto, dejo de avisar oficialmente al gobierno notificándole mi nombramiento”.
Sucre tenía entonces la salud quebrantada. La hacienda que se refiere es Chishinche, situada en el valle de Machachi, propiedad del Marqués de Solanda. “Era una enorme y aristocrática casa campestre a la española, rodeada de bien cuidados jardines, en medio de prados siempre verdes y silenciosos, con la vista hacia el sudoeste del cercano nevado Illiniza”.
“Separado de todo asunto”, Sucre se acercó a esta hermosa mujer. Y, aunque parezca raro, Bolívar que conoció de esta decisión de su fiel amigo, reaccionó con estas palabras un poco duras: “El Intendente de este Departamento se ha propuesto hacerse amar y no vale nada con este asunto”.
EXQUISITO HUÉSPED
“Es de presumir -continúa el historiador Andrade- que doña Teresa Larrea, madre de Mariana Carcelén heredera del marquesado de Solanda y Villarrocha, se dio cuenta del enamoramiento de su hija, a raíz del baile del 25 de mayo de 1822 para celebrar el triunfo de Pichincha. Sus sospechas debieron confirmarse plenamente, cuando por petición del Libertador el general Sucre fue recibido como huésped de la familia con el encargo de atender de su salud profundamente quebrantada…
El marqués don Felipe, asiduo partidario de la causa emancipadora antes de la llegada de Sucre a Quito y liberado por él de la cárcel española en la primera mañana de la independencia, debió sentirse el hombre más afortunado del mundo ante la posibilidad de incorporar a su familia que tomase a pechos la restauración del doble marquesado de su esposo. También debió haber visto con buenos ojos aquella mutua pero honesta atracción, deseando únicamente que aquella unión se efectuase a la brevedad posible. Por último, la enamorada Mariana, sintiendo por fin al alcance de su mano al príncipe azul de sus sueños, debió entregarse a su ternura sin reservas, confiada como debió sentirse desde el comienzo de la total responsabilidad de su pretendiente”.
Antonio y Mariana se casaron -todos lo sabemos-. De esta unión llegó una hija hermosa -Teresita, que nació el 10 de julio de 1829- quien lamentablemente sufrió un accidente, en la “Casa azul”, de la actual calle Sucre, en Quito. La niña se cayó del segundo piso y murió. Y esta escena marcó para siempre a la pareja.