Por: Pablo Torres Aguayo.
En uno de sus ensayos, Borges cita, por un acto de fe, a un libro que desconoce, escrito por un conde de apellido Korzybski, en el cual se afirma que la vida se resume en tres dimensiones: “la vegetal que acopia energía, la animal que amontona espacio y la humana que acapara tiempo”.
TeNGA EN CUeNTA
La exposición Por su crudeza, dos de los cuadros fueron prohibidos en Estados Unidos. Se trata de la obra sobre los prisioneros políticos y la circuncisión femenina. En México sí se las exhibió hasta a niños de 5 años, con la explicación de sus profesores. En Ecuador, todavía ningún niño las ha visto.
El mensaje Khan dice que lo único que hacemos es comprar y comprar a cualquier precio y lo que hacemos es gastar energía, que es limitada.Que la humanidad sea un recolector de tiempo se puede traducir en que aprende de la experiencia, es decir, “tiene la memoria del pasado y la previsión de lo porvenir”. Solo así se explica, por citar un ejemplo, grandiosos imperios como el romano, que aprendieron de los griegos, al incorporar sus costumbres.
Pero esos fueron otros tiempos, y es más que seguro que muchos pensadores nunca hubieran imaginado que al final del siglo XX, una nueva categoría sería necesaria para esta clasificación ternaria, a saber, la humanidad, además de coleccionar tiempo, también acapara cosas, objetos, chucherías tecnológicas. Así, el hombre ha pasado del homo sapiens al homo elektrus, digitalis o como se guste. Del “pienso, luego existo” al “consumo, ergo existo”.
Pero esto solo es la gran punta del ovillo decadente del futuro humano que completan sucesos como las guerras sociales, la inaplicación de los derechos humanos, la tortura de los prisioneros políticos, el sida, las adicciones, el desamparo de los niños pobres, y sobre todo, la destrucción de nuestro medio ambiente, o lo que queda de él.
Farhana Khan, pintora británico-pakistaní, se ha dedicado desde hace muchos años a investigar sobre esta problemática para luego plasmarla simbólicamente con una imagen que explique el concepto, en una estampilla de gran formato, como para entrega inmediata, sin emails ni gasto de energía, sin computadoras ni tecnología.
La técnica de estas obras es muy sencilla. Con una plantilla se multiplica en 4×3 el dibujo original. Se colorean con lápices de colores y se remata haciendo los huecos de la estampilla manualmente, con un bisturí de cirujano.
El mensaje es claro: la tecnología nos obnubila el entendimiento. Nos ata con la sutileza de los celulares bonitos y a todo color, con los reproductores de mp3, con la necesidad de cambiar de computadora o de mochila o de carro cada dos años, o según el ritmo que impone el mercadeo y la moda.
Ya decía G.K. Chesterton en un ensayo que la esterilidad de la sociedad industrial se debe a que es incapaz de crear una costumbre, solo se queda en la moda, que es algo que no ha podido ser costumbre o ha fracasado como tal y por eso se la cambia.
“Los ricos, que son las personas más inconstantes de la humanidad, hacen una cosa tras otra y demuestran con eso mismo que no pueden crear nada o bastante bueno para que dure. Su serie de modas es, en sí misma, una serie de fracasos, pues cuando los hombres han hecho cosas realmente dignas y humanas han deseado siempre que perduren”.
Si se lo piensa bien, muchas de las modas, injusticias y otros actos bárbaros de la actualidad obedecen a “convenciones y ficciones humanas superpuestas a realidades naturales: desde la familia al dinero, desde la religión al Estado, todo”. Así lo define Fernando Pessoa. Al final, la intolerancia es nuestro pan, y el castigo nuestro día a día.
Muchas cosas quedan por decir, y a este paso, poco camino que recorrer si no abrimos los ojos y reflexionamos sobre nuestro írrito siglo XXI.