El alcalde Mauricio Rodas ha propuesto mejorar la convivencia, a través de un ‘compromiso quiteño’. ¿Por qué no pensar en nuevas y creativas formas de participación para construir la quiteñidad?
Quito ya no es la ciudad conventual de antaño
Es una metrópoli con más de dos millones de habitantes que mira hacia la modernidad, pero mantiene intactas sus tradiciones. Su condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad le da a Quito carácter y vigencia, especialmente su Centro Histórico, que en un futuro próximo deberá ser totalmente peatonizado.
• La quiteñidad
Es un concepto amplio y diverso. Amplio porque Quito es una ciudad cosmopolita, capital del Ecuador, porque en ella residen quiteños (residentes en Quito) y no quiteños –conocidos como chagras y de otras latitudes (cubanos, haitianos, venezolanos y colombianos, entre otras nacionalidades). Y diverso porque es un variopinto escenario de paisajes humanos, históricos y geográficos, que antes era calificado como un ‘fideo’, desde la Mitad del Mundo hasta Turubamba, y hoy es descrito por los especialistas como una ‘mano’, incluido los valles.
La quiteñidad es un concepto intercultural, que implica arraigo, pertenencia, unidad en la diversidad, inclusión, búsqueda y encuentro de seres y pareceres de diverso tipo. No es –con todo respeto- un patrimonio de los arquitectos y urbanistas, tampoco de los políticos y economistas. La quiteñidad es un espacio plural de los ciudadanos y ciudadanas –todos mestizos- que vivimos en esta hermosa tierra ecuatorial, donde tenemos nuestros hogares, nuestros trabajos y nuestros sueños.
Sí: los sueños de humanos y de miles de colibríes o quindes que gustan de los geranios y revolotean por los árboles nativos como los guaycos, la guaranga, el marco o altamisa, el zarcillo y la cumbayá para hacer escobas…
• ¿Qué es la ciudad?
Ítalo Calvino plantea en esencia un juego poético, donde lo fantástico y lo maravilloso se unen a la realidad creada por él mismo. ‘Las ciudades invisibles’ constituyen ‘el último poema de amor a las ciudades’.
En este clásico de la literatura publicado por primera vez en Italia, en 1972, Calvino pregunta: ¿Qué es la ciudad? Y responde: ‘Creo haber escrito algo como el último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades’. Cierto. Por eso Calvino considera a ‘las ciudades invisibles como sueños que nacen del corazón…’
‘Las ciudades son un conjunto de muchas cosas –reconoce Ítalo Calvino-: memorias, deseos, signos de un lenguaje; lugares de trueques… no solo de mercancías, sino trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. Por eso, ‘mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices, que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices…’
• La utopía imaginada…
Luego de leer a Calvino sobran las retóricas o el listado de buenas intenciones que nos recomienda la burocracia. La utopía imaginada es muy simple. Lo enseña Calvino: queremos una ciudad-libro, que se abra para construir una ciudad donde vivan ciudadanos felices… ¿Y dónde nace este sueño, esta utopía? En el corazón, en los corazones de quiteños y no quiteños. ¡Pero para amar con el corazón a Quito hay que conocerla!
Quito tiene problemas concretos propios de las ciudades infelices (inseguridad, suciedad, caos en la movilidad, inequidad y otros atavismos), pero más son sus maravillas, que hacen de Quito una ciudad diferente: su gente, sus museos y conventos, sus monumentos, sus callejuelas llenas de historia, sus personajes, tradiciones y leyendas, sus cartas geográficas, sus precursores, mestizos e indígenas valientes que lucharon por la libertad, y ciudadanos y ciudadanas de a pie –comunes y silvestres, pelucones o no, con herencias o sin herencias-.
Por eso, vale la pena recordar que ayer la opción fue la libertad política; hoy es urgente la libertad económica y educativa, que capitalice la eficiencia y la solidaridad con una democracia plena y un nuevo proyecto de ciudad en ciernes.
La ciudad-libro significa ‘leer’ las realidades que coexisten: los rostros de la pobreza y la pobreza extrema, así como las otras ‘pobrezas’ (las morales: los niños trabajadores, los cargadores, las lavanderas, los alcohólicos, los drogadictos y mendigos), y la monumentalidad de su arte –especialmente religioso- y los nuevos escenarios de la modernidad, que se expanden por los valles. En esa línea de pensamiento hay un corpus muy claro en favor de la inclusión real; es decir, no solo planificar la regeneración urbana sino la regeneración humana, fundamentalmente. ¡Y evitar en Quito toda forma de esclavitud, que todavía subsiste!
• Cátedra de la quiteñidad
Para completar esta reflexión merece considerar que los estrategas tienen en la historia de Quito, una cantera enorme de ideas para convertir la ciudad antigua en un museo vivo –peatonizado-; que se abra la cátedra de la quiteñidad y se enseñe en todas las escuelas, colegios y universidades, y se forme al ciudadano-peatón/conductor desde que nace, para lograr una ciudad ordenada y segura.
Quito debe ser rediseñada para andar con seguridad, para disfrutar de sus microclimas y paisajes, para conversar en espacios públicos amigables, para practicar deportes y recreación, para encontrar lugares de encuentro y disfrutar de su historia.
• Recuperar el cabildo
Es urgente, además, recuperar el cabildo en cada comunidad para descentralizar la gobernanza y construir redes sociales –mediante el gobierno electrónico-.
Manuel Castells y Giovanni Sartori tienen propuestas originales para construir las ciudades del futuro, donde lo digital va de la mano de otras experticias para construir ciudadanía y así romper, progresivamente, el círculo vicioso de la anomia y la indiferencia. Porque el denominado ‘compromiso quiteño’ no es individual sino plural.
Quito desde su fundación ha sido una ciudad universitaria. Hoy en día, debe recuperarse esta condición mediante una relación más próxima entre Quito con la academia, la investigación y la vinculación con la comunidad.
Y crear con urgencia una red de bibliotecas que nutran de sabiduría, historia e identidad. ¡Quito espera su liderazgo, Mauricio!¡Ese es su compromiso!