La Plaza de Ponchos, en Otavalo, siente la ausencia de turistas desde el 12 de agosto. Foto: José Mafla/ EL COMERCIO
Los sectores productivos de la Sierra norte esperan con expectativa la reapertura de la vía Panamericana, en el tramo Guayllabamba-Collas.
El Ministerio de Transporte y Obras Públicas anunció que el acceso será reabierto mañana. El cierre de la carretera, dispuesto desde el 12 de agosto último, provocó la disminución de los visitantes, especialmente a los destinos de Imbabura.
No hay cifras actuales de cuantas personas arribaban a Imbabura antes de los deslizamientos que provocaron el cierre del principal ramal entre Pichincha y el norte del país.
Sin embargo, Eugenio Naranjo, director el Ministerio de Turismo, en las provincias fronterizas del norte, asegura que hay una baja del 35% de visitantes en estos más de dos meses. No obstante, “cuando se inició el cierre de la carretera, la disminución de turistas fue del 65%.
La cantidad de viajeros hacia Imbabura sí se redujo, señala un informe del Ministerio de Obras Públicas. El documento indica que del 1 al 19 de agosto cruzaron por la estación de peaje de San Roque, en Imbabura, 335 175 vehículos, mientras que entre el 20 y 30 de ese mes pasaron 207 987 carros.
El cierre de la carretera afectó sobre todo al turismo, comercio, artesanía… evalúa Mishel Saúd, presidente de la Cámara de Comercio, Producción y Servicios de Ibarra.
La baja en el número de visitantes es evidente sobre todo en la Plaza de Ponchos, el principal atractivo turístico de Otavalo. Ya no se ven grupos de turistas nacionales y extranjeros, que llegaban masivamente a la feria del sábado.
José Cabascango, uno de los 2 000 comerciantes de artesanías que labora en el lugar, señala que antes, en un día del fin de semana vendía de USD 300 a 400, ahora máximo 50.
El comerciante indica que la disminución de los turistas se complicó más con el cierre de la vía. Junto a su puesto, su colega Julián Cabascango coincide en que “los días están muertos” porque el viaje de Quito a Otavalo, que antes se hacía en dos horas, ahora demanda cuatro por vías alternas.
Los principales clientes de Imbabura provienen de Quito, según Naranjo. Sin embargo, dejaron de llegar los visitantes extranjeros.
Miguel Puente, guía de turismo del Municipio de Otavalo, dice que antes hacían fila para solicitar información. Ahora llegan pocos. Uno de ellos es Carli Larouche, de Canadá, que arribó junto a dos compañeros. Le pareció muchas horas de viaje para los 112 km, que separan a Otavalo a Quito.
Los centros de hospedaje han sido uno de los negocios más perjudicados. Según Luis Carlos Ruiz, presidente de la Asociación de Hoteleros de Imbabura (Ahotim), en septiembre hubo una media del 65% de ocupación en las
8 000 plazas hoteleras. Fue durante las fiestas del Yamor en Otavalo, la Jora en Cotacachi y de la fundación de Ibarra. “La cifra contrasta con el 95% que se registró el 2013, durante ese mismo mes”.
El cierre de la Panamericana afecta directamente a 1 841 establecimientos de alojamientos y servicios que hay en la ‘Provincia de los Lagos’.
El sector da empleo a 4 292 personas, según el censo económico del Instituto Nacional de Estadística y Censos.
En Cotacachi y Antonio Ante hay un panorama similar. En el primer cantón, en los 100 almacenes de artesanías de artículos de cuero, situados en la calle 10 de Agosto, la principal arteria comercial, esperan el retorno de clientes. “Todos estamos sin venta”, comenta Rosario Rueda, dirigente del sector.
En esa misma calle está el restaurante La Marquesa. Su propietaria Marlene Palacios asegura que mientras antes, en un día sábado, atendía a mínimo 100 personas, ahora no llegan ni la mitad.
El establecimiento trabaja con siete operadoras turísticas que traen extranjeros a Otavalo y Cotacachi. El sábado último, hasta el mediodía, tenían una reservación para 20 comensales. “Nos ha tocado hacer malabares para cubrir gastos de servicios (agua, luz, gas…) y los sueldos de ocho empleados”.
Como una estrategia para atraer a los clientes, la Prefectura de Imbabura y los sectores productivos acordaron descuentos en hoteles, restaurantes, discotecas y almacenes.
Saúd explica que 40 locales en Ibarra y 30 en Otavalo se sumaron inicialmente a esa propuesta y aún se siguen adhiriendo más negocios.
Atuntaqui, famoso por su industria textil, también experimentó bajas en las ventas. David Guevara, expresidente de la Cámara de Comercio de Antonio Ante, explica que es complicado cuantificar pérdidas. Sin embargo, habla de una reducción del 60% de los visitantes que efectuaban el denominado turismo de compras.
En Cayambe, en el norte de Pichincha, consideran que la emergencia no les ha beneficiado, como creyeron inicialmente.
Para Braulio Noboa, director de Desarrollo Económico Sustentable del Municipio local, la ciudad de Cayambe sigue siendo un lugar de paso. “Hemos organizado ferias para promocionar la parte cultural y turística, pero no hemos tenido tanta afluencia”.
En la parroquia de Guayllabamba, en el norte de Quito, también se organizaron ferias con el apoyo de instituciones públicas. No obstante, Luis Guaitarilla, presidente de la Junta Parroquial, explica que el cierre no solo perjudicó a los negocios, sino también a los habitantes que trabajan y estudian en Quito. Incluso, bajó el número de visitas al zoológico.