La acción provoca reacción. Fui a reuniones de la UNP y me sorprendió ver a los tiempos el teatro lleno de periodistas de todas las generaciones. Estaban los de cepa, esos que trotan por las calles y se juegan la vida (también la libertad y el bolsillo) por tratar de hacer algo por la comunidad. Había en todos un afán de unirse y solidarizarse mutuamente por la agresión de los gobernantes.
No solo entre los periodistas se ha dado este fenómeno. La Conaie estaba partida, pero la dirigencia liderada por Santi, tratado de ignorante porque no hizo posgrados en el exterior y no trajo mujer gringa, logró cohesionarla. Ayudó el Gobierno. Los indígenas percibieron que atrás de las leyes de agua y minería había una mentira, que intentaban tratarlos como a tontos y enfrentaron a los gobernantes cara a cara, hasta burlándose de ellos. Desde entonces usaron muchos trucos para dividirles. Van de comunidad en comunidad ofreciendo el oro y el moro. Les regalan herramientas, maquinarias agrícolas, etc. Hasta frecuencias radiales les han dado. Recién quisieron captar la dirigencia de la Conaie usando a sus ‘felipillos’. (¿Lo recuerdan? Felipillo fue un cañari asentado en Machala, “demonio enredador”, que entregó a Atahualpa a los españoles y luego traicionó a los ‘blancos’ que no le perdonaron y le descuartizaron). A los gobernantes les falló el plan. Ahora los indígenas dicen gracias por los regalitos, pero seguirán unidos contra un gobierno que persigue a dirigentes por ‘terroristas’. Ellos respondieron con una demanda por genocidio.
Lo sorprendente y admirable en los últimos tiempos ha sido la lucha solitaria, desde la trinchera de su hogar, de mujeres en busca de justicia. Me refiero a Patricia Ochoa, la viuda del ex comandante de la FAE, Jorge Gabela, asesinado en diciembre del 2010 dentro de su casa, en pijama y desarmado. El Gobierno dijo que le mataron para robarle. Patricia Ochoa reclamó enérgicamente porque atrás de ese crimen hay muchas cosas oscuras que deben investigarse, y el Ministro del Interior tuvo que disculparse.
También me refiero a Martha López, la madre del mayor (r) Fidel Araujo; y Jeaneth Orbe, esposa del coronel defenestrado de la Policía, César Carrión. Los dos fueron apresados por los hechos del 30-S con pruebas cuya veracidad empieza a desmoronarse. Araujo fue acusado de cuasi francotirador por un testigo pagado con un cargo público. Por la persistente lucha familiar salió libre dejando una estela de dudas sobre las pruebas presentadas por el Gobierno contra más de 40 policías detenidos por la causa. La señora de Carrión está en pie de lucha como esas esposas anónimas que veo en la televisión, con sus guaguas en brazos, reclamando valientemente justicia.