En el comienzo de los enlaces sabatinos había, a un costado de la tarima, un digitador del SRI quien, muy obediente, ingresaba el o los nombres que el conductor del programa le dictaba para hacer un escarnio público de los presuntos evasores de impuestos.
Poco tiempo después, cuando la prensa corrupta también comenzó a digitar los nombres de algunos funcionarios que tampoco habían declarado sus impuestos y el partido comenzaba a registrar un empate, el digitador salió de escena, el conductor se dedicó a otras cosas, cambió la estrategia.
Para complicar la vida a todos y a todas, el SRI se inventó la declaración patrimonial para cerciorarse si el impuesto declarado guardaba relación con los tributos pagados al fisco.
Don Carlos Carrasco, una de las personas con mayor credibilidad en el Gobierno, garantizó que la información se mantendría en reserva. Se argumentaron razones de seguridad, posibilidades de extorsión y hasta de un manejo político de la información confidencial.
No estaba dispuesto a que su palabra sea devaluada y, hasta ahora, mantiene la información bajo estricto sigilo. Mientras esté en el SRI, don Carlos Carrasco será una garantía, después, quien sabe qué va a acontecer.
Cuando la ciudadanía se sentía tranquila, los inventores del hilo negro salen ahora con otro desaguisado: la Ley del sistema nacional de registro de datos públicos, destinada a que el Estado pueda ver todo y controle absolutamente todo.
Desde el nombre rimbombante es como para no confiar en este esperpento. Es que a nadie le gusta que cualquier funcionario político entre a husmear en su vida, peor en una situación tan inquietante de inseguridad, de secuestros exprés, asaltos y tantas lacras sociales que hoy son parte de la rutina.
La idea, iluminada pese a los apagones, pone en grave riesgo la intimidad y la seguridad de los ciudadanos, especialmente de quienes no se sienten seguros, que saben que su información no estará en poder de Carlos Carrasco, sino de un ministerio que es parte del poder político. Será una excelente herramienta para la presión política y para la reanudación del escarnio público, será un arma muy efectiva para la delincuencia.
La registradora mercantil de Guayaquil, doña Norma Plaza Aray, advirtió que cuando todo esté conectado, con un simple clic se podrá acceder a nombres, edad, patrimonio. Las personas pueden ser víctimas de secuestradores, chantajistas y narcotraficantes.
Esta ley, dice la experta, es como poner a las personas en una vitrina. Yo agregaría que sería como vivir en una casa sin cortinas, expuestos a las miradas obscenas, para dar rienda suelta al voyeurismo, a escarbar en la intimidad de las personas.