Un conversatorio en la Flacso, Sede Ecuador, unió en días pasados a especialistas para compartir tres casos de ciberactivismo en el contexto ecuatoriano. El tema fue oportuno: ‘¿El nuevo ágora es digital? Tecnología, participación ciudadana y esfera pública en el Ecuador’. Hallazgos y perspectivas.
El mundo ha cambiado irreversiblemente. Y no se diga la política y la acción política con el concurso de la comunicación, a través de las redes sociales que, hoy por hoy, están reconfigurando el poder antes institucionalizado y normativo, por otro virtual, ciudadanizado y viralizado.
El encuentro en la Flacso -organizado por Grupo Faro– reunió a investigadores que trabajan en un tema que, hasta hace poco, era tabú: la influencia cada vez creciente de la Internet, en las movilizaciones sociales y en las opciones políticas, que generan otros tipos de convocatoria y participación, antes inéditos, que proponen nuevos desafíos para el Estado y, por supuesto, para la ciudadanía que ha comenzado a ‘calentarse’ a nivel global.
Intervinieron Bernardo Sorj, profesor visitante del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Sao Paulo, Brasil, que dirige el proyecto regional ‘Plataforma democrática’; y Orazio Bellettini, Adriana Arellano y Hugo Carrión, investigadores de Grupo Faro, Ecuador.
Un punto de partida: ‘on line’ y ‘off line’
Para comprender el ciberactivismo hay que ubicar primero los conceptos ‘on line’ y ‘off line’. Cuando usted está ‘on line’ significa que ha ingresado a la Internet y utiliza programas de correo electrónico, web y otras aplicaciones con nombres de usuario personalizados y claves para comunicarse y estar informado sobre temas de interés. En otros términos, mediante estos recursos tecnológicos usted está ‘conectado’. Según estudios existen más de diez millones de ciudadanos ecuatorianos conectados o en red.
¿Y cuándo usted está ‘off line’? Muy sencillo: cuando no se halla conectado; es decir, cuando no usa este tipo de tecnologías. En otras palabras, cuando cualquier acción la efectúa de manera presencial, cara-cara o en grupo, en la forma tradicional de interrelacionarse. El ciberactivismo se explica y se realiza ‘on line’ y no ‘off line’.
Las tres olas
El experto Bernardo Sorj identifica tres olas o ámbitos de la sociedad civil:
1) La sociedad civil representativa, que aglutina a grupos organizados en sindicatos, asociaciones, clubes, gremios que son estructuras formales con sus propios estatutos;
2) La sociedad civil expresada en las ONG (Organizaciones No Gubernamentales), que tuvieron su apogeo en décadas pasadas. No representan a sectores de poder específicos, pero realizan activismo social importante, en los campos de la infancia, el ambiente, la salud, la educación, los derechos humanos, los indígenas, las micro empresas, el feminismo, las discapacidades, entre otros; y,
3) La sociedad civil articulada al ciberactivismo, que se caracteriza por la utilización de las herramientas tecnológicas para promover ideas, proyectos sociales, movilizaciones y acciones donde los principales actores son los ciudadanos y ciudadanas que se auto convocan para emprender algo, bajo lemas, consignas, denuncias y nuevas formas de activismo electrónico. Surgen así demandas y agendas sociales realistas y otras utópicas, que impactan al poder constituido legalmente. ¡Y ante estos espacios –llamémoslos virtuales- han nacido la calle, las plazas y los plantones como escenarios de los ciberactivistas!
¿Un nuevo poder en ciernes?
Al respecto caben algunas preguntas: ¿El ciberactivismo implica el advenimiento de un nuevo poder o contrapoder? ¿Y qué pasa con los medios de comunicación tradicionales? Algo muy cierto es que el denominado ‘clic activista’ está vivo, y con resultados imprevisibles. ‘Los indignados’ en Europa (España, Inglaterra, Francia y Alemania), y la trifulca en Egipto que derrocó a Murabak son algunos ejemplos.
