La correcta intervención de la OEA en la crisis hondureña contrasta con la desidia e indiferencia que esta organización ha mantenido frente a otras graves violaciones del sistema democrático en el continente americano. No hay duda de que el secretario general Insulza tiene una interpretación sesgada e interesada de la Carta Democrática que ordena a la OEA intervenir en caso de alteraciones del orden constitucional que afecten gravemente su orden democrático. Resulta claro que ese orden no está compuesto exclusivamente por un Presidente de la República elegido en votación directa. Otras funciones del Estado, como la Legislativa, la Judicial, la Electoral, son elementos constitutivos de los órdenes democráticos y tan importantes como la institución presidencial.
Surge, entonces, la pregunta: ¿dónde estuvo el señor Insulza mientras varios regímenes autoritarios del continente cerraban congresos, intervenían en las funciones judiciales y alteraban inconstitucionalmente los ordenamientos jurídicos para perpetuarse en el poder?
Ahora que la reelección de la Secretaría General de la OEA se aproxima, el señor Insulza, con gran oportunismo, ha decidido convertirse en el adalid de la democracia y de paso aprovechar temas como el de Cuba para recoger votos de la izquierda latinoamericana que le aseguren su reelección en el 2010.
¿Son suficientes unas elecciones presidenciales más o menos o abiertas para determinar el carácter democrático de un régimen político? Ciertamente que no y por ello es grave que se abrigue la falsa noción de que las votaciones bastan para conferir a los países un carácter democrático. La Carta Democrática de la OEA establece como elementos esenciales de la democracia representativa “el respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos”. Es decir, aquellas instituciones pisoteadas y aniquiladas por varios regímenes políticos del continente ante la mirada complaciente del secretario Insulza.
Las elecciones del nuevo Secretario General de la OEA pondrán a prueba la vocación democrática del continente americano. Más que un enfrentamiento entre izquierdas y derechas se tratará de una lucha abierta entre autócratas y demócratas. Es triste e irónico que un antiguo socialista y demócrata como Insulza haya claudicado ante el oportunismo y ahora busque los votos de los regímenes autoritarios de América. Su reelección marcaría el triste final de la OEA.