Los usuarios piden control de las autoridades en las paradas durante la noche, sobre todo para controlar la legalidad de los taxis. Foto: Galo Paguay/EL COMERCIO
Cómo todos los días salió de la Universidad Católica, en el centro norte de Quito, a las 21:00. Caminó hasta la parada de la Cooperativa Vingala, en la calle Isabel La Católica y tomó el bus que lo llevaría hasta su casa, en Cashapamba, en el Valle de los Chillos. Pero, Ronnie Ch. no se imaginaba que esa noche iba a pasar una de las experiencias más amargas de su vida.
Para llegar a su casa, Ronnie debe bajarse en la parada del redondel de El Colibrí, puesto que los buses que viajan desde la Católica se dirigen a Selva Alegre. Si llega antes de las 21:40 puede tomar otro bus que lo lleve hasta su casa. Pero, si se pasa de esa hora debe tomar un taxi.
Ese martes llegó a las 22:00. En la parada no había ningún taxi por lo que tuvo que esperar un par de minutos hasta que un transporte informal le hizo luces y permitió embarcarse tras acordar el pago de USD 2 por la carrera.
El estudiante de Diseño Gráfico, de 25 años de edad, ocupó el puesto del acompañante y todo iba tranquilo en el viaje. Pero cuando ya estaba cerca de su casa, otra persona salió de la parte de atrás del automóvil y empezó a ahorcarlo. Los dos hombres lo insultaron, golpearon, echaron gas pimienta en su rostro y amenazaron con matarlo si no entregaba su dinero, celular y su computadora portátil.
Sin embargo, solo pudo resignar su teléfono, que acababa de comprar, y que hasta ahora sigue pagándolo, y unos cuantos dólares que llevaba en un bolsillo. No tenía nada más. Entonces, los delincuentes lo dejaron en un terreno baldío, en la vía que conduce a Píntag.
Ronnie Ch. tenía dificultad para abrir sus ojos por el gas que recibió. Pero logró caminar hasta una casa cercana, en dónde le prestaron un teléfono para que llamara a sus padres. Han pasado seis meses desde que eso ocurrió, pero el temor en el estudiante y su familia continúa. Ahora, cada noche su papá lo espera en El Colibrí y desde ahí toman juntos el taxi para ir hasta su casa.
Cómo este alumno varias personas utilizan la misma ruta cada noche. Y otros tantos avanzan un poco más hasta El Choclo y ahí se bajan de los buses, para tomar taxis que los lleven a otros barrios del Cantón Rumiñahui como Santa Rosa, San Nicolás, La Serrana, entre otros.
En El Choclo, el transbordo es más tranquilo. Desde las 20:00 hasta las 22:30, cuando llega el último Vingala, siempre hay una fila de taxis legales esperando por los usuarios que llegan desde Quito. Sin embargo, esto se convierte en un problema económico.
Karen Cisneros debe tomar un taxi tres veces en semana desde este lugar hasta su casa, en San Nicolás. Paga USD 1,70, que es el valor mínimo de una carrera nocturna en el Valle de Los Chillos. Pero, ella prefiere pagar para estar segura. “Un par de dólares ahorrados pueden significar un peligro posterior”, dice.
Los usuarios piden control de las autoridades en las paradas durante la noche, sobre todo para controlar la legalidad de los taxis que prestan los servicios a las personas que llegan a esas horas. Así como el cumplimiento de las tarifas.