La Silla Vacía

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El manifestante: nuevo actor en el escenario mundial

El tema es apasionante y bien podría ser el principio de un cambio global de insospechadas consecuencias. Los movimientos ciudadanos recientes nacieron en Europa, fueron a Asia, luego a Estados Unidos y se extienden por todo el mundo. ¿Se trata de una llamada de atención a las élites? ¿O perversos grupos anti sistema, de carácter anarquista, que quieren aniquilar el progreso alcanzado? El manifestante es el nuevo actor en los escenarios mundiales. Así lo predijo la revista Times en 2011. ¿Qué pasará a partir de 2016?

Se mencionó que el mundo no será igual después del 2011, cuando grupos humanos convocados por las redes sociales minaron las bases del sistema con un discurso irreverente y contestatario, que recordó la famosa y recordada Revolución de Mayo, en París, cuando en la década de los sesenta movilizó a la juventud europea con varias consignas, a la luz del ‘Hombre unidimensional’, de Marcuse, con el telón de fondo de la guerra de Vietnam.

En 2016 las causas son diferentes y no solo por la elección del magnate Donald Trump como presidente de Estados Unidos, en las elecciones más controvertidas de los últimos tiempos: los cambios planetarios ocasionados por la globalización –hoy cuestionada por Trump-; el desarrollo de las nuevas tecnologías de información y comunicación, que ayudan a comunicarse y auto convocarse a los ciudadanos; el agotamiento de un modelo de pensamiento que articula intereses y no principios, que genera contradicciones evidentes entre los Estados y una ONU complaciente; la intensa legión de migrantes en varios rincones del planeta; y la aparición de un nuevo protagonista –el manifestante- que piensa por sí mismo, es protagonista, se comunica y tiene a la calle como su escenario esencial.

• La institucionalidad

A lo dicho se añade un factor preponderante: las instituciones otrora fuertes, consistentes y democráticamente robustas son no solo cuestionadas sino se derrumban –literalmente- por las realidades emergentes que buscan respuestas creativas y efectivas, especialmente en relación con el empleo, la libertad de expresión, la protección del ambiente, la inclusión de diverso jaez y oportunidades para asegurar un futuro posible. En esta parafernalia de conceptos y tendencias se halla la democracia que, como sistema, tiende a resurgir bajo otros matices: la participación y los consensos, de la mano de un recurso inédito en el escenario de la gobernabilidad: la electrónica.

Así, mientras la ortodoxia política consideraba que la democracia es el conjunto de procedimientos para elegir gobernantes, la nueva praxis de hacer política desde los ciudadanos, no solo cuestiona el modo elitista de la política sino plantea otros enfoques –uno de ellos es el activismo participante- que intentan recuperar la acción política para los ciudadanos, incluso fuera de la institucionalidad.

• La representación

En este punto cabe preguntarse: ¿está naciendo un modelo distinto de concebir y hacer política que se orienta a desestatizar la política, en el sentido que los asuntos públicos, en esencia, conciernen no solo exclusiva y excluyentemente al Estado, como plantea la teoría tradicional, sino a la sociedad civil?

En el fondo parece existir una crisis de representación, donde las élites políticas –elegidas o designadas- no representan en los hechos los principios e intereses de los votantes, y donde la resistencia activa y pasiva ocupa un lugar importante que se expresa en las calles y plazas.

Desde el punto académico, A. Maestre, investigador de renombre, siguiendo a Hannah Arendt, visualiza dos grandes corrientes: las democracias liberables que padecen una grave crisis de representatividad, y la sociedad civil, que busca denodadamente espacios que intenta resolver el dilema de los que creen -y hay muchas razones para ello- que la política equivale a corrupción, es decir, a una perversión de lo político. Si la política es ‘materialmente de nadie y potencialmente de todos’, en la feliz expresión de Dubiel, está en los sujetos concretos y no en algunas instituciones -virtualmente desacreditadas- la construcción de una democracia posible.

• La solidaridad

¿Qué hacer entonces para lograr que ese ‘privatismo apolítico’, esto es, aquel en el que el individuo se refugia en lo privado, sin ningún contacto con lo social ni con lo político, tenga una salida hacia una participación real en las cuestiones que interesan a todos?

