Cuando el 11 de septiembre del 2001 ocurrió, yo estaba en mi último año de colegio, la noticia corrió con la misma velocidad que un par de amigas mías que vinieron rapidísimo a decirme que la tercera guerra mundial empezaba. Franco Frattini, el ministro del exterior italiano fue casi tan rápido, pero igual de dramático. Apenas los 250 mil cables fueron soltados, corrió a declarar que se trataba del 11 de septiembre de la diplomacia, y que Julián Assange quiere destruir el mundo.
Asimismo, con la misma incertidumbre que hace nueve años, el mundo entero se pregunta cuales serán las consecuencias de la debacle. En cierto sentido es entendible que haya tanta especulación. ¿Cómo evitar preguntarse las consecuencias que tiene el hecho de que los americanos hayan llamado a Medvedev el Robin del Batman Putin?
¿Cómo podemos no ceder ante el morbo de especular ante cuales serán las reacciones de Kirchner ante las demandas de Hillary Clinton acerca de su salud mental? ¿Qué harán los sauditas ante las aseveraciones que los donantes saudíes financian al mismo tiempo a grupos como Al Qaeda? Toda la información develada es tan deliciosa que dan ganas de chuparse los dedos después de leer cada cable.
El célebre historiador Timothy Garton Ash dice que se trata del “sueño de un historiador y de la pesadilla de los diplomáticos.” Pero aún más que ellos, los propios gobiernos serán los más dichosos. Puesto que, a pesar de que mayoritariamente las cabezas de los Estados han declarado no prestar atención a lo difundido, a pesar de las “risas” que Berlusconi echó cuando supo que se lo catalogaba como “inepto, vanidoso e ineficaz”, a pesar de toda esa aparente vista gorda que se hace, seguramente los funcionarios del mundo entero están desmenuzando, pieza por pieza, toda esa invaluable información.
Sin embargo entre todos los funcionarios entusiastas hubo un especial emocionado. Nuestro vicecanciller Kintto Lucas ofreció al cabecilla de Wikileaks, Julián Assange, residencia en Ecuador “sin ningún tipo de problema, sin ningún cuestionamiento”. Según él, Assange tiene una capacidad de investigación que debería ser transmitida para formar a similares en Ecuador.
Estas declaraciones son dignas de Alicia en el país de las maravillas. ¡Uno de los gobiernos menos respetuosos con la libertad de expresión y el periodismo investigativo invitando al fundador de Wikileaks! Imaginen los discursos de Correa si tuviese que enfrentar a un titán como Assange.
¡Qué valiosa lección puede aprender nuestro Gobierno de los beneficios del periodismo! ¿Qué podría hacer el Ecuador por Wikileaks? Antes de asumir la capa de paladines mundiales del periodismo y de la información, creo que deberíamos mirar para adentro y limpiar nuestra casa . Harto trabajo tenemos.