Redacción Quito
Las cascadas que se descuelgan de las montañas, los paisajes y la amabilidad de la gente hacen de la parroquia de Nono un destino obligado para los viajeros que buscan relajarse sin ir muy lejos de la ciudad.
A este verde valle, ubicado a 18 km al noroccidente de Quito, en las faldas del volcán Guagua Pichincha, se puede llegar por un desvío en la vía a Calacalí.
Pero la ruta más corta (35 minutos de viaje) empieza en la calle Machala, en el sector de El Condado. Esta calle conecta con un empedrado, donde comienza la antigua vía a Nanegal.
Los atractivos aparecen incluso antes de llegar a Nono. A 15 minutos de El Condado, un letrero anuncia la entrada al bosque nublado en la reserva de Yanacocha. En una caminata de dos horas se puede observar una variedad de especies vegetales y con un poco de suerte también se encontrará con el zamarrito pechinegro, un colibrí del que solo quedan 200 ejemplares.
Luego de 35 minutos de viaje, la estrecha vía que tiene tramos de asfalto, lastre y piedra, desemboca en la calle principal de esta parroquia. La historia cuenta que Nono fue el noveno pueblo creado, en lo que hoy es Pichincha, por los jesuitas tras la colonización española. Sin embargo, la memoria popular cuenta sus propias leyendas.
Si no tiene auto propio, también hay camionetas y buses de la cooperativa Minas que salen desde Cotocollao a partir de las 07:00 hasta las 18:30 de lunes a domingo. El pasaje cuesta USD 0,80. Los vientos que soplan desde el oriente y la neblina de los bosques húmedos llegan temprano al valle, por lo que es necesario usar ropa abrigada y un impermeable para este viaje.
Esa es la primera recomendación que hace Magola Cañar, en el puesto de información turística de Nono. Y si piensa quedarse un fin de semana, Cañar aconseja una de las hosterías de la zona y si hace falta puede pedirle a uno de los lugareños que le rente una habitación por USD 5. “En mi casa siempre hay espacio”, dice, alegre, Marcelo Franco, uno de los 2 000 habitantes.
Antes de recorrer los alrededores, la calle principal le lleva al parque central. Aquí se encuentra la iglesia de San Miguel de Nono, construida hace aproximadamente 472 años. La capilla alberga 26 figuras religiosas y la imagen de la Virgen del Camino, la patrona, en cuyo honor los nonenses celebrarán sus fiestas desde el próximo 26 de julio.
La mayor parte de los habitantes de Nono se dedica a la agricultura y la ganadería. “Aquí se producen diariamente 18 000 litros de leche”, cuenta Ulpiano Sárate, un lugareño de 78 años, quien se dedica a recoger la leche que producen las haciendas de la zona.
Pero si lo que le gusta es la aventura, también puede contactar con uno de los guías locales y emprender un recorrido a pie, a caballo o en bicicleta hasta el mirador de Alaspungo, desde donde se puede observar el valle de Nono en toda su extensión.
También puede tomar la ruta ecológica de El Quinde (50 km), la cual atraviesa el bosque nublado de la cordillera occidental hasta San Tadeo. En el camino se observan mariposas, orquídeas y algunas de las 450 especies de aves nativas.
En esta ruta ecológica también se encuentran las cascadas de Guambrapamba y Chapiurco, donde los viajeros pescan y preparan su propia trucha. El viaje se completa con una caminata por la orillas del río Pichan o un ‘piscinazo’ en aguas minerales.
¿Con hambre? En el pueblo hay restaurantes que ofrecen empanadas de sambo, pastel y tortillas de zapallo, máchica…