Redacción Ibarra
Los estrechos y sinuosos caminos de tierra conducen a las casas de bloque y cinc. En una de esas moradas, en la comuna El Topo (Cotacachi) vive Segundo Cabascango.
Él reunió, en los últimos tres meses, USD 200. Trabaja en una floricultora de Tabacundo y la próxima semana hará un alto completo en sus labores.
Con ese dinero se comprará unos zamarros (pantalón elaborado con cuero y piel de animales) y un fuete, para participar en la toma de la plaza de Cotacachi.
Este es uno de los principales actos por las fiestas del Inti Raymi.
Cabascango quiere ir bien preparado. Busca un zamarro confeccionado con buen cuero. Desde ayer empezó a recorrer los talleres ubicados en la calle 10 de Agosto de Cotacachi.
Alonso Buitrón, en su estrecho taller abarrotado de zamarros, cantimploras, chalecos y fuetes, aguarda paciente la llegada de los vecinos de las 20 comunidades que participarán en la fiesta.
Este artesano, de 63 años, aprendió el oficio en su adolescencia. El área de su lugar de trabajo es de 4 m². Entre martillos, máquinas de coser, gubias y clavos empieza la confección de los aparejos, a las 07:30. Por lo regular termina a las 23:00.
Luego de encurtir las pieles de chivo, alpaca, borrego o res, cepilla el pelo y cose el cuero para enfundar las piernas.
Manufacturar un zamarro le toma todo un día. Cada mes pone en las vitrinas un promedio de 40. Los más caros son los de cuero de chivo, que cuestan USD 200.
Los más baratos son los sintéticos y los de felpa, cuyo costo fluctúa entre USD 60 y 80. El precio del atuendo para los niños se reduce a la mitad.
Los chalecos más costosos son elaborados en piel de ternero no nato (animales abortados). Esta prenda cuesta USD 60.
“La demanda sube en este mes, por las fiestas del Inti Raymi. Para nosotros, el trabajo se inicia desde marzo, con el acopio de la materia prima”, cuenta Buitrón.
Pasado junio y cuando la Fiesta del Sol pierde esplendor, los principales clientes son los integrantes de los grupos folclóricos y de los grupos de danza de las universidades de Imbabura. Los turistas extranjeros también son buenos compradores de las prendas.
“Los zamarros son muy apreciados por los estadounidenses, japoneses y europeos. Ellos compran sin regatear”, dice Buitrón.
Al frente está el taller de su hermano, Wilson Buitrón, de 65 años. Él confecciona cuatro zamarros por semana. El cuero y la piel de los animales le llegan desde Loja y Tungurahua.
Recuerda que hace 20 años, el negocio era mejor, porque la gente buscaba las prendas elaboradas artesanalmente. “Ahora, se deciden más por los sintéticos, porque son más baratos”.
Después de visitar seis talleres, Cabascango escoge un zamarro. Es de pelo de borrego, de tono claro. El fuete tiene en el mango una pata de venado.
No compró ni el sombrero de ala ancha ni el chaleco. Esas prendas las elabora en su casa, a su gusto y les pone un toque especial: escarapelas del Che Guevara. “En este año quiero mostrar una buena pinta, impecable”.
Como él, desde el pasado fin de semana decenas de indígenas jóvenes son los principales compradores en los talleres de Cotacachi.
Cantimploras y fuetes
En los talleres de Cotacachi es común hallar objetos que complementan al zamarro y al chaleco. Se trata de las cantimploras y los fuetes, manufacturados con patas u órganos de animales andinos.
Las cantimploras se elaboran con los testículos de toro o con las patas de las vacas. Se utilizan químicos para el endurecimiento y sirven para forrar botellas de vidrio con tapas herméticas. Su costo varía entre USD 25 y 30, en los talleres.
Los fuetes o también llamados aciales se elaboran con patas de venado. Su costo es de USD 25. Los artesanos ponen su toque especial: borlas con colores del arco iris, por ejemplo. También metal en las puntas.