Hace exactamente ochenta años, fue a una noche de abril que se la aplicó el dicho que terminaría siendo tan célebre: “España fue a dormir ‘monárquica’ y se despertó ‘republicana’”. Esa noche se inauguró el período más agorero, dramático y violento de toda la borrascosa historia de aquel país.
En efecto, agotada la dictadura militar del general Miguel Primo de Rivera, cuya instauración había tenido la complicidad del propio rey, Alfonso XIII – “deportista, apasionado y elegante, rebosante de juvenil petulancia”, abuelo del actual soberano, -Juan Carlos– y fracasados dos efímeros gobiernos que le sucedieron, se intentó volver hacia alguna forma de constitucionalismo y para eso, se propuso un largo camino de elecciones.
Pero bastaron los primero comicios generales a fin de que Alfonso se convenciera que ‘temporalmente’ había perdido el respaldo de sus compatriotas; resolviera entonces presentar la renuncia y salir hacia el exilio. Claro que la peripecia no estuvo exenta de ironías, entre las cuales fue la más notoria, la posterior constatación de que el monarca y sus ‘listas’ si bien habían perdido en las grandes ciudades –Madrid, la explosiva Barcelona, Valencia, Bilbao, etc.– en realidad gracias a su ventaja en las zonas rurales, más bien se había impuesto dentro de la votación conjunta de la ciudadanía.
La segunda República –otra, brevísima y caótica había registrado el siglo XIX– no fue mucho más tranquila. Comenzó con incendios, saqueos y fusilamientos de curas y monjas; gobiernos de signos ideológicos muy beligerantes; rebeliones militares y la colosal insurrección de Asturias.
Hasta que la batalla continua de comunistas, anarquistas y socialistas, de un lado, y falangistas de otro, decidió a muchos jefes del Ejército para lanzarse a la franca guerra civil, dirigidos casi desde el principio por el general Francisco Franco Bahamonde.
La guerra civil fue feroz y devastadora. Durante 33 meses, con muchos altibajos, se calcula que cobró unas 500 mil víctimas de los dos bandos. En extensas zonas del país estaban aniquiladas la agricultura, la minería y la industria. Franco proclamó su victoria el 1 de abril de 1939 y desde entonces hasta su muerte ocurrida en 1975, ya no abandonó el poder ejercido de manera autoritaria. Logró casi increíblemente, mantener a España fuera de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de la ayuda que había recibido de Hitler y Mussolini, los dos principales vencidos. Con lentitud fue reconstruyendo la producción económica y las relaciones internacionales, y preparó la sucesión con Juan Carlos I.
Desde entonces y más allá de breves percances, la estructura política se ha mantenido fiel a la monarquía constitucional, alternándose los centristas tradicionales y los socialistas laicos, si bien ahora estos últimos afrontan una aguda crisis de desempleo y complicaciones monetarias por el excesivo gasto fiscal.