Aunque las declaraciones de Rafael Correa sobre Doménica Tabacchi fueron profunda y escandalosamente xenófobas, no se puede afirmar por ello que Correa sea conceptualmente un xenófobo.
Para ser un xenófobo en toda la extensión de la palabra hay que tener una trayectoria ideológica y un inventario de actos que así lo certifique. Y a Correa no le alcanza. Por lo menos por ahora no.
Me parece que las declaraciones del personaje de marras se deben, más bien, a factores mucho más próximos a sus condiciones sicológicas y a una profunda limitación intelectual.
No creo que cuando Correa dijo que una rubia con nombre extranjero no puede representar a las guayaquileñas, estaba realmente afirmando que la gente representa y se representa de acuerdo a una raza, un color de piel o de ojos. Correa, me parece, en su impulso por deslegitimar a la Tabacchi quien le había hecho sentir mal unos días antes durante el homenaje a José Mujica hizo lo que mejor sabe hacer: descalificar. Porque Correa tiene entre sus costumbres descalificar, sin importar cómo, a quien ha desafiado su autoridad y su forma de ver el mundo.
En ese sentido, creo que cuando Correa sintió el impulso de descalificar a Tabacchi se le juntaron traumas, complejos y resentimientos que evidentemente no ha podido procesar.
No hay que olvidar que no es la primera vez que insulta a otros utilizando el tema de los apellidos y del color de la piel (por ejemplo el insulto de coloradita a Janeth Hinostroza), lo cual hace suponer que ese tema le es particularmente sensible y estorboso.
Pero si las patéticas declaraciones sobre Tabacchi brotaron como resultado de un exceso de traumas, resentimientos y muy probablemente envidias, también es evidente que tuvieron un origen que no puede sino atribuirse a una escasa y débil capacidad intelectual. Por confesión del propio Correa sabemos que fue el discurso de Tabacchi, durante el homenaje al presidente uruguayo José Mujica, lo que lo molestó. Ahí, según sus propias palabras, la vicealcaldesa lo aludió sin mentarlo. Cuando uno escucha y mira el discurso de la Tabacchi, lo primero que nota es que, en efecto, el contenido estaba cargado de alusiones a conductas propias de Correa.
Sentirse aludido no requería de mayor inteligencia, todo lo contrario, pues era obvio que habían referencias a su forma de ser. Pero una mínima inteligencia bastaba para no darse por aludido. Apenas na pizca de capacidad intelectual e inteligencia emocional era suficiente para pretender que esto conmigo no es, hacerse el loco, mirar para otro lado y salir silbando por la vereda de enfrente. Pero no. Lo que hizo Correa es lo que normalmente haría el clásico personaje de aquellas historietas, donde el tonto grandulón y gallito de la escuela delata por sí solo todas sus burradas cuando salta a darse de puñetes al sentirse aludido por alguien.
Me parece que más que un comportamiento xenofóbico, lo que hubo tras las declaraciones sobre Tabacchi fue un despliegue singular de incapacidades emocionales e intelectuales. Tabacchi, sin proponérselo, lo desnudó íntegro y quedó como la inteligente del paseo.