OPINIÓN
Pocos hechos han tenido un efecto tan traumático en la historia de las redes sociales ecuatorianas como la divulgación de fotografías íntimas, supuestamente de Mery Zamora. La ex dirigente del MPD, más de una vez, ha sido víctima de los ataques verbales del Presidente.
La decisión de tratar de destruir la vida privada y la dignidad de una persona causó una ola de rechazo, que es difícil recordar en la corta pero intensa historia de las redes sociales en el Ecuador. Quienquiera que haya concebido la idea de divulgar (¿o trucar?) esas fotografías debe tener la capacidad para imaginar los más bajos ataques a la condición humana. Esa persona o esas personas, sin duda, son capaces de cualquier cosa.
Del aparato institucional ecuatoriano, lo menos que sería de esperar es que se inicie una investigación del tema, como en efecto la Secom lo ha planteado este jueves 19 de febrero.
Pero un trauma tan inmenso como el que ha causado la divulgación de las fotos también podría convertirse en el motivo para que el Gobierno anuncie regulaciones para el uso de las redes sociales en el Ecuador, lo que hasta ahora había sido imposible por la impopularidad que aquello hubiera significado.
Horas después de la divulgación de las imágenes, cuentas en Twitter de personas afines al Gobierno e incluso de algunoque otro funcionario empezaron a colocar comentarios condenando la filtración y favorables a la regulación de las redes como una forma de evitar hechos como los del miércoles en la tarde. Tal es el caso de cuentas que generalmente colocan comentarios afines al gobierno como la de @LoydChannelo @santiduque7.
Pero el hecho se produce en circunstancias muy especiales, que merecen ser mencionadas. Días antes, el Gobierno había iniciado una peculiar campaña en redes sociales, auspiciada por el propio Presidente, para contrarrestar las voces incómodas para el Régimen en redes. La campaña “Somos más”, incluso, fue la que llevó al cómico inglés John Oliver a burlarse de la iniciativa presidencial.
Las redes sociales siempre han sido un espacio con el que la maquinaria de propaganda oficial tuvo problemas. Por estar fuera del ámbito de la Ley de Comunicación, las cosas que ahí se expresan están libres de la regulación de las instituciones creadas para controlar a los medios tradicionales. El Presidente, desde hace ya años, ha repetido cada sábado su indignación con algunas cosas que se dicen en ese espacio e incluso incorporó sin mucho éxito un segmento especial dedicado a redes en sus presentaciones de los sábados.
La conversación social que actualmente se produce en las redes sociales es quizá el espacio de construcción de política más importante que hay en el país.
Regular a las redes podría ser un objetivo político prioritario para un Gobierno nada afecto a que la opinión quede libre a cualquier forma de control, como lo evidencia el caso del caricaturista Bonil.
Queda por decir, además, que la divulgación de las fotografías logró que en las redes sociales se dejara de hablar, al menos con la intensidad con la que se venía haciendo, del episodio de Oliver. Un asunto, sin duda, muy incómodo para el aparato propagandístico del Régimen.
No debiera extrañar si el episodio de las fotografías de Zamora termina convirtiéndose en la ocasión para poner en vereda a tuiteros y facebooqueros que están por fuera de control oficial.