La tierra húmeda es depositada en El Troje. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Hay zonas como Caupichu, en las que basta con cavar un metro para encontrar agua. Debajo de la capital, abundan los acuíferos, las quebradas rellenadas y material lodoso que se resbala entre los dedos.
Así es la tierra que soporta a la ciudad, y que hoy está siendo retirada en ciertos tramos para dar paso al Metro. Tres tuneladoras extraen la tierra del trayecto del tren. Además, se trabaja en las 14 estaciones, y en otros 45 puntos más.
Según Metro de Quito, se prevé extraer 3,1 millones de m³ de material en casi 500 000 viajes de volquetas. Hasta el momento se ha retirado cerca del 30%. La mayor parte de la tierra que se extrae es húmeda, pero el 100% del material que sacan las tuneladoras está saturado de agua. Mientras que en la construcción de las estaciones, un 60% es tierra seca y el resto húmeda. También se ha encontrado formaciones de cangahua y rocas volcánicas. La tierra de mejor calidad, la seca, se la lleva hasta el parque Bicentenario para la conformación de terrazas. La tierra húmeda es tratada en escombreras calificadas.
Al Troje van entre 4 000 y 6 000 m³ de tierra húmeda. Al día van entre 400 y 600 volquetas provenientes del Metro.
Según Santiago Andrade, gerente general de la Empresa Pública Metropolitana de Gestión de Residuos (Emgirs), se trata de material que tiene entre un 40 y 45% de humedad.
Esa humedad se debe no solo a la cantidad de agua que por naturaleza tiene el suelo de la ciudad, sino al proceso de perforación que usa el Metro, explica Andrade. Trabajan con un sistema de inyección de agua y ciertos componentes que ayudan al avance de la tuneladora. Una vez extraída la tierra, le añaden cal para bajar la humedad.
Ya en la escombrera, existen dos tratamientos para ese tipo de desechos. En verano, el material lodoso es mezclado con los escombros o tierra seca que también llegan a la escombrera y se conforman las terrazas. Así, explica Andrade, se consigue cierta humedad necesaria para la compactación.
Pero en invierno el proceso es más complejo. Debido a las lluvias, casi todo lo que ingresa a la escombrera es húmedo, y al no tener tierra seca con la que se pueda mezclar el material del Metro, se la debe disponer en un cubeto especial.
El verano pasado se construyó un cubeto aparte para lodos, con capacidad para recibir 500 000 m³, especialmente para la tierra del Metro.
Se trata de un espacio delimitado con paredes de 6 metros de alto, que cuenta con un sistema especial de drenajes que retienen la tierra y ayudan a retirar el exceso de agua y a secar el material. Hacer ese cubeto costó USD 140 000.
Si en invierno no se realizara ese proceso, el lodo seguiría acumulando agua y podría causar inestabilidad en la escombrera, explica Andrade.
Adicionalmente hay otro espacio destinado para un segundo cubeto de lodos, que tendrá capacidad para recibir 200 000 m³ adicionales.
El primer cubeto estará operativo unos seis meses, y el segundo, unos dos meses más. En verano, gracias al sol y al sistema de construcción de estos espacios, la tierra se seca y los cubetos son vaciados para ser reutilizados posteriormente.
El verano pasado, el cubeto habilitado fue insuficiente, por lo que se tomó la decisión de construir el segundo.
Disponer técnicamente las tierras húmedas es más complicado. Sin embargo, al momento, el valor que se paga por dejar ese material y la tierra seca es el mismo: USD 0,57 el m³. En el Concejo Metropolitano está por pasar a segundo debate una ordenanza que plantea subir la tarifa normal, para ambos tipos de material, y además, diferenciar los costos: el tratamiento del m³ de tierra seca a USD 1,13 y de lodos a 2,46.
Jorge Valverde, ingeniero geotécnico experto en suelos, explica que el que la tierra de Quito sea húmeda no significa que sea de mala calidad. Quito se formó por erupciones volcánicas por lo que hay también cangahua y cenizas volcánicas, que son materiales duros.
Para Alfonso Jijón, también experto en suelos, se debe tener en cuenta que hay sectores en la ciudad que podrían estar contaminados y eso merece un tratamiento especial.
Según el Metro, hasta la fecha no han encontrado contaminación en ninguno de los frentes excavados. Sin embargo, existe una zona en la estación La Pradera sin intervención ya que se ha contaminado con hidrocarburos.
El volumen de tierra contaminada allí está entre 15 000 y 30 000 m³. Cuando se excave se determinar la afectación. El material contaminado, explica el Metro, lo tratará un gestor certificado.