Nelson Aguavil (centro) es uno de los ‘sucos’ que en la nacionalidad Tsáchila tiene un leve albinismo en el cabello y los ojos. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO.
La única diferencia entre los tsáchilas albinos y cualquier otro integrante de su nacionalidad es el color de su piel.
Dentro su etnia, asentada en Santo Domingo, a ellos se los llama ‘sucos’ y no albinos, una palabra inexistente y carente de significado en su lenguaje.
Sin embargo, creen en una historia que está vigente desde hace más de 200 años y es conocida por los 2 500 integrantes de las siete comunas de la nacionalidad Tsáchila.
Gumersindo Aguavil la conoce al pie de la letra y se considera como el resultado de los personajes de esa leyenda.
Él tiene albinismo en grado uno y recién lo supo hace cuatro años cuando un médico se lo dijo. Entonces, Aguavil confesó al galeno que quizás lo adquirió de sus ancestros.
Cree en un viejo mito que cuenta sobre la relación de un extranjero con una tsáchila, quienes habrían tenido un hijo de esas características genéticas. Pero el especialista le explicó que el albinismo es una alteración genética, que causa la despigmentación total o parcial de la piel, los ojos y el cabello. Gumersindo Aguavil tiene albinismo leve.
En toda la nacionalidad existen 20 tsáchilas con este problema genético, según la Gobernación de la etnia. Viven en las comunas Cóngoma (10 personas), El Poste (5) y Peripa (5) . Es la única enfermedad genética detectada hasta el momento en todos los nativos.
Narcisa Calazacón es parte del grupo de 20 tsáchilas albinos de la nacionalidad. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO.
Para los albinos, su condición no les impide cumplir sus actividades cotidianas. José Aguavil señala que a ellos se los respeta como a todos; no se los discrimina, incluso sus familias les da un trato preferencial, por los problemas que siempre tienen con su piel.
Por ejemplo, a su hijo Nelson le da consejos para que no se exponga mucho tiempo al sol. En los 22 años que tiene el joven tsáchila aprendió a protegerse de los rayos solares, refugiándose entre los árboles que dan buena sombra. Lo hace, sobre todo, cuando va a la finca a labrar la tierra y a cosechar el plátano y el cacao.
Con los años al joven Aguavil se le presentaron manchas negras en la piel y quemaduras. También tiene problemas en sus ojos por el sol.
El médico Nelson Muela explica que los albinos sufren porque su piel es propensa a mucha resequedad. “La piel se tuesta y si no recibe un pronto tratamiento podrían adquirir pequeñas úlceras”.
José Aguavil es parte del grupo de 20 tsáchilas albinos de la nacionalidad. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO.
Muela señala que se recomienda utilizar cremas dermatológicas, que sean recetadas por un especialista. Pero los vegetalistas tsáchilas o curanderos han encontrado una receta natural para el problema.
Alfonso Aguavil, en su consultorio de medicina ancestral de la comuna El Poste, elabora una sustancia aceitosa para humectar la piel de los albinos.
La materia prima se obtiene de los árboles de tangaré, que están en peligro de extinción en las comunas tsáchilas.
Luego de una mezcla con otras pócimas, el resultado es un líquido fragante. Aguavil cuenta que así como la madre naturaleza los trajo albinos al mundo, les da la posibilidad de encontrar una solución.
Para Darwin Calazacón, el aceite es infaltable entre sus medicinas. Procura aplicarse una dosis reforzada cuando por compromisos de la etnia debe vestir su manpe tsanpa (falda para hombres). A su nivel de albinismo los especialistas lo conocen como oculocutáneo, debido a que su cabello y piel son muy blancos.
Gerónimo Calazacón es parte del grupo de 20 tsáchilas albinos de la nacionalidad. Foto: Juan Carlos Pérez/ EL COMERCIO.
Durante sus jornadas, los albinos tratan de protegerse del sol con camisas de mangas largas, sombreros y gorras.
El gobernador Tsáchila, José Aguavil, dice que no se les aplica ninguna sanción si se los ve con ese tipo de vestimenta. Lo que sí se les exige es que cuando no vayan al campo, al menos se unten el achiote en la cabeza y se pinten las rayas negras en su rostro y extremidades para mantener las buenas energías.
En los estatutos de la nacionalidad Tsáchila se establece la prohibición de que sus integrantes contraigan una relación sentimental o marital con los mestizos. Aguavil refiere que es un mandato ancestral para que la etnia perdure. Tampoco quieren que se repita la mítica historia del extranjero y la tsáchila.
A las nuevas generaciones se les hace un repaso por esa leyenda para que sepan que las únicas uniones matrimoniales deben ser con los Calazacón, Aguavil, Gende, Zaracay y Oranzona, los apellidos comunes de los Tsáchilas.