Cuestión de suerte, la de sentir una gran admiración por un compositor y encontrarse con él y con su música en algunos privilegiados lugares del mundo. La primera vez que vi a Luciano Berio fue en Venecia. Asistía yo a un curso sobre Monteverdi en Siena (1967) y un buen día resolví subirme a un tren y desembarcar en la Fenice, en el curso de una nueva edición del Festival Internacional de Música Contemporánea. Luciano estaba allí, entre otras razones porque el programa incluía canciones de Los Beatles con acompañamientos orquestales realizados por él mismo.
Pola Suárez
Musicógrafa
Es musicógrafa del Teatro Colón y columnista de música clásica de la sección Espectáculos de La Nación. En 1999 fue designada Miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes. La Nación de Argentina, GDA
Los organizadores del Festival esperaban ansiosamente la prometida visita de Lennon, Starr, McCartney y Harrison, pero faltaron a la cita. Una desilusión, pues se esperaba crear una oleada de entusiasmo popular, cosa que las obras contemporáneas no provocaban.
La segunda vez que me encontré con Berio fue años después en Milán, donde se ponía en escena su ópera Un re in ascolto con texto de Italo Calvino combinado con extractos de un poema de Auden, a su vez basado en The Tempest de Shakespeare. La obra, que se había estrenado en Salzburgo en 1984 y ahora subía a La Scala, refleja una constante, casi obsesiva, en la mente del compositor: el de la audición.
La tercera vez fue en 1991, en el Queen Elizabeth Hall de Londres, donde dirigía con la London Sinfonietta cuatro de sus obras: Sequenza III, Agnus, Calmo y Laborintus II .
El viernes de la semana pasada, por fin, aquí, en nuestro Teatro San Martín y en el comienzo del ciclo de Conciertos de Música Contemporánea, el creador italiano volvió a deslumbrar con su Sinfonía, que él mismo había estrenado en Nueva York en 1968, concebida para las voces de los Swingle Singers, en una prodigiosa combinación de elementos literarios y sonoros, tal como dejó registrado aquí nuestro colega Pablo Gianera. Es que Luciano Berio se fue de este mundo en 2003, pero su obra ya lo había ubicado entre los grandes artífices de su tiempo.