La respuesta no es fácil, porque este tipo de individuo -ensimismado y sin proyección histórico-social- está, en cierto modo, favorecido por el sistema que sacraliza el voto (El voto es igual a democracia, lo cual es un sofisma, porque el sufragio no pasa de ser para muchos un mero ejercicio formal de elección a cambio de un certificado). Otra razón es que los llamados políticos profesionales nos tratan en época de elecciones como niños o clientes, donde las demandas de los ciudadanos no aparecen.

La alternativa es, según Maestre, a contrapelo de las tendencias privatistas, proponer la solidaridad como esencia de la democracia, sobre la base de animar la participación efectiva de la ciudadanía; no la piedra ni el griterío, sino la generación de propuestas y acciones que ayuden a creer y crear oportunidades para construir un mejor país, un mejor mundo.

• El manifestante

El descontento de millones de personas –especialmente jóvenes-adultos- que se manifiestan contra el orden establecido en varias regiones del orbe, confirman el surgimiento de un nuevo modelo contestatario que se expresa en el manifestante, como parte de movimientos –a veces anónimos- que se auto convocan y nutren de nuevos mensajes a las democracias.

Indignados.com, por ejemplo, nació en España como el eslogan del manifestante que fue asumido por millones de mentes que se auto convocaron para resistir ante el peso de una deuda impagable, de una sociedad como la europea, referente para el mundo occidental, que en los diez años de vigencia del euro afrontaba una de las crisis más profundas.

En cada país se identificó claramente el contexto y causales específicas de las protestas. Así, hubo diversidad de enfoques y formas de protesta: los anónimos y pacifistas indignados de Madrid, los furibundos de Londres y Ocupy de Manhattan, en Estados Unidos; los indignados de Trípoli y El Cairo, que tumbaron a regímenes dictatoriales; y las nuevas y originales demostraciones de los estudiantes chilenos, liderados por Camila Vallejo, que fueron emuladas en Brasil y otros países. Con razón, la revista ‘TIMES’, la más importante del mundo, reconoció como personaje del año al manifestante – ‘The Protester’- hecho inédito en los anales de tan importante publicación.

En el Ecuador la manifestación ha sido por antonomasia la expresión de la lucha social, a veces confundida con ‘bulla’ y vituperada como espacio de los ‘tirapiedras’. Pero ahora, con el concurso de las redes sociales, el manifestante como actor social y político tiene otra dimensión. En las ‘caídas’ de Albalá Bucaram y Lucio Gutiérrez, existió una línea de convergencia –como protesta o afirmación de repudio-. Los ‘forajidos’ son ya referentes.

• Raíces de la indignación

Giovanni Sartori, en el libro ‘El Homo Videns’ estableció algunos parámetros sobre lo que está sucediendo en el mundo. El primer lugar, el predominio de las tecnologías y las redes informáticas, que revolucionan los medios de comunicación; en segundo lugar, la irrupción de los ciudadanos como agentes directos de noticias y comentarios sobre temas de interés público; y en tercer lugar, las posibles amenazas al sistema, y el advenimiento de lo que él denomina la democracia electrónica, conectada a través de redes.

Por lo que se conoce son grupos de diversas tendencias políticas –unas contestatarias, otras anarquistas- que no tienen líderes visibles, pero sí estrategias de comunicación horizontal, a través de la Internet, que buscan un mundo más justo, más libre y con fuentes de trabajo para todos. No se podría decir que estos grupos son ideológicamente puros, pero sí no partidistas y que privilegian la transparencia y el no registro.

Pero, ¿qué es lo que indigna a los ciudadanos? Indigna lo que sucede en el mundo: la situación de millones de pobres en el cuerno de África, que se mueren literalmente de hambre, mientras las grandes potencias dilapidan recursos en armamento; indigna el calentamiento global y sus secuelas, mientras las grandes potencias no firman el Protocolo de Kioto, que obliga a disminuir la contaminación; indigna el endeudamiento global, en tanto el peso de la deuda recae sobre los más débiles; indigna que la ONU siga con la estructura antigua y no de paso a la participación de todos los países del mundo; indigna la situación de millones de niños y mujeres, que mueren por causas prevenibles; indigna que muchos líderes no se indignen porque viven indiferentes y a espaldas de una realidad que merece un futuro diferente.

Ortega y Gasset, en la mitad del siglo XXI, escribió una obra maravillosa: ‘La rebelión de las masas’. Parafraseando a Gasset podríamos decir que en el siglo XXI está naciendo la rebelión de los manifestantes, bajo otros contextos y desafíos, y con un lema todavía abstracto: ¿Ciudadanos del mundo, uníos?