El presidente de Rusia desde 1999 consiguió el domingo pasado un 76,7% de los votos.

El presidente de Rusia desde 1999 consiguió el domingo pasado un 76,7% de los votos.

¿Cuál es la receta de Putin para ganar tantas elecciones seguidas?

El presidente de Rusia desde 1999 consiguió el domingo pasado un 76,7% de los votos en su reelección presidencial. Foto: Agencia AFP

Vladimir Putin fue elegido por cuarta vez como presidente de Rusia el pasado domingo 18 de marzo del 2018. Cuando termine su periodo, en 2024, el mandatario habrá pasado un cuarto de siglo en la Presidencia de este país. Solo José Stalin, al poder durante 31 años durante la era de la Unión Soviética, ha estado al frente de ese estado del norte de Europa durante más tiempo. Puede ver aquí a algunos de los jerarcas rusos que más tiempo pasaron en ese cargo.

El presidente de Rusia desde 1999 consiguió el domingo pasado un 76,7% de los votos. Cuando deje el cargo, tendrá 72 años. Putin aseguró a los medios, poco después de anunciados los resultados, que no volverá a ser candidato. “¿Quedarme aquí hasta que tenga 100 años? No”, sentenció.

Pese a que organizaciones civiles y miembros de la oposición rusa denunciaron irregularidades durante la jornada de comicios , la de Putin continúa siendo una victoria aplastante y su creciente popularidad se ha convertido en objeto de estudio para los analistas internacionales.

Un hombre fuerte para dirigir a la madre patria

¿Por qué Putin es tan popular en Rusia? Jaime Costales, PhD en Política y Administración Pública, especialista en psicología política y docente de la Universidad San Francisco de Quito, asegura que existe un concepto desarrollado por el psicólogo social judío-alemán Eric Fromm llamado carácter social que explica el fenómeno. “Es un molde de comportamiento humano propio de cada sociedad. Concretamente, la rusa ha estado tradicionalmente muy enraizada en imágenes de hombres fuertes en el poder. Toda la época de los zares era evidentemente la presencia totalitaria de un poder imperial”.

La revolución socialista implantó otro modelo de sociedad, pero también autoritario, comenta Costales. “Sobre todo con Stalin es el momento más duro del autoritarismo: con violencia, purgas, asesinatos en masa, genocidios”. Luego, en la época del comunismo se dio un autoritarismo extremo que, a decir del catedrático, llegó a niveles de totalitarismo. “Una intervención total en el comportamiento de la gente”, asegura.

“En líneas generales, hay una muy antigua y arraigada tradición de autoritarismos extremos. Gran parte de la población ha vivido en ese horizonte desde siempre”, con algunos espacios en la era de Gorbachov. Él fue expresidente de la Unión Soviética desde 1988 hasta 1991 y gestor de la perestroika, o la desarticulación paulatina de la unión de repúblicas socialistas.

En psicología política, a este fenómeno se lo llama ‘desamparo aprendido’. Costales explica que esto se da cuando “la población llega a creer que no es capaz de tomar decisiones de manera autónoma, sino que necesita la presencia de un hombre fuerte”.

La religión como estrategia

Putin ha puesto a la Iglesia Ortodoxa como piedra angular de su gobierno. Una estricta prohibición de lo que se considera como ‘propaganda gay’, la constante intimidación de minorías musulmanas y ateas, o inclusive una ley que permite el maltrato doméstico siempre y cuando no genere lesiones graves, han sido algunas de las políticas públicas conservadoras aplicadas para favorecer al cristianismo ortodoxo ruso.

Durante la era de la Unión Soviética, el cristianismo ortodoxo (la principal religión en Rusia y varios otros países de Europa Oriental) fue duramente reprimido. El comunismo era declarado ateo en el discurso. “Pero, en realidad, hay una similitud profunda entre el comunismo y las tradiciones religiosas, porque el comunismo en realidad es una religión atea. Sustituyó a los dioses por Stalin, Lenin y toda la nomenclatura”.

Costales pone como ejemplo el cuerpo embalsamado de Lenin (principal héroe de la Revolución Rusa), que era objeto de culto. “Hay una identidad de una verdadera iglesia y el líder del Kremlin es una especie de Papa ortodoxo que ejerce poderes simbólicamente políticos y religiosos.La combinación de las dos cosas puede ser funcional para sobrevivir políticamente”, analiza el docente universitario.

Recuperar la grandeza

La Unión Soviética fue un imperio gigantesco, con 15 repúblicas anexadas. Había, por ello, un orgullo nacional enorme, asegura Costales. “Después de su colapso, se produjo el desmembramiento de varias repúblicas que fueron controladas por la fuerza después de la Segunda Guerra Mundial. Buena parte de la población se sintió herida en su nacionalismo porque el gran poder se convirtió en un país secundario y económicamente débil. Entonces, aparece un Putin que promete recuperar esa presencia o poderío internacional”.

La carrera de Putin se ha visto marcada por las incursiones militares que ha llevado a cabo. Una de las primeras fue Chechenia, en 1999, cuando el actual mandatario era todavía Primer Ministro. Luego, tras alcanzar la Presidecia en 2008, el ejército ruso intervino también en Georgia.

En 2013, después de la revolución en Ucrania que culminó con la destitución de Víktor Yanukóvich, Putin ordenó la invasión de la península de Crimea. “La anexión es el intento de restablecer el poder soviético pero bajo el nombre de Rusia”, opina Costales.

El autoritarismo es la única forma de gobierno conocida

Para Costales, “salir de un totalitarismo tan brutal, como fue la Unión Soviética, a una sociedad democrática es una construcción complejísima porque no solamente es una modificación de la estructura política, sino que significa una innovación de los estilos de vida a nivel económico”.

Pero además se requieren cambios culturales profundos “porque fueron más de 70 años donde la gente vivió en un molde autoritario donde todo estaba decidido desde arriba”. Al respecto, Costales cita nuevamente a Fromm: “La gente tiene miedo de ser libre, sobre todo si no sabe cómo ser libre. Y cuando se le da un espacio de libertad, puede surgir también el caos”.

Los rusos aprendieron de los chinos que se puede ser exitosamente capitalista y, al mismo tiempo, tener una estructura política totalitaria, añade. EL catedrático considera que “si bien Rusia no quiere parecerse directamente tanto a China, sino más una sociedad liberal occidental, quiere tener el control con ciertas conquistas y un intento de modernización de la sociedad”.

A futuro, “la gran tarea para Rusia es aprender a ser una sociedad democrática. Si no lo hacen, van a tener serios problemas porque después vendrá otro autoritario y después otro más. Esto se puede prolongar muchas décadas”, concluye el académico.