Al hospital Verdi Cevallos, en Portoviejo, llegan las personas heridas en el terremoto del sábado 16 de abril. Foto: EL COMERCIO
Bajo un techo de zinc, en un patio abierto, se adecuaron unas diez camillas. Es el área antigua del hospital Verdi Cevallos, de Portoviejo (Manabí), donde se improvisó una sala para atender a los heridos del terremoto.
Hasta ahí llegó la noche del sábado Carlos Intriago. El hombre caminaba por las calles del centro de la capital manabita, una de las zonas devastadas, cuando ocurrió el sismo. “Corrió, pero a sus lados los edificios se desplomaban. Parte de una estructura le cayó en una pierna”, cuenta Katty Loor, su esposa.
A Carlos debieron amputarle un pie. Médicos estadounidenses, parte de los voluntarios que llegaron al país, dirigieron la cirugía. “Está un poco decaído pero le damos ánimo. Lo importante es que está con vida; junto a él iba una señora que, al parecer, murió”.
En ese patio, sofocante al mediodía, también se convirtió en zona de evacuación. Varios pacientes del nuevo edificio del hospital debieron salir debido a daños, vidrios rotos y fisuras en la estructura.
Mariana Ventura recuerda que esa noche esperaba noticias de su nieto Iván. Nació prematuro y debía estar en una incubadora por algunos días. “Sacaron a casi todos los recién nacidos. A él lo dejaron en el segundo piso porque estaba conectado al oxígeno. Pero gracias a Dios está bien; ahora tenemos una anécdota para contarle cuando crezca”.
En las habitaciones casi no hay espacio para caminar. En algunas hay hasta ocho camillas. Adultos y niños con vendajes, yesos, con parches que cubren profundos raspones… Las enfermeras recorren los estrechos pasillos entre las camas para suministrar analgésicos y antibióticos.
Norma Chavarría llegó con su esposo Melesio Cedeño desde San Vicente. El hombre de 65 años atendía un negocio familiar cuando comenzó el terremoto. “Por la desesperación salió corriendo. Un balcón de la casa le cayó en la pierna y el hueso del tobillo se le salió. Pero se está recuperando”.
El área de Traumatología del nuevo edificio está habilitada. Ahí permanece Nora García desde el sábado. Una pared de su casa, ubicada en el poblado de Río Chico, le cayó en la cara. Quedó irreconocible. Un parche cubre su nariz y los cirujanos debieron suturar parte de su frente y mejillas.
“La casa quedó destruida. Logramos sacarla, en medio de las piedras y bloques. Ahora esperamos que le hagan una tomografía para saber si le darán el alta”, contó su hijo Luber Carreño.