La Silla Vacía

La Silla Vacía

Apuntes sobre la posverdad

Se dice que el sentido de la posverdad está en el sinsentido. ¿Un problema de semántica o un vocablo que retrata una sociedad en descomposición? ¿Una alegoría a ser debatida por los poetas en peligro de extinción o el manifiesto de una nueva filosofía que supera al absurdo, en plena sociedad del conocimiento? ¿Es que se han agotado las palabras para expresar los latidos del mundo de hoy, y ha habido la necesidad de crear la posverdad para creer que todavía existimos?

* Concepto e historia

En algunos foros se define a la posverdad como un neologismo que significa ‘mentira emotiva’, que intenta crear y modelar la opinión pública, donde los hechos objetivos tienen poca trascendencia ante las emociones y creencias personales. En otros términos, la posverdad se consolida cuando las ‘percepciones’ sobre la verdad tienen más impacto que la misma verdad. Por eso se habla de ‘mentiras piadosas’, o falsedades con ropajes o maquillajes de verdades encubiertas, en las cuales la manipulación y la propaganda son el caldo de cultivo de los proyectos políticos. De acuerdo a esta aproximación conceptual, la posverdad no es neutra; la utilizan todos los partidos políticos, todos los países y sus equipos propagandísticos.

Según el diccionario inglés Oxford, el término posverdad fue usado por primera ocasión en 1992, por el dramaturgo serbio-estadounidense Steve Tesich en The Nation. David Roberts acuñó el término el 1ro. de abril de 2010, en una revista electrónica, quien la definió como ‘una cultura política en la que la política -la opinión pública y la narrativa de los medios de comunicación- se han vuelto casi totalmente desconectadas de la política pública (la sustancia de lo que se legisla)’. El diccionario mencionado declaró a ‘post-truth’, como la palabra internacional de 2016, citando un aumento de 2000% en su uso, en comparación con 2015.

* La verdad: apretada síntesis

La verdad es una pregunta central de la filosofía. Los griegos apostaron por la verdad; es decir, por el ser o la substancia que se expresa en la naturaleza de las cosas. A su tiempo Jesucristo dijo: ‘yo soy el camino, la verdad y la vida’, y que ‘la verdad os hará libres’. Cuando Paulo de Tarso llegó a Arenas encontró una placa en la que se leía: ‘al dios desconocido’. Y durante todos los siglos venideros –incluidos los escolásticos- la verdad fue siempre el centro de las discusiones filosóficas y teológicas, en virtud del imperio de la Lógica y la herencia aristotélica del juicio correcto frente a las falacias del mundo.

Con el advenimiento de la ciencia moderna, la verdad siguió en pie, pero atada al fenómeno que debió ser comprobado mediante el método. Y surgieron las ciencias naturales donde la realidad es la nueva ‘verdad’ a ser explicada y descrita. Como resultado, las tecnologías o ciencias aplicadas o herramientas se convirtieron en objetivo, y comenzó a ‘licuarse’ la modernidad en los términos de Zygmunt Bauman, y el virtual destierro de la Lógica, en aras de la secularización, el consumismo y la supuesta muerte de la verdad.

* La verdad factual en declive

Cuando el mundo de la verdad salió de los claustros y se convirtió en realidad gracias a la ciencia, nació la denominada verdad factual, es decir, cifrada en los hechos a ser demostrados por el método científico, no solo en el ámbito del conocimiento sino en la política, la economía y la cultura, pero siempre elusiva y provisional, de manera especial en el espacio político. Más la verdad factual comenzó a perder terreno. Surgió, entonces, una idea preliminar sobre la posverdad como resultado de la pérdida progresiva del valor de los hechos en el debate público que, en principio, no serían suficientes para configurar las creencias u opciones por parte de la opinión pública.

Se ha hablado en los últimos tiempos de ‘hechos alternativos’, que antes se inscribían en el arte de la disimulación, que disfrazan viejas prácticas reconocidas magistralmente como falacias por Aristóteles, y tan bien descritas por Maquiavelo, para quien ‘el engaño existe siempre y cuando exista el agente a quien engañar’.

Algunos ejemplos retratan lo dicho: los problemas del actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y los supuestos datos filtrados por la inteligencia rusa en contra de la candidata demócrata Hilary Clinton; la guerra de mensajes del líder de Corea del Norte, Kim Jong-In, y sus amenazas a Occidente; la separación del Reino Unido de la Comunidad Europea, entre otros.

* Construcción o imposición

De lo dicho hasta aquí se infiere que la posverdad no es una novedad narrativa; tampoco una mentira literal. La verdad es un problema filosófico evidente que deja rupturas, escepticismos y complejidades sobre todo en el lenguaje, donde la verdad y la mentira han causado no pocas confusiones entre los pensadores, quienes no lograron establecer los alcances y límites entre lo bueno y lo malo, lo digno o lo indigno, la sabiduría y la ignorancia, lo justo y lo injusto…

Los aportes de Foucault, Rorty y Vatimo intentaron poner término a esta supuesta dicotomía, cuando dijeron que ‘la verdad depende casi siempre del punto de vista de quien la formula, y que se deriva de un proceso de construcción –o imposición- social. Por eso, una línea de concepción de la posverdad es el lenguaje y su articulación necesaria con los escenarios de la vida, que bien podrían configurar el neolenguaje de las denominadas comunidades digitales, según comentario del prof. Manuel Arias Maldonado, profesor titular de Ciencia Política en la Universidad de Málaga.

* Emocionalidad

Otras variantes no menos importantes de la posverdad son las influencias cada vez notorias de la emocionalidad que imprimen los discursos, ahora amplificados por los medios de comunicación no tradicionales y las redes sociales. La digitalización de la conversación humana, por ejemplo, es un serio indicio del cambio en las que actúan supuestas ‘máquinas polarizadoras’, que podrían causar caos y nuevas fragmentaciones, no solo en el ámbito global sino regional y local.

¿Ha comenzado a actuar la ‘retórica persuasiva’, que se desentiende de la verdad? ¿Estamos cayendo en un ritual donde la supuesta verdad se relativiza, al extremo de causar olas de datos –transmitidos y retransmitidos- no confirmados ni contrastados, instalados en supuestos subjetivos y opiniones sin argumentos?

De los resultados de los estudios sobre la racionalidad y la afectividad de las necesidades de la gente, dependerán, en gran medida, las estrategias políticas del futuro. Que los ciudadanos del estado llano tomemos consciencia del fenómeno, para no caer fácilmente en manipulaciones de cualquier especie. Y que la posverdad no conspire con la verdadera democracia.