No es tan conocido el dato de que luego de la ejecución de Atahualpa por parte de los conquistadores españoles, en un pequeño y casi inaccesible valle de las estribaciones de los Andes, todavía se sustituyeron cinco monarcas de los incas hasta las postrimerías del siglo XVI.
El último, conocido como Túpac Amaru, intentó una desesperada rebelión; fue vencido y muerto con crueldad, para dejar hondo escarmiento, pero no desapareció la memoria de su nombre. Tan es así que casi exactamente dos siglos después, el cacique de Tinta en el virreinato del Perú, José Gabriel Condorcanqui, sostuvo que en él se había reencarnado el último soberano.
También levantó el fuego de la insurrección y amenazó a la ciudad del Cusco. Fue sin embargo derrotado, tomado cautivo y muerto en medio de atroces actos de sevicia, hasta culminar con el descuartizamiento del rebelde atado a la grupa de cuatro caballos. De allí, ya traspuesta la mitad del siglo XX, derivó el nombre ‘tupamarus’ para designar a jóvenes casi todos, quienes protagonizaron en Uruguay la guerrilla urbana más audaz, más espectacular también, publicitada con amplitud que puso en jaque a las autoridades de ese país pequeño, singular y aparentemente pacífico, localizado entre ‘gigantes’ tan considerables como Brasil y Argentina.
Cuando pregunté al diplomático y erudito Miguel Vasco, cómo pudo suceder aquello, él reconoció la originalidad del fenómeno; admitió que por cierto como todo Gobierno de este pícaro mundo, también el de Uruguay había enfrentado a la época diversos problemas pero, en cuanto al origen socioeconómico de los tupamarus, puntualizó que se había tratado de una típica clase media culta, aún próspera -hijos de ‘estancieros, precisó, es decir familias propietarias de haciendas- para mejor marcar las diferencias con otros países, los ‘andinos’ para el caso y entre ellos el Ecuador naturalmente.
Por cierto, el embajador Vasco indicó que el médico Tabaré Vásquez, actual y exitoso presidente uruguayo, también había sido afiliado a los ‘tupamarus’, si bien dentro de una ala que podría llamarse ‘moderada’. De esta suerte, y mientras avanza el escrutinio de los votos que los uruguayos acaban de emitir este domingo, resultaría que la principal diferencia de Vásquez con el candidato ahora triunfador, es decir, el socarrón José Mujica, sería que este proviene del ala ‘más radical’ de los mismos tupamarus.
Mujica ha dicho los últimos días que ‘si algo está funcionando bien, no hay para qué cambiarlo’. También ha expresado simpatías por el camino que sigue Lula en Brasil, pero acaso lo que no se advierte con suficiente dramatismo es cuánto ha cambiado el mundillo latinoamericano que rodea al Uruguay, gracias a los precios del petróleo vigentes en la década más reciente.