El yagé, de medicina tradicional indígena a moda urbana en Colombia

La Nacionalidad Cofán, en Ecuador, realiza el ritual del Yagé antes de ingerir la bebida. El taita Alejandro Criollo es quien dirige el ritual en esa comunidad. Foto: Archivo El Comercio

La Nacionalidad Cofán, en Ecuador, realiza el ritual del Yagé antes de ingerir la bebida. El taita Alejandro Criollo es quien dirige el ritual en esa comunidad. Foto: Archivo El Comercio

La Nacionalidad Cofán, en Ecuador, realiza el ritual del Yagé antes de ingerir la bebida. El taita Alejandro Criollo es quien dirige el ritual en esa comunidad. Foto: Archivo El Comercio

Miguel García es un mexicano que ha viajado cinco veces a Colombia para beber yagé, un mejunje color café utilizado por los indígenas para hacer un viaje interior que promete reunirlo con parientes fallecidos, contactarlo con su inconsciente o hacerle escuchar una didáctica voz interna.

O eso es lo que afirman los 30 desconocidos que se reúnen un sábado por la noche a apenas 16 Km de Bogotá para participar en el ritual del yagé, un preparado de plantas alucinógenas que proviene de la medicina tradicional indígena y se ha vuelto una moda urbana en Colombia.

“El viaje te puede mostrar desde la creación del mundo hasta lo que la gente dice que es el infierno", dice García, un ingeniero de 42 años que se prepara para beber la mezcla envuelto en una frazada con estampado de leopardo y con una cinta en la frente. La experiencia lo llena de energía y “buenas vibras”, cuenta. 

Pero su consumo puede ser peligroso y los participantes se confían a la protección de un chamán. En esta ocasión, el facilitador es el 'taita' Juan Martín Jamioy, de la etnia amazónica Kämentsá, quien oficia la ceremonia con un poncho blanco con rayas y una corona de plumas de colores.

“Aquí está 'El abuelito yagé', ya lo traje preparado desde Putumayo (sur). Sirve para curar muchas enfermedades. Liberarse de los egos, de la ira, te vuelve más paciente, más humilde”, dice el 'chamán'.

El yagé es un remedio tradicional que se utiliza desde hace miles de años en la selva amazónica y la zona andina y se consume aún en Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y algunas regiones de Bolivia y Venezuela.

Es una preparación por cocción de dos plantas: la ayahuasca y la chacruna, la cual aporta DMT, una sustancia psicoactiva que provoca visiones oníricas.

Acceso al inconsciente 

“Esta medicina es como un psicólogo espiritual, te habla directamente y te dice verdades", explica Jamioy, quien viajó 460 kilómetros desde la Amazonía para administrar el yagé en esta finca alquilada en el municipio de La Calera.

En quechua, ayahuasca quiere decir “la liana o soga de los espíritus", en referencia a la experiencia de muchos consumidores, que narran que tras ingerir el brebaje tienen visiones en las cuales aparecen parientes ya fallecidos para reconciliarse y despedirse.

“Te lleva al pasado a recordar esas cosas que uno necesita recordar”, dice Sergio Berejano, un diseñador de 24 años que cuenta que bajo el efecto del yagé siente que una voz con experiencia, a la que llama “El abuelito” , le habla para ayudarlo a solucionar sus conflictos internos.

Según Fabián Sanabria, director general del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, es probable que estas plantas permitan a quienes las consumen acceder al inconsciente, una experiencia que atrae a cientos de turistas cada año a Colombia para darle un sentido a la vida.

“Vienen muchos europeos. Allá la vida es diferente. Andan buscando el conocimiento y caminos espirituales. Están cansados de su vida monótona”, afirma Jamioy.

 Chamanes impostores 

Desde el punto de vista legal, el yagé está en un limbo. Por un lado, los pueblos indígenas tienen derecho a celebrar sus rituales y mantener sus costumbres, pero, por el otro, su componente psicoactivo DMT está prohibido y es catalogado como una sustancia psicotrópica por la Junta Internacional de Fiscalización y Estupefacientes (JIFE) de la ONU.

Pero el ritual de su consumo es muy antiguo, contó Sanabria. Incluso se han encontrado estatuillas precolombinas que representan a chamanes vomitando y con la cara desfigurada.

“A mucha gente en el mundo contemporáneo la atrae y la seduce, porque las sociedades se han secularizado y hoy no se cree ni en las cuerdas de las campanas” , apuntó.

Muchas veces, sin embargo, chamanes impostores ofrecen esta mezcla, que puede provocar taquicardia, ansiedad, pánico e incluso la muerte, dijo Sanabria. En abril, un británico de 21 años murió intoxicado tras participar en un ritual en Putumayo.

En ese sentido, Ricardo Díaz, un sociólogo que edita la revista Visión Chamánica y además organiza sesiones de yagé, señaló que es importante realizar este ritual en manos de un “taita” experimentado y guardar un riguroso ayuno previo evitando carnes rojas, lácteos, alcohol y otras drogas.

“Siempre es una intoxicación, lo que pasa es que es una intoxicación controlada” , explicó. Y desalentó a consumir esta mezcla con fines recreativos.

La experiencia “no es ningún placer", advirtió.

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