Y dale con la CIA

Corrían los años  setenta y ochenta, la Universidad Central  estaba polarizada, de lo único que se hablaba era de revolución. La teoría se imponía sobre la práctica, Marx, Engels, Trostsky, Lenin, Mao, Fidel Castro… eran los referentes.

Había una ardua disputa. El Partido Comunista Marxista Leninista y el Frente Revolucionario de Izquierda Universitaria ganaban elecciones por las buenas o por las malas.

Los que no comulgábamos con las ideas de los chinos (así denominábamos al FRIU porque hacían apología de Mao) éramos calificados de “cabezones”. Cuando uno no se sometía a la ideología totalitaria que pretendía ese movimiento se podía recibir un garrotazo.

Así era la lucha de ideas. Recuerdo que había un famoso dirigente barrial que ingresó a la UC con un grupo de pobladores; fue recibido con disparos de metralleta desde la terraza de una de las facultades.

Los que éramos cabezones contemplábamos esas escenas desde una cafetería ubicada en la parte baja de la Escuela de Sociología, cuyo director era Rafael Quintero, un político honesto, dedicado siempre a enseñar la teoría del materialismo dialéctico e histórico.

En medio de toda esa algazara, donde la Revolución Cubana era considerada como la panacea, aparecía toda la palabrería barata, las acusaciones, la virulencia verbal en todos los tonos.

Además de cabezón, una de las mayores acusaciones para todos los que pensábamos diferente a los chinos era la de ser agente de la CIA y todo el misterio que eso significaba. También había algunos supuestos agentes de la KGB, pero en menor dimensión.

Linda época, llena de emociones y recuerdos pero, por favor, se trata de una etapa completamente superada, que respondía a las profundas diferencias ideológicas en el marco de la lucha estudiantil.

El pasado quedó atrás, pero ahora nuevamente aparece un personaje de la política que retoma con nostalgia el nombre de la CIA para acusar a los periodistas que no piensan como él.

Y don Gustavo Larrea parece ser una persona madura, ponderada, pero desesperada por volver al poder. Quizá esa sea la razón para lanzar semejante disparate. No hace falta, pídale al Presidente que le dé un Ministerio o lo nombre Embajador, pero no tiene derecho a denigrar así a los periodistas.

Podemos cometer errores como toda persona, usted también señor Larrea. Pero volver a los setenta y a los ochenta con esa cantaleta de la CIA, lo mínimo que causa es risa y estamos en junio, la época de inocentes comienza recién el 28 de diciembre. Ah, la otra gran acusación que se lanzaba en la época citada era que tal o cual profesor era marica, solo por el hecho de que el/la estudiante había perdido el año.

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