Ahora se trata de referendo y consulta. Antes fueron elecciones presidenciales y de los asambleístas constituyentes. Además hubo consultas, una para preguntar sobre una nueva Constitución y otra para aprobar la Carta Magna.
El modo de hacer política del Presidente por la vía plebiscitaria ha cambiado los sistemas tradicionales de representación en función de la capacidad de convocatoria, la maquinaria de campaña y las virtudes del líder sobre la tarima.
Se vuelve a recurrir a una incesante acción proselitista basada en un aparato funcional de medios públicos controlados por el Gobierno y un considerable sustento en recursos del Estado, por la vía de la propaganda oficial -nunca suspendida por las autoridades electorales, como muchos ciudadanos demandaron- y además con un consistente apoyo de la burocracia nacional y seccional.
En esas circunstancias llega el Ecuador a las urnas este sábado (un día desacostumbrado) para contestar complicadas preguntas y anexos más incomprensibles aún y que decidirán la independencia de poderes o su concentración, la libertad de expresión y de prensa, entre otros temas delicados.
Terminada la campaña, que mostró inequidad e inoperancia de los entes de control electoral para procurar condiciones de un debate imparcial, queda esperar hoy un proceso ordenado, donde los ciudadanos puedan emitir su voto libremente y preservando su privacidad para hacerlo sin presiones ni temores.
Es lamentable que no haya, como existió en el pasado, distintas encuestas a boca de urna, para contrastar los datos y garantizar la libre información. El país demanda y espera transparencia y eficacia al contar los votos. Es lo menos que podemos esperar en esta hora en pro de la democracia.