La Silla Vacía

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¡El 'otro', ese desconocido!

Nunca será tarde recordar que los seres humanos no existiríamos si no hubiésemos nacido en una familia, reconocida como útero social, que marcó procesos e hitos a lo largo de nuestra historia. En ese escenario nació el “yo”, el “tú” -llamado también el “otro”- y el “nosotros”. ¿Cuándo el “yo” se cargó de individualismo y excluyó al “otro” para formar una sociedad de desiguales? Existen varias interpretaciones.

El tema es, de hecho, filosófico porque entraña la naturaleza del ser y de la persona humana –que es ontológica y relacional-. Y también es de carácter antropológico y psicológico, cuya explicación supera la extensión de un micro ensayo.

• Ideas preliminares
Para empezar es necesario insistir en dos procesos claves en el escenario civilizatorio: la personalización; es decir, el ámbito en el cual se forma la persona humana, como ser único e irrepetible, dotado de derechos y deberes, y la socialización –saturada de sensibilidades- que hizo posible el cumplimiento de varias fases: de la dependencia extrema, a la independencia, y de la independencia a la interdependencia.

Jean-Jacques Rousseau, en “El Contrato Social” y en “El Emilio”; Thomas Hobbes, en “El Leviatán”; Teilhard de Chardin, en “El fenómeno humano”; Sigmund Freud, en “Tres contribuciones a la teoría sexual”; Karl Marx, en “El capital”; y, Ralf Linton, en “Estudio del hombre”, entre otros, analizaron estos fenómenos desde diferentes perspectivas.

En esta diversa trama de enfoques se reconoce que ese núcleo primario -que es la familia- dejó intactas las raíces del individualismo, la lucha por el poder, el territorio, la sexualidad y ese adminículo tan apreciado y detestado: el dinero. Así, la vida biológica y psicológica que al principio fue parte de un estado natural, con el tiempo pasó a convertirse en un sistema creado –lo más correcto sería decir “programado”- que estableció modelos normados por la ‘realidad’ que consolidó esa parafernalia centrada en los intereses e iluminada, supuestamente, por la razón pero caracterizada por la fuerza. El “ego” había triunfado sobre el “otro”.

• Nuevas tendencias
En el siglo XX aprendimos en la academia las dos fases o mundos entonces conocidos: el capitalismo y el socialismo. Y como contrapartida, la gran disyuntiva entre el individuo y la sociedad, como ejes de modelos de pensamiento que dividieron a la humanidad. Más tarde se inventó la denominada ‘tercera vía’, con los aportes de la teología de la liberación y de una iglesia que optó por los pobres: ni capitalismo ni socialismo, se dijo. Y en el siglo XXI aparecieron nuevas tendencias, luego de la caída de la URSS y los referentes nacidos de la globalización, la posmodernidad, la revolución tecnológica y el mercado como nuevo dios en todos los horizontes terrenales.

Francis Fukuyama, politólogo estadounidense, en su controvertido libro “El fin de la Historia y el último hombre”, publicado por Free Press, en 1992, traducido a más de 20 idiomas, sacudió el escenario internacional al ‘defender la teoría de que la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, y ha dado inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado que se ha impuesto a lo que el autor denomina ‘utopías’ tras el fin de la Guerra Fría’.

• ¿El fin del poder?
Pero el problema mayor todavía subsiste. Según Moisés Naím, en “El fin del poder” (Debate, 2013) sostiene que “el poder está cambiando de manos: de grandes ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes; de gigantescas corporaciones a ágiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las calles públicas”. Y esta lucha apenas se ha iniciado: los líderes dominantes pierden progresivamente poder y han nacido los micro poderes, que pueden derrocar a los dictadores, acabar con los monopolios y conducir al mundo a nuevas oportunidades o conducir al caos, según Naím.

La época que vivimos ha cambiado los referentes: los Estados tradicionales se reinventan; los Papas renuncian; la inteligencia y la vigilancia reemplazan a las normas que duermen en los códigos; los gobiernos están superados por la realidad y las demandas de la sociedad se transparentan a través de las redes sociales. ¿Y dónde queda el “otro”; es decir, la legión de pobres o candidatos pobres en un mundo marcado por la desigualdad?

• Las nuevas utopías
Los procesos desordenados de urbanización, el aumento progresivo de la población, el cambio climático, las guerras focalizadas y el escandaloso aumento de la migración, así como el círculo vicioso de la pobreza y pobreza extrema son, entre otros, caldos de cultivo de violencias de toda jaez que afectan a los Estados y gobiernos, y al núcleo central de la vida: las familias.

En este contexto, las nuevas utopías surgen como alternativas urgentes. Una de ellas es el redescubrimiento de la “otredad” o la existencia del “otro” ser humano. Y como resultado la posibilidad concreta de un diálogo profundo y estrategias para la búsqueda de encuentros, que podrían desembocar en pactos sociales, económicos y políticos. Una línea base podrían ser los derechos humanos como plantea Adela Cortina, en “La ética de los mínimos”.

La era de los “mínimos” ha llegado. Y que ese desconocido –el “otro”- sea visibilizado y entendido, que no está fuera, sino dentro. Probablemente en nuestro hogar. Comencemos allí la utopía de la construcción del “nosotros”.