Las ventas en avenidas y en las calles se incrementan en Quito

Los comerciantes ocuparon la acera junto al convento de San Francisco, en la calle Imbabura, entre Bolívar y Mideros. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Los comerciantes ocuparon la acera junto al convento de San Francisco, en la calle Imbabura, entre Bolívar y Mideros. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Los comerciantes ocuparon la acera junto al convento de San Francisco, en la calle Imbabura, entre Bolívar y Mideros. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Ellos son como los frutos que aparecen por temporadas. En este mes, al desplazarse entre los autos, para ofrecer sus productos, dejan un ruido de cascabeles a su paso. Los cascabeles decoran las orejas de reno, que venden por USD 1. Al mismo precio también hay gorras de Santa Claus y el Almanaque Bristol 2015.

Los trabajadores autónomos o comerciantes que se ubican en las calles son ‘camaleónicos’. Se adaptan a cada época del año y le sacan partido a la necesidad del ciudadano. Ejemplos: entre julio y agosto venden material escolar y a fin de año adquieren productos relacionados con la Navidad.

En Quito, en este mes, hay puntos como el Centro, en donde se duplica el número de personas que venden en la vía pública. Eso según Gabriel Toapanta, de Espacio Público en esa administración zonal.

Cinco vendedores consultados por este Diario dijeron que el Centro es el mejor nicho de mercado y por eso llegan incluso de otras provincias. Ofertan manteles con dibujos de campanas navideñas, bolsas para caramelos, papel regalo, luces y juguetes de menos de USD 10.

Solo 20 trabajadores autónomos pidieron permisos temporales, que no pueden emitirse en el Centro Histórico, para ubicarse en las veredas de supermercados como Tía, Mi Comisariato y Santa María. Pero ni uno solo se inscribió para ser parte de las dos ferias, que debían activarse desde el 10.

En la Feria de El Arbolito había cupo para cien comerciantes. Y en otra, en la Rocafuerte, entre Cuenca y Benalcázar, para menos. Nadie se anotó. Los consultados señalaron que preferían recorrer las calles que mantenerse en un sitio fijo.

Además de en el casco colonial, el crecimiento de vendedores informales es notorio en la Mariscal Sucre y Michelena, en el sur; en la av. 10 de Agosto, calle Ante, en la Prefectura de Pichincha o Plaza República. Y desde la Riofrío hasta el puente del Guambra. No hay espacio para caminar, las aceras están tomadas por coches de pinchos, plátanos asados, lentes…

Más al norte también se observan puestos de venta en las vías. Silvia Pusay, de 45 años, se ubica desde hace 30 en el parterre de La República y Amazonas, diagonal al Centro Comercial El Jardín. Ella cuenta con permiso municipal.

Todos los lunes de 07:00 a 19:00 coloca sus revistas y periódicos en un estante. En este mes añade a su stock artículos navideños. Ella quisiera que las autoridades controlaran a ciudadanos que llegan en esta época y que no se han interesado en buscar autorizaciones.

Al año, Silvia paga USD 60 de patente y 30, del Régimen Impositivo Simplificado Ecuatoriano (RISE). Cada vez que un auto se detiene por el semáforo, ella y al menos cinco comerciantes más muestran frutas, muñecas y también las orejas y narices de reno a los choferes. Silvia cuenta que algunos la agreden verbalmente, por considerarla competencia.

En la av. Amazonas, desde la Naciones Unidas, se encuentra de todo. Belén Rodríguez, de 24 años, utiliza el coche de su hijo Max, de 2, como estantería, en el Centro Comercial Caracol.

En el carrito aparecen apilados los trajes de Santa Claus para perro, que vende en USD 6. Terminó el ciclo básico en un colegio, en donde le enseñaron a coser. Desde hace 10 años fabrica ropa para animales. Solo en esta temporada le compran unos 50 saquitos rojos cada día.

Ella y su esposo caminan por los centros comerciales del norte, de lunes a viernes. Los fines de semana van a El Tejar. Tienen dos perros, Nena es la modelo que la acompaña este mes y el resto del año.

Elizabeth Herrera, de 18 años, adquirió un gorrito para un husky gris, de siete meses. Compra al paso, como decenas de ciudadanos, que en el norte, entre los centros comerciales y bancos, encuentran carritos en donde se asan maduros, canastos con bizcochos, guirnaldas para el árbol, helados de paila, plantillas de zapato, cordones, rompecabezas, pantuflas...

Rodríguez, la costurera de trajes caninos, no tiene permiso. Nunca ha intentado conseguirlo porque cree que no le permitirán recorrer Quito. Los no registrados causan problemas a la Municipalidad para establecer el número exacto de trabajadores autónomos, según Marco Murillo, titular de la Agencia Distrital de Comercio.

Otro contratiempo a la hora de censarlos es que la venta informal es una actividad dinámica. La administración anterior registró a 9 446 trabajadores autónomos, interesados en ser parte del proceso de regularización. Pero desde mayo hasta diciembre apenas

3 500 han seguido el trámite y tienen autorizaciones. No se sabe qué pasó con los 5 946.

El próximo lunes 22, la Agencia entregará certificados de capacitación a otros 2 200 comerciantes, en el Ágora de la Casa de la Cultura. Ellos pasaron por las 40 horas de capacitación obligatorias, uno de los requisitos para regularizarse.

Desde este lunes, 15 de diciembre, hasta fin de año habrá un operativo especial, entre la Policía Metropolitana y Espacio Público de la Zona Centro. A quienes no tienen autorizaciones se les pedirá desalojar las vías. Su mercadería podría ser retenida, no decomisada; según la Ordenanza 201, que regula el uso del espacio público en el que circula el ciudadano. Las multas para recuperar el producto están de USD 100 a 170.

El jefe de la Policía Metropolitana, Bolívar Tello, apuntó que retiran los productos ante comisarios de la Agencia de Control. Los operativos serán en toda la ciudad, pero se concentrarán en el Centro.

En la Ipiales, la cercanía de la Navidad se siente. Vendedores informales que trabajan en el norte, centro y sur adquieren sus productos a mayoristas, que tienen locales en la Olmedo y Mires. Y en el Almacén Villacrés, en la Venezuela, entre la Bolívar y Rocafuerte. La Imbabura está copada.

Allí, desde hace 50 años, en este mes expenden alrededor de 10 000 almanaques Bristol.Lo cuenta Hilda Villacrés, de 80 años, mientras entrega 25 unidades a un hombre invidente, que se coloca fuera de la iglesia de La Merced, y a otros que recorren el norte.

En contexto
Solo 3 500 comerciantes, de 9 446 registrados hasta la administración anterior, continuaron el trámite para conseguir autorizaciones. Al casco colonial, en este mes del año llegan el doble de trabajadores autónomos. En la ciudad hay 40 ferias navideñas con permisos.

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