Desde la tranquera

Desde la tranquera

Las tres lecciones de 'John Oliver on Rafael Correa'

OPINIÓN
John Oliver talvez es uno de los mejores y más finos cómicos del mundo. Pero esta vez, en su más reciente show, no solo trajo risas sino una caja de herramientas para que los ecuatorianos activen algunos mecanismos de reflexión que han estado obstruidos durante los últimos años.

Uno de ellos es la capacidad de ver el ridículo que tienen ciertos hechos a los que nos hemos acostumbrado a mirarlos a través de la lente de la indignación o de la incondicionalidad.

Oliver, en sus más o menos cuatro minutos que dedicó a caricaturizar al Presidente del Ecuador, nos recordó cuán absurdo, gracioso y hasta trágico puede ser, por ejemplo, que un Jefe de Estado declare una guerra en redes sociales.

Cuando Correa anunció hace 15 días que iba a desplegar toda una estrategia oficial para combatir a las cuentas de redes sociales que lo atacan, disparó indignación, en muchos casos, y adherencias, en otros. Pero la actitud de la sociedad ecuatoriana fue de severidad y solemnidad. Indignados unos y aplaudidores otros, pero siempre severos y solemnes. Oliver, en cambio, desnudó el absurdo -que raya en lo catastrófico- que significa que un Presidente “dedique 15 minutos de un mensaje al país a convocar a trolls” a una guerra en contra de sus detractores en las redes.

Luego de colocar una imagen en la que se ve al Presidente afirmando que la página de Facebook de Crudo Ecuador está “llena de basura”, aparece Oliver llevándose las manos a la cabeza en un gesto que no se sabe si es de incredulidad o de sorpresa, diciendo una verdad monumental: “¡sí señor Presidente, claro que tiene basura, para eso está Facebook!”. ¿Por qué no fuimos capaces de reírnos de algo así, como lo hace Oliver, en lugar de enfurecernos? Es triste constatar que los ecuatorianos no supimos reírnos como él.

Otra llamada de atención que nos hace este cómico inglés, y esta es grave, tiene relación con la forma en que estamos asumiendo y aceptando el manejo que hacen nuestros funcionarios, en este caso el Presidente, de la imagen del país. En el show, no solo es la figura de la Presidencia de la República la que queda gravemente herida con las apariciones de un payaso, sino la del Ecuador, que luce como una de esas republiquetas tropicales que aparecían en ciertas malas películas de los 80. ¿Un Presidente que recurre a un payaso para dirigirse a sus mandantes? ¿Un Presidente que rompe periódicos en vivo y en directo? ¿Un Presidente que aparece fotografiado unido a otro clown con un calzoncillo gigante?

Es muy probable que la comedia de Oliver servirá para que recordemos que los ecuatorianos pagamos sueldos, con nuestros impuestos, a funcionarios que entre sus responsabilidades tienen las de precautelar la imagen de las instituciones para las que trabajan y para el país que representan. Cada aparición pública de un mandatario burlándose o despotricando en contra de sus mandantes es un atentado a la buena imagen del país. Y eso es muy grave.

Una tercera reflexión que nos llega desde HBO es una que Oliver la hace con profunda sabiduría y gracia. Si usted quiere ser líder mundial, le dice palabras más palabras menos, tiene que aprender a ser tolerante porque los tolerantes son más fuertes. Y dice de forma jocosa algo que es terriblemente serio y aleccionador: “no es menos abuso lo que necesitas, sino más abuso”. Y coloca en la pantalla la cuenta que Correa tiene en Twitter para que su audiencia lo insulte. Porque para Oliver, en su gigantesca gracia y sabiduría, tiene mucha razón: a ti, poderoso, lo que te hace falta para ser un verdadero estadista es que te insulten más y que lo toleres todo.

La sorpresa de Oliver llega, además, justo semanas luego de que los contribuyentes pagáramos algo así como USD 4 millones en un comercial para promocionar la imagen del país, precisamente en el país donde más se mira a Oliver, que cuenta con una audiencia de 9 millones de personas. Con una caricaturización así del Ecuador, parecería que se borró con el codo lo que se intentó hacer con la mano.

Muchos dirán, y de hecho ya lo están diciendo, que John Oliver se está burlando del Ecuador. No creo que lo haga. Pero no lo culpen si lo está haciendo porque la culpa la tiene quien se ha dejado caricaturizar.