Redacción Tulcán
Grupos de adolescentes y de niños llegan desde Ipiales hasta Tulcán, para comercializar inciensos. El producto lo ofertan en tiendas, restaurantes, centros comerciales y oficinas. Si no logran venderlo, entonces, piden a las personas que les regalen dinero para comprar comida
Así transcurren el día y a las 18:00 retornan a Rumichaca, donde se embarcan en un bus y se trasladan a sus domicilios, en el sur de Colombia.
A ellos se suman niños que viven, principalmente, en las parroquias Julio Andrade, en el sur de Tulcán, y en Piquiucho, en el límite entre Carchi e Imbabura.
Esa es una forma de mendicidad que se incrementa en esta temporada (hasta la Navidad). No son los únicos, también llegan personas con capacidades especiales, refugiados y ancianos. Ellos piden dinero en las calles y hay quienes están acompañados de toda la familia.
Para intentar erradicar esta forma de mendicidad en la provincia, se inició la campaña denominada Rayuela Social, que es promovida por el Infa.
Trabajadores sociales, educadores… abordan a las personas que mendigan y levantan una base de datos para conocer su condición socioeconómica.
En el caso de los niños ecuatorianos, los funcionarios interviene y advierten a las madres de familia. Les dicen que podrían perder a sus menores, al ser llevados a centros de asistencia social.
El año pasado, con la campaña se consiguió que las personas que entregan obsequios y caramelos a los niños, lo hagan en un solo sitio para luego distribuirlos.
Nancy Angulo, directora (e) del Infa, dijo que en los barrios que solicitan donaciones de juguetes, ropa y caramelos por la temporada navideña, se realizará un censo para determinar adónde debe llegar la ayuda.
Además, se coordinó con las autoridades colombianas para que refuercen el control en la zona de frontera. El propósito es identificar a los niños que entran y salen con frecuencia, con fines de mendigar en las calles de Tulcán.
De su parte, los miembros de la Pastoral Social pidieron a la ciudadanía que no se dejen sorprender en las calles por presuntos refugiados. “Las personas que huyen de la violencia no piden caridad, porque no quieren que les reconozcan”, dijo Fanny Acosta.