El guapo de la barra

Lo que otros callan por temor o timidez, aquí se lo dice sin anestesia. Es comentarista de fútbol de EL COMERCIO.

Alejandro Ribadeneira

Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central. Es periodista desde 1994. Colabora con el Grupo El Comercio desde el 2000 y se ha desempeñado en diversos puestos desde entonces. Actualmente ocupa el cargo de Editor Vida Privada.

Liga profesional: ¿los clubes saben en lo que se meten?

La decisión está tomada y no se dará un paso atrás ni para tomar impulso: los clubes del Ecuador rompen el vínculo (¿y la sumisión?) con la Federación Ecuatoriana de Fútbol para, ahora sí, organizar el Campeonato y velar por el desarrollo del fútbol profesional. Hay tres grandes ámbitos, sin embargo, que se deben considerar en el inicio de este apasionante pero complicado proyecto de dejar atrás el tercermundismo:

1. Evitar la politiquería
Como decía Aristóteles, somos animales políticos y en Ecuador, si no se conversa de fútbol, se conversa de política. Y pedir que un político como, por ejemplo, José Francisco Cevallos, elija entre el equipo y el Gobierno es controversial, aunque es evidente que este exarquero está decidido a ser funcionario público como medio de vida. El problema está en que varios clubes han sido usados como plataforma politiquera de ciertos caciques, que le dieron prioridad a eso, a sus cálculos electorales, y no al desarrollo del club. Una liga profesional no puede funcionar con clubes convertidos en maquinarias electorales. En estos años presenciamos, además, una altísima politización de la Ecuafútbol, que explica en parte el descalabro del balompié nacional. No se ganará nada si la liga profesional mantiene esa tentación de agradar al poder de turno y de ser un engranaje del estado de propaganda.

2. Ver más allá de los derechos de TV
También sería un error si los dirigentes asumen que la fundación de la liga profesional les dará dinero en cascadas porque ya controlan los derechos de televisión. La coyuntura ha sido, penosamente, la pugna por esos derechos, y es factible que algunos dirigentes hayan apoyado este cambio pensando en que saldrán rápidamente del déficit. Pero la gran meta no está ahí, sino en la profesionalización misma de los clubes. Lo que necesita el país son entidades que no solamente sean representadas por un plantel cada fecha, sino que posean una estructura con divisiones menores, divisiones femeninas, profesionales especialistas en diversas áreas (es increíble que equipos de Serie B no paguen un doctor) y, obviamente, infraestructura adecuada. Ojalá que el camino elegido con los derechos de imagen otorgue los recursos necesarios, y ojalá que esos recursos no sean despilfarrados. Postdata: La liga excluye al fútbol femenino, lo cual es una pena.

3. No todos están preparados
Es evidente que no todos los clubes están listos para enfrentar este reto de separarse de mamá Federación, de los luchitos y los carlitos. Pero es normal porque los clubes no son iguales ni tienen por qué serlo. Hay populares, hay otros meramente institucionales y otros sostenidos como parte de un proyecto financiero-deportivo. Hay clubes con estadios y otros que apenas se entrenan con dignidad, a veces sin agua ni transporte. Pero todos deber ir unidos para que la liga profesional se convierta en un modelo de éxito que equipare la competencia. La transparencia y la fiscalización de los recursos generarán malestar a más de un cacique, por lo que se vuelve de prioridad un gran acuerdo para que cada club que compita lo haga con un mínimo de requisitos, y entre esos debería estar la ausencia de déficit. No es fácil ponerse de acuerdo. No es fácil ceder. No es fácil aceptar que otros sean más populares y, por eso, más atractivos para, por ejemplo, los horarios de televisión en Estados Unidos, donde ya se mira el fútbol ecuatoriano. Pero de esto se trata, de dejar de mirarse el ombligo. ¿Están los clubes listos para esta oportunidad, quizás la última, de ser dueños de su destino? Se verá.