Los historiadores de la revolución, señalarán posiblemente al 2013 como un momento clave para su proyecto. Este año, el grupo en control del Estado no solo consolidó una mayoría electoral con la que abolió de facto a la Función Legislativa, sino que dio pasos cruciales para hacerse del control de la comunicación, las organizaciones sociales, las universidades, los ciudadanos. Ha pasado, en pocas palabras, de un modelo de dominación mayoritario a uno hegemónico.
Me explico. En las elecciones generales que tuvieron lugar en febrero de este año, Alianza País a la par de que logró la reelección presidencial y el control total del Legislativo obtuvo una aplastante mayoría electoral con la que abrió el camino hacia un sistema unipartidista. Toda opción opositora fue arrasada y con ello el movimiento oficialista se erigió en único actor político con reales opciones de poder. Aquello es evidente de cara a las elecciones seccionales del próximo año, en las cuales las candidaturas no oficialistas con opciones de triunfo son excepcionales. Pero sobre esta base electoral y mayoritaria, hoy por hoy plenamente consolidada, el oficialismo ha emprendido la construcción de un proyecto hegemónico. ¿Qué significa esto? Significa basar su dominio ya no solo en el respaldo electoral sino en la conducción cultural, comunicacional e intelectual de la sociedad. El proyecto hegemónico de Alianza País estuvo de alguna manera detenido hasta el 2013. Aquello debido a que existía aún alguna resistencia social, comunicacional y parlamentaria. Sin embargo, las elecciones de febrero fueron el punto de inflexión para que el grupo en el poder, ya sin obstáculos legislativos y con una amplia legitimidad electoral, esté en condiciones de emprender su fase hegemónica. Expresiones inequívocas de ello son la aprobación de la Ley de Comunicación y la consagración de la autocensura en el país; la expedición del Decreto 16, con la que el Gobierno tomó una rienda represiva y controladora de las ONG (el caso Pachamama no puede ser más claro); la reciente aprobación del nuevo Código Integral Penal y su espíritu criminalizante de la disidencia; y el sometimiento de la Universidad ecuatoriana a partir del sistema de evaluación y categorización.
En 2013 cambió la lógica política del Gobierno. Hasta ahora solo buscaba popularidad y triunfos electorales; desde ahora, ya no conforme solo con eso, su objetivo es la conducción cultural y comunicacional de la sociedad y el control estatal de todas sus instancias: medios de comunicación, universidades, ONG. Esta nueva realidad se llama hegemonía; es incorrecto seguir denominándola democracia por más elecciones que se realicen y triunfos se celebren. En ella la disputa ya no es solo por el voto, sino por la mente de los ciudadanos .