Redacción Guayaquil
En sus temblorosas y arrugadas manos sostiene tres fundas con humitas y seis con amor con hambre, dulce típico de la zona. Con el lento caminar, propio de sus 85 años, Felícita Suárez se resigna a perder la partida ante el desarrollo.
Ella, como otros cientos de habitantes de Juan Gómez Rendón (Progreso), parroquia de Guayaquil, sobrevive con el comercio ambulante, actividad que desde hace un mes sufrió otro revés con la inauguración de un baipás.
La obra, construida por la Prefectura del Guayas, desvía todo el tránsito que se mueve entre Guayaquil, Playas y Salinas por fuera del pueblo. “Antes era bueno el negocio, pero con el desvío de la carretera, Progreso quedó en el olvido”, cuenta con dolor y nostalgia doña Felícita, quien vive con un pequeño nieto. Su esposo murió hace año y medio.
Ella está a la ‘caza’ de todo carro que entra al pueblo, a 64 km de Guayaquil. Junto a la calle, no menos de 25 locales están cerrados.
Hace poco menos de tres años fue inaugurada la autopista Guayaquil-Salinas. Esto ocasionó que pueblos como Progreso, Cerecita y Zapotal queden aislados al abrirse pasos perimetrales.
Desde allí, los comerciantes de Progreso se trasladaron al pie de la carretera, junto al redondel, a un kilómetro del poblado. Daniel Yagual, quien vende papas rellenas y maduros lampreados, se queja de que los buses pasan de largo. “Antes marcaban la tarjeta aquí pero ahora lo hacen como a kilómetro y medio más arriba”.
El drama de quienes por años han subsistido de la venta ambulante comienza 15 km atrás. En Cerecita muchos de sus habitantes ahora se dedican a trabajar en haciendas cercanas o en Guayaquil, en la construcción o en quehaceres domésticos.
“Antes se vendían unas 500 humitas, ahora solo 150. Las ventas por el turismo decayeron en un 80%”, dice Tito García, dueño de Las Humitas de la Loma, negocio que él inició hace 25 años cuando llegó desde Vinces.
García y los comerciantes aún esperan que el Municipio de Guayaquil les cumpla con la construcción de un parador turístico de 32 locales en el ingreso al pueblo.
En el km 90, Zapotal vive también su historia triste. Es viernes al mediodía y los niños, quienes salen de las escuelas Narcisa de Jesús y Vicente Rocafuerte, dan vida momentánea a la vía por la que caminan sin preocupación. Hace cerca de tres años eso era imposible por la cantidad de vehículos que por allí transitaban.
“El desvío de la carretera mató al pueblo. Son muy pocos los carros que entran. De vez en cuando viene un bus a ver si hay clientes cuando transitan vacíos”, dice Ludgardo Lindao, quien aún mantiene su restaurante Pepe Jr. Allí vende entre 12 y 15 almuerzos al día a clientes fijos.
Gloria Navas (63), desde hace 19 años dueña del Chivo Erótico, tuvo que construir un local junto a la carretera. Su restaurante en el pueblo está cerrado, al igual que el 99% de los que había allí.
Los niños de Zapotal, que de lunes a viernes estudian, salen los fines de semana a la carretera a vender chocolatines, cocadas y alfajores. Ellos, al igual que doña Felícita Suárez –en Progreso a 25 km de allí- esperan que el día les deje alguna que otra ganancia.
Comerciantes, preocupados
El Acuerdo Ministerial 037 del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP), publicado en el Registro Oficial 452 del 13 de noviembre de 2001 es hoy motivo de preocupación y pugna.
Los comerciantes que se ubican a lo largo de la vía a Salinas están siendo notificados. El MTOP se acoge a dicho acuerdo para solicitar que se retiren a 35 metros del eje central de la vía. Caso contrario, procederán a la demolición.
Kléber Celda es uno de los 140 comerciantes de Progreso que levantó su negocio alrededor del redondel que desvía la carretera.
“Nos están notificando que debemos retirarnos a 35 metros del eje, cuando nosotros construimos a 25, basados en la Ley”, cuenta quien se endeudó en USD17 000 para poner su local.
A 30 metros de su local existe una casa que recientemente reconstruyó el Ministerio de Vivienda, sin respetar los 35 metros a los que se refiere el MTOP. Si bien no ha sido notificado, en el km 54, Jorge Andrade desarmó su casa –le costó USD 7 000 levantarla- y la corrió varios metros atrás. “Es mejor prevenir antes que la bote un tractor”.
Igual preocupación tienen quienes se ubican junto a las carreteras de Cerecita y Zapotal.