Pocas parteras quedan en la etnia Tsáchila

Regina Calazacón lleva 33 años en este oficio ancestral. Foto: Juac Carlos Pérez / El Comercio.

Regina Calazacón lleva 33 años en este oficio ancestral. Foto: Juac Carlos Pérez / El Comercio.

Regina Calazacón lleva 33 años en este oficio ancestral. Foto: Juac Carlos Pérez / El Comercio.

Para Regina Calazacón, las palmas de sus manos se han convertido en “una especie de ecógrafo”. Esta partera tsáchila, de 53 años, asegura que a través de su tacto puede predecir el sexo de un neonato, su posición dentro del vientre, su condición de salud y hasta su porvenir.

Esta comadrona, quien inició su labor hace 33 años, sostiene que el “poder de tocar y la naturaleza” son sus únicas herramientas cuando una nueva vida está por llegar dentro de las comunidades de su etnia.

Calazacón es una de las últimas parteras tsáchilas que existen en la región.

La presencia de mujeres que desempeñen este oficio ancestral disminuyó considerablemente en las siete comunidades. En la actualidad, únicamente hay cuatro parteras tsáchilas en las comunas Los Naranjos, Peripa y Chigüilpe.

Las cualidades de estas parteras son valoradas por la mayoría de integrantes de la nacionalidad y también por personas mestizas. Hasta sus viviendas también llegan madres de escasos recursos de la provincia que desean ser atendidas.

Antiguamente, los saberes de este oficio se transmitían de generación en generación.

Calazacón señala que el vasto conocimiento que posee para tratar a mujeres embarazadas es parte de la tradición de su familia. “Todas las mujeres de mi familia se dedicaban a esto”.

Los tres hijos de Zoila Aguavil, quien habita en la comuna Colorados del Búa, nacieron en la sala de su hogar y en manos de una comadrona. “Yo confío en las habilidades que tienen las parteras, porque ellas saben mucho acerca de los bebés y de nacimientos”, menciona la progenitora.

Según el estudio realizado para el Plan de Vida de la Nacionalidad Tsáchila , el 27% de las mujeres de la etnia prefiere dar a luz con una partera.

El análisis efectuado a un grupo de 70 mujeres de la nacionalidad concluyó que hay varias razones por las cuales las mujeres desean dar a luz con ayuda de matronas. Un 29% dijo que lo hace por seguridad y confianza con este método, el 21% es por costumbre, el 18% se debe al idioma y el 4% indicó que es porque no tiene recursos para ir a una clínica.

La noche del 2 de agosto de 1990, Zoila Aguavil dio a luz a su primer bebé. Su casa se llenó de gritos, de cánticos ancestrales y de vaporizaciones de hierbas medicinales, mientras esperaban la nacimiento de su hijo José Calazacón.

La madre permaneció arrodillada sobre una estera durante las cerca de siete horas de trabajo de parto. Cada contracción iba acompañada del sorbo de una bebida hecha a base de plantas de la zona y de algunas maniobras de las manos de la comadrona en el vientre de la parturienta.

Cerca de la medianoche, un pedazo de caña guadúa afilado provocó el primer llanto del bebé recién nacido de Aguavil, cuando fue cortado el cordón umbilical.

El responsable de Interculturalidad, derechos y participación social de la Dirección Provincial del Ministerio de Salud, Leonidas Calazacón, sostiene que los métodos utilizados por las parteras de la localidad reducen el dolor durante el parto. “Está comprobado científicamente que la posición vertical que utilizan las mujeres de la mayoría de pueblos y nacionalidades facilita la expulsión del bebé, por la gravedad ”.

Incluso, esta técnica se implementaría en una de las unidades de salud del territorio. Aún se hacen los estudios.

Con el propósito de fortalecer el tipo de asistencia de salud ancestral, con apoyo de la medicina tradicional, el Ministerio de Salud emprendió un proceso de capacitación para parteras comunitarias: “No se está formando a las matronas comunitarias, solo se les da a conocer ciertas normas de asepsia básicas que facilitarán su labor en las comunas”.

Calazacón asegura que “lo que se quiere es que utilicen instrumentos y áreas esterilizadas. Esto evitará futuras complicaciones de salud”.

La actividad de las parteras se ha transformado en un “fuerte vínculo” entre la paciente y la comadrona, ya que desde que la mujer conoce de su estado de gestación recibe la asistencia de una matrona, hasta que su hijo alcanza la adultez.

El pago por su servicio es voluntario y en la mayoría de ocasiones su única retribución es “el agradecimiento o la entrega de una gallina criolla o un racimo de verde”.

En contexto

En la provincia existen alrededor de 20 parteras ancestrales pertenecientes a las diferentes etnias y nacionalidades que habitan en el territorio. Las comunidades afros, chachis, montubias, entre otras, utilizan métodos similares durante los partos tradicionales.

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