El loft en obra muerta parece un lugar soso y sin grandes aspiraciones.
Se pusieron de moda hace unas décadas, en los años 70 para ser más exactos. Y, claro, aparecieron en la ‘Gran Manzana’, donde los sueños se hacen posibles. Originalmente, los lofts eran fábricas o bodegas abandonadas que eran alquiladas por artistas y personas bohemias para residir o montar sus talleres.
Con el tiempo adquirieron un aire de sofisticación y hoy son muy cotizados, explica Ana María Balda, decoradora y diseñadora de interiores.
Las características principales de estas estancias son: una planta libre o sin divisiones; ausencia de puertas, excepto en las áreas de baños; grandes ventanales y tumbados a doble altura… Un loft no posee muros de separación y, cuando se necesita de este elemento, se utilizan divisores de ambientes como modulares, libreros, biombos, mesones…
Por lo general, la decoración es minimalista y, a menudo, emplea elementos reciclados y antigüedades.
La tendencia, en cuanto al color de las paredes, apunta a la utilización del blanco -desnudo o pintado-, el mortero de cemento sin revoques y las maderas finas, dice Balda.
La escala de los grises y los beiges es la tendencia actual, pero se pueden combinar.
¿Cómo decorar una de estas estancias? Pues hay que hacerlo por espacios.
Para la sala, que casi siempre es espaciosa, Balda se valió de una paleta de colores fuertes, muebles modernos y de arte abstracto para dar vida y crear una conexión con las diferentes áreas de este loft.
Los muebles elegidos por la experta tuvieron inspiración retro. El tapiz estampado y sus formas le dan el toque retro chic a este espacio. Los accesorios fueron seleccionados con cautela, cuidando de mantener las líneas limpias y modernas del diseño.
El comedor escogido es moderno. Con cristal y madera combinadas. Las sillas son de cuero y la bufetera lineal.
El mobiliario ofrece un contraste rico a los tonos neutros de paredes, cortinas y pisos.