No se amparen en “los ciudadanos del Ecuador” para responder al último comunicado de la Aedep. Millones no compartimos esa posición. No se otorguen la unanimidad si carecen del coraje para firmar su opinión y apenas suscribe ese panfleto el “Gobierno Nacional de la República del Ecuador”. No nos representan a todos, peor con su enfermiza revisión de la historia: “en este país sui géneris los medios de comunicación nacieron privados”. Degradan así a Primicias de la Cultura de Quito y a Eugenio de Santa Cruz y Espejo, expresiones pioneras de los medios. Y privados. ¡Lo público estaba en manos de la tiranía!
Y ahora, también. Acusan a ese pasado y al actual presente de privarlos de otra óptica de la comunicación. ¡Ajá! Se olvidan que en la campaña de 2006 los medios privados independientes no privamos al público de sus puntos de vista y menos de la presencia de su candidato. Allí sí éramos buenos, válidos o democráticos. Si no lo éramos, callaron lo que pensaban. ¡Hipócritas! Fueron cobardes incluso, porque a mí me tocó investigar y revelar la farsa de Noboa que Correa fue incapaz de enrostrarle cuando lo tuvo al frente en los debates de la CNN y las Cámara de Comercio.
Arguyen que en la otra comunicación (la suya supongo, la de sus medios incautados, periodistas intimidados e intelectuales incondicionales o panegiristas deslumbrados) “prevalece el bien común sobre el particular”. ¡Falso! Prevalecen el culto a la personalidad y lo oculto de sus desvíos, la defensa de negociaciones bochornosas para el Estado, como la más reciente de vender 96 000 barriles diarios de crudo a la China por mil millones de dólares, cuando al precio actual de USD 56 por barril, nos deberían pagar tres mil novecientos veinte y cuatro millones ¡tres veces más!
El comunicado del Gobierno pide “parar las agresiones” a quienes no agreden sino que informan, opinan y analizan. A ello le llaman “una industria bien montada que crea realidades a conveniencia…, la más vil de las expresiones de corrupción”. Enjuícienla, entonces. Pero en las cortes, no en las cadenas sabatinas, ya que la justicia presionada les dará la razón, así como en el reclamo descabellado al Banco Pichincha, aunque le reconocen solo USD 300 000 de indemnización y no cinco millones.
Ojalá la Aedep no se consuele porque el maquiavelismo del Gobierno pretende dividirla al advertir que “nadie les entregó el poder a ciertas empresas de comunicación”. O sea, resulta que no son todas. Algunas dirán ser parte de esas para quedarse calladas. Ha prometido destruirnos. ¿Está claro? ¡Destruirnos! Dijo que no descansará hasta conseguirlo.
Ante esa amenaza, no cabe pedir tregua, abrir diálogos, pretender respeto, invocar acuerdos, solicitar que baje el tono. Aceptemos el reto. Y empecemos a recordar nuestra historia de luchas que Correa empezó solo parapetado en colchas antibalas.