La Silla Vacía

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Alfabetización ética: la puntualidad

La puntualidad es un valor social. Significa llegar a tiempo a las actividades académicas sociales, económicas y culturales. En ciertas sociedades atrasadas la impuntualidad goza de prestigio, pero en la mayoría sí tiene importancia. ¿Dónde se aprende a ser puntuales? En general, en la primera comunidad -la familia-, y se fortalece en la escuela. Aprendamos a ser puntuales, en el contexto de una urgente alfabetización ética.

La impuntualidad es una situación anormal que se observa en varios escenarios. Para los sociólogos es una manifestación de mala educación o de inobservancia de una regla básica de convivencia. Otrora, tenía visos de prestigio; sin embargo, en la actualidad se supera, poco a poco, la cultura del atraso que mantiene a los pueblos atrasados, subdesarrollados y dependientes.

La señora disculpa
Existen personas que se atrasan a todo: a las citas personales y comerciales, al trabajo, a los actos religiosos, a las reuniones pactadas e, inclusive, a las invitaciones y a los viajes. Esta mala costumbre tiene consecuencias, que algunos especialistas han calculado. Pero más allá de los costos financieros, la impuntualidad refleja una condición cultural decadente y pobre, que nos retrata de cuerpo entero.

La impuntualidad está relacionada con otra falencia asimismo destacable: la disculpa. La disculpa es hija de la impuntualidad, porque permite, en ciertos ambientes sociales, “explicar” este problema aunque no logra convencer, porque en realidad la impuntualidad –salvo casos extremos y excepcionales- es inexplicable.

Las causas de la impuntualidad están en la propia familia. Padres puntuales forman hijos puntuales, y viceversa: padres impuntuales forman hijos impuntuales. De ahí la importancia de insistir en la práctica de los valores familiares, que contribuyen a integrar una conciencia moral, donde el respeto a sí mismos y a los demás es el eje de las relaciones interpersonales.

La puntualidad se aprende
En los ámbitos escolar y laboral, la impuntualidad representa una característica de atraso social y de desorganización, sin descontar las pérdidas económicas que pueden ser verificables. Si los costos económicos son cuantificables, hay otros que no son recuperables: el tiempo perdido, los nervios destrozados, la tranquilidad y la quiebra de la disciplina individual, social e institucional.

Ser puntuales no cuesta nada. Para algunas personas puede significar algún esfuerzo adicional, como levantarse temprano, o prever el tiempo o la distancia para desplazarse de un lugar a otro. Pero en general, la puntualidad deja buenos recuerdos. La puntualidad comienza como un hábito, se perfecciona como actitud y se consolida como un valor.

La disciplina de la puntualidad comienza por casa y se afirma en la escuela, donde a veces se utiliza el premio o el castigo. Sin embargo, para crear una cultura favorable a la puntualidad se necesita mucho más que estímulos psicológicos y económicos. Es importante dar ejemplo, evitar la excusa, la mentira piadosa y el cálculo disimulado, que disfrazan en la práctica comportamientos irregulares.

Los pueblos puntuales –los alemanes y los norteamericanos son ejemplos- han logrado metas gracias a su férrea disciplina, entrega, decisión y puntualidad.

La puntualidad se aprende. Al descubrir el valor del tiempo estamos creando un modelo de sociedad diferente. La ciudadanía, en este sentido, se nutre de valores como la puntualidad, como derechos y deberes de todas las personas, sin excepción. La verdadera ciudadanía implica, entre otros factores, respetar los “tiempos” de las personas y de las comunidades.

Derechos y deberes
La puntualidad tiene relación directa con los derechos humanos y los deberes correlativos. Si somos puntuales incorporaremos un “valor agregado” a nuestras relaciones sociales, educativas y productivas.

Los docentes tenemos que trabajar con la puntualidad como un valor digno de estimarse y reconocerse. El primer paso es dar ejemplo; el segundo, compartir experiencias y beneficios que obtienen las personas puntuales; y el tercero, identificar los problemas de impuntualidad y abordarlos en contexto, nunca separados de la realidad. Solamente así se construirán aprendizajes significativos.

Instancias de la labor educativa
El valor es la convicción razonada de que algo es bueno o malo para llegar a ser humanos. El contravalor es, en cambio, todo aquello que dificulta llegar a ser más y mejor persona, y que le restará rasgos de humanidad. La puntualidad es un valor y la impuntualidad un contravalor. La sociedad reproduce estos valores y/o contravalores a través de sus miembros, mediante sus instancias socializadoras: la familia, la escuela, las asociaciones y el propio Estado.

La puntualidad tiene importancia porque se explicita en el plano individual y se reafirma en el colectivo, a través de comportamientos verificables. Así, el desarrollo de la personalidad, el pensamiento crítico, la solidaridad social, el respeto mutuo, la puntualidad y el juicio moral autónomo son partes esenciales de una alfabetización ética, que debe emprenderse no solo en las familias y las escuelas sino en toda la sociedad.