Frente a estos procesos inéditos algunos Estados han diseñado sistemas para ‘controlar’ a los blogueros o a regular el uso de la Internet como sucede en China, Cuba y otros países. Y los centros de inteligencia y contrainteligencia cobran vigencia para crear ‘listas negras’ o hacer seguimientos de personas y opiniones, supuestamente comprometidas en acciones ilícitas.
Pero hay otras preguntas, asimismo, importantes: ¿Quién o quiénes se apropian de estos procesos de ciberactivismo? La dinámica es compleja, de acuerdo a Bernardo Sorj. ¿La gente que transmite información se considera activista? ¿El Facebook entra en la esfera pública o es exclusivamente privado? ¿Cuáles son sus alcances y límites? ¿Y la ciberseguridad?
Es evidente que estamos frente a un fenómeno nuevo que, según Orazio Bellettini, está ‘cambiando las relaciones de poder’, entre el Estado y la sociedad civil, entre lo público y lo privado.
Los casos estudiados
El caso del 30 de septiembre es ilustrativo –según Hugo Ramos- de un hecho evidente: que ‘las manifestaciones en el Ecuador se transmiten en línea y que el clic del activismo funciona’. Este hecho demostró a la opinión pública, que las tecnologías de información y comunicación ahora son herramientas alternativas y democratizadoras del acceso a la información. ‘Los ciudadanos comenzaron a informar a los ciudadanos’. Y aunque se nota la fragilidad de la información digital, esta información en tiempo real debe ser reconocida como parte un fenómeno global de progresiva importancia.
El proyecto ‘Quito, yo me apunto’ nació en Quito, en 2011. Una de sus promotoras fue María Sara Jijón C., directora de Acción Emprendedora. Este proyecto es un espacio natural de expresión de diversas de opiniones a través de Facebook que, con 4500 miembros, contribuye al desarrollo humano y urbano de Quito. Combinó estrategias ‘on line’ con ‘off line’, y respondió a desafíos concretos. Un punto crítico fue la llegada de los ‘trolls’ (mensajes ofensivos).Con el anterior gobierno municipal tuvo contrapuntos, pero hoy existen puentes de comunicación.
El caso ‘Yasunidos’ –presentado por la investigadora Adriana Arellano- reveló un proceso de activismo social y ecológico que operó desde 1989, y que tuvo repercusiones nacionales y mundiales, en 2014, a raíz de la recolección de más de 700 mil firmas para solicitar una consulta popular sobre la extracción de crudo en el parque Yasuní, uno de los sitios de mayor biodiversidad del planeta. La idea central de esta iniciativa fue ‘que el pueblo es el que debe decidir si se explota o no el petróleo en el Yasuní’. El resultado, como se sabe, fue negado por parte del Consejo Nacional Electoral. Pero la experiencia movilizadora a través de las redes sociales fue positiva.
Hallazgos y aprendizajes
El ciberactivismo está ya instalado en la plataforma política. No hay reversa. Esta modalidad de activismo incluye sistemas de movilización, estrategias, tácticas y movimientos alternativos que planifican ‘on line’ y ‘off line’ marchas, eventos, reuniones, recolección de firmas, ruedas de prensa y acciones de apoyo o protesta.
En otras palabras ‘la autocomunicación de las masas’ –según Manuel Castell- constituye un hecho real, concepto recogido por Orazio Bellettini. En la actualidad el ciudadano es a la vez emisor y receptor, y se eliminan progresivamente las mediaciones. Tiende a prevalecer el pluralismo y nuevos tipos de gobernanza de la comunicación, que es espontánea y curiosamente acéfala.
Bellettini se pregunta si está naciendo un Leviatán digital. El Leviatán es el monstruo apocalíptico, de muchas cabezas, inmanejable y poderoso. ¿Cuál sería el papel del Estado o de la comunidad internacional frente a este engendro? ¿Es que está germinando una nueva ágora digital?
Bernardo Sorj subraya que ‘la lucha política está pasando irremediablemente al mundo ‘on line’’. El punto clave, según el investigador, es la responsabilidad (civil-civilizatoria). ‘Hay que reconocer que el mundo ‘on line’ es salvaje. Ante esta situación no hay otra alternativa que valorizar las experiencias virtuosas, y generar nuevas opciones para un diálogo creativo’.