Omar Salgado sintió que perdía las fuerzas de sus brazos y que su vista comenzaba a nublarse. En menos de cinco segundos, el chofer de 46 años se desmayó mientras conducía un bus en la calle Queseras del Medio, a dos cuadras del Hospital Militar, en Quito.
Tras desplomarse sobre el volante del vehículo, el controlador de la unidad que estaba junto a él accionó el sistema de bloqueo de frenos y el carro paró. Los pasajeros gritaron.
Esas escenas se mantienen vivas en la memoria del conductor, quien luego del percance se despertó enfermo en una casa de salud. “Estaba muy cansado. Comenzaba a trabajar a las 05:00 y terminaba a las 23:00. Eso era toda la semana. El médico me dijo que la recaída en mi salud se produjo porque tenía problemas de estrés”.
Los mismos horarios laborales tiene el latacungueño José Molina, de 37 años. Debido a que descuidó su salud por el trabajo, tiene gastritis y cada semana visita al médico. Al día toma cuatro pastillas porque también tiene colesterol alto.
El doctor Pablo Carvajal es director técnico del Hospital Carlos Andrade Marín del IESS; detalla que estos son apenas tres problemas médicos que padecen los choferes profesionales por su trabajo.
A estos se suman el sobrepeso, daños en el sistema nervioso, hígado graso, dolores en la columna, piernas, riñones, varices y hemorroides. De 35 pacientes que atiende en un día, 10 corresponden a transportistas.
Luis Paredes tiene 53 años y 30 los ha dedicado a trabajar en buses. Los dolores de los riñones le atormentaron y logró superar el problema luego de seguir un tratamiento. Ahora, toma aguas aromáticas por las mañanas para cuidarse. Además, sufrió molestias en la columna por permanecer sentando todo el día.
Para recuperarse de los dolores de la espalda, los transportistas se someten a tratamientos que pueden durar varios meses. Lo primero que hacen es no quedarse en cama durante el día y consumen medicamentos antiinflamatorios. Hacen ejercicios por las mañanas.
Paredes no es afiliado al Seguro Social y se le dificultó costear los gastos médicos cuando se enfermó porque tenía otras prioridades: arriendo, comida y los estudios de sus hijos.
A escala nacional, 9 385 conductores de buses urbanos, parroquiales, cantonales y nacionales son afiliados al IESS, según datos del INEC. La entidad no precisa cuántos choferes existen en el país.
El síndrome de túnel carpiano – explica Carvajal- es otro de los problemas que se presentan por forzar la muñeca al momento de cambiar las marchas del autobús. Los síntomas son hormigueos en la mano, dolores, inflamaciones en dedos.
A medida que las molestias se agravan, los pacientes comienzan a sentir calambres. Si el problema se trata de forma tardía, el pulso disminuye y se presentan dificultades al cerrar el puño, agarrar objetos o realizar tareas manuales.
En sus 25 años como chofer, Aníbal Tipantuña (55 años) sintió esas dolencias y se curó la mano con terapias. Tampoco tiene afiliación al IESS y los USD 30 diarios que gana al día, de lunes a viernes, no le alcanzan para mantener a su familia.
El hombre estaba en la parada en donde opera la cooperativa de transporte en la que trabaja cuando contó su caso. Dice que la alimentación de los choferes es al apuro porque “el trabajo no para y comemos prácticamente junto al volante”.
Alimentación a deshoras
El doctor Pablo Carvajal explica que la comida a deshoras y al apuro es otra causa para que los choferes se enfermen del colesterol y adquieran sobrepeso. “Comen en diez minutos. Eso más la presión de transportar pasajeros los colapsa. Consumen demasiado arroz y no es lo correcto”.
También les hace daño -añade- desayunar en horas diferentes. Unas veces lo hacen a las 6:00 y otras a las 10:00. “El sobrepeso también les puede generar diabetes”.
La parada de buses del playón de La Marín es un sitio en donde se vive este problema diariamente. Decenas de buses que viajan al Valle de los Chillos paran en el sitio para recoger pasajeros.
Los conductores y sus ayudantes no comen en los quioscos que funcionan allí, sino que prefieren llevar la comida en tarrinas para ganar tiempo. Por ejemplo, Danny Caiza, de 22 años, desayunaba la mañana del viernes pasado junto al volante. La razón: en 10 minutos salía con el turno.
Él no se ha enfermado, pero conoce que sus compañeros tienen problemas de gastritis y dolores estomacales. Néstor Padilla,de 33 años, corría apurado con dos tarrinas de guatita y dos botellas de té, alto en azúcar. Tuvo ocho minutos para comprar la comida y no la consumió en el local. Lo hizo durante el trayecto para ganar tiempo junto a la persona que lo ayudaba.
Ellos admiten que servirse la comida mientras manejan puede causar accidentes por impericia. Según las estadísticas de la Agencia Nacional de Tránsito, esa es la primera causa de percances a escala nacional. De 26 184 siniestros viales que se reportaron de enero a agosto de este año, el 39,80% se produjo por esta causa. Sólo en agosto se reportaron 2 980 casos y en 113 de estos se involucraron buses.
Padilla ahora ha controlado sus problemas estomacales y es más cuidadoso con su salud. Cuando descansa, hace ejercicio para eliminar el estrés. Otros prefieren retirarse de esa actividad como Omar Salgado, quien dejó el bus y se compró un taxi. Dice que el trabajo ahora es menos sacrificado y tiene tiempo para comer a tiempo, ir al baño y descansar.
Los conductores que ganan USD 30 diarios siguen pagando sus tratamientos. Piden a los dueños de los vehículos en los que trabajan que los afilien a la seguridad social.