La Silla Vacía

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Crónica divertida sobre la regla de cálculo, Copetti, el mimeógrafo y más

La era de la regla de cálculo, de la máquina de escribir, de los canuteros y secantes, de las tintas roja y azul, del radex y del mimeógrafo corresponde al pasado. Un breve repaso a estas herramientas históricas de la educación. Y nuevas lecturas sobre las herramientas de la información y comunicación.

• De la ‘PTL’ a las ‘TIC’

Los instrumentos o recursos didácticos que utilizaban nuestros maestros estaban centrados en el paradigma tradicional; es decir, en el modelo ‘PTL’, que equivale a pizarra, tiza y lengua. Y, por supuesto, en las modalidades para ‘dictar’ clase, con mucho amor, pero también con firmeza: ‘Si no estudias, ya verás. Te mando castigado a la biblioteca’. Y así por el estilo.

De todas maneras se pasaba ‘lindo’, en clases donde el profesor era poco menos que un ‘cuco’ –especialmente el de Matemáticas-, y las ‘materias’ algo del otro mundo, que teníamos que memorizar hasta altas horas de la noche, con velas incluidas, un poco de tostado o canguil… Con la modernidad la educación llegaron las denominadas ‘TIC’ –Tecnologías de Información y Comunicación-, y lo anterior sanseacabó.

• Las herramientas del pasado

Se dejó de lado algunas actitudes que hoy serían consideradas ‘bullying’, y también herramientas entonces útiles como la tinta china, los canuteros, las tintas rojo y azul para escribir caligrafía, los secantes, la máquina de escribir ‘Olivetti’, el radex para corregir faltas, el mimeógrafo de manivela –luego vendría el eléctrico-, las reglas de cálculo, el libro Copetti para aprender Trigonometría, los manuales Bruño, los famosos libros del ‘Escolar Ecuatoriano’, que nos hacían sufrir con tanto dato, y naturalmente, las clases de Literatura en las que aprendimos a recitar las ‘Odas’ gracias al puntero del profe –no de laser sino de palo- y a alguna lágrima de cocodrilo.

Escribir una crónica sobre estos artilugios resulta divertido. Y para no pasar desapercibido les invito a recordar algunas de estas inolvidables herramientas didácticas, que todavía perviven en nuestros recuerdos:

- La regla de cálculo. Para el profesor, la regla de cálculo –compuesta por dos o tres regletas blancas llenas de números, que se manejaban con las dos manos, para obtener información numérica-, servía, efectivamente, para realizar operaciones matemáticas, mediante aproximaciones, y también, de vez en cuando, para golpear la cabeza de aquellos estudiantes que frente a la pizarra se quedaban en babia. Por lo tanto, estas reglas eran efectivas. Después de las famosas tablas de multiplicar, en la primaria, el uso de las reglas de cálculo era obligatorio en secundaria. Ya pueden imaginarse por qué algunas personas dejaban la especialidad por las ‘benditas’ reglas de cálculo, ante lo cual lo mejor era esperar que se acabe la clase para ir al recreo que, según los investigadores, era lo mejor de la escuela.

- Los canuteros. La generación actual no sabe qué es un canutero. Es comprensible porque no vivió la época en que se escribía con canutero; es decir, con pluma y tinta no solo para aprender caligrafía sino porque el rasgado de la pluma le daba a cada alumno una personalidad. Y así escribieron los grandes escritores –con pluma, en ocasiones de gallina o de pavo-, pero para destacarse de un plumazo con un poema a la amada, conocida como Dulcinea. Y así, después de mucho tiempo, llegó la pluma fuente –para los pelucones-, los bolígrafos y más tarde los esferográficos que dañaron la letra a media humanidad. Antes, escribir con canutero era un encanto, excepto en tiempos de carnaval, cuando una bomba de agua malograba el trabajo de todo el año escolar…

- La tinta china. El dibujo artístico tenía un insumo maravilloso: la tinta china, con la cual hacíamos trazos magníficos, elaborábamos mapas, ríos, lagunas, montes, y también figuras de seres humanos, plantas y animales. La tinta china hacía entonces prodigios, y si usted ponía un poco de agua el resultado era portentoso: una aguatinta incomparable, inentendible, pero a todas luces… arte. ¡Todo por los chinos, que ahora están por todas partes!

- La máquina de escribir. Y para terminar este periplo por los recuerdos es bueno pensar en las adorables maquinitas –Urderwood fue mi primera ‘novia’- en las que aprendí a escribir con los dos dedos y a descubrir los primeros callos de mi vida: no en los pies sino en las manos. En efecto, era tan duro escribir, que después de tanto tecleo no había otra alternativa que lavarse las manos con aguasal, extender los dedos por el espacio y suspirar… hasta que llegue otra inspiración y otro dolor de dedos.
Correlato: si recuerda alguna herramienta ‘antigua’ no deje de aportar para reconstruir la prehistoria de nuestra educación. Bienvenidos.