Han pasado 10 cotejos y Guillermo Almada no ha podido demostrar con Barcelona SC por qué lo apodaban el Pep Guardiola de Uruguay. Bueno, es obvio que tremendo apodo no era por los títulos (carece de alguno) sino por el estilo de juego que exhibió en River Plate de Uruguay. Eso convenció a los (¿despistados?) dirigentes canarios, que creyeron que Almada podría lograr que BSC jugara de manera ofensiva, colectiva, triunfal. Es decir, había la esperanza de un proceso a mediano plazo que debería empezar, siendo optimistas, en la segunda fase del Campeonato.
Pues no. Este Pep no tiene nada de tiqui-taca, posesión a ultranza de la pelota ni mucho menos ataque con tres hombres habilidosos en todos los frentes. Almada, conforme avanzan los partidos, más bien ha rendido culto al pase largo, arma que funciona sobre todo cuando se cuenta con buenos pasadores y con delanteros tipo ‘Tanque’ Hurtado, que ganan las espaldas de los zagueros, corren, aplican potencia y definen. Pero Almada es el rey del pelotazo sin sentido, pues no hay delanteros que puedan sacarle partido al redundante balón llovido.
Por supuesto, el horrible estilo de juego que ha mostrado Barcelona en lo que va de la fase no es solamente responsabilidad del entrenador, que no ha podido contar siempre con jugadores como Matías Oyola, Oswaldo Minda, Pedro Pablo Velasco, Tito Valencia y Ely Esterilla, que han sufrido lesiones, por lo que ha debido inventarse algunas fórmulas ante las emergencia.
Una de ellas es utilizar a William Erreyes como lateral derecho, quien en realidad rinde más como volante por ese costado. Otra idea de este Pep ha sido mandar a Jeison Domínguez por la izquierda, a pesar de que no domina ese perfil. Eso ha generado que Barcelona no sea peligroso por los costados y que Brahian Alemán, el crack del plantel, se quede sin socios en estribor y babor.
A eso se suma el evidente desconcierto de la zona de ataque y el bajísimo rendimiento de varios jugadores, quizás afectados por el atraso en sus salarios o porque simplemente no entienden a Almada. Por eso el juego en cancha se ve trabado, anodino, sin efectividad en el traslado de la pelota y con énfasis en los pases largos para ver qué puede hacer Blanco, Esterilla o Alemán. Resultado en esta fase: mediocridad pura, con siete goles a favor y siete en contra, tres victorias y tres derrotas, y la mitad de la tabla. El verdadero Pep habría encontrado la manera de resolver este lío. A ver cómo sale el Pep de El Salado.