Servicio de transporte informal desde la calle Caamaño y avenida Colón hasta Chillogallo. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Comodidad y rapidez. Eso es lo que buscan los clientes del servicio de transporte que se ofrece todos los días desde la calle Caamaño y avenida Colón hasta Chillogallo. Un grupo de conductores de 15 furgonetas escolares hacen este recorrido en busca de dinero que mejore sus ingresos y la calidad de vida de sus familias.
La iniciativa nació hace dos años por el pedido de los clientes. El grupo de transportistas realiza otro recorrido similar en las mañanas. Desde las 06:00 llevan pasajeros desde La Raya, al sur de la capital, hasta la Plaza Artigas. Los mismos consumidores del servicio pidieron a los prestadores que dupliquen el servicio en las tardes con el mismo recorrido. Pero, de regreso.
Empezaron con cinco busetas. Ahora, después de dos años, son 15 los vehículos que brindan el servicio. Salen desde la Caamaño y transitan por toda la avenida Colón, luego toman la avenida América hasta llegar a la Mariscal Sucre, se internan en los túneles y llegan a Chillogallo.
El valor del recorrido es de USD 1 y el tiempo de la ruta es de entre 25 y 30 minutos, dependiendo del tráfico.
Sin embargo, los transportistas no han podido trabajar con tranquilidad. Durante los dos años que llevan realizando el recorrido han tenido varios problemas con agentes metropolitanos de tránsito. Tienen el permiso en regla para dar servicio de transporte escolar. Pero los recorridos que realizan en las mañanas y tardes no entran en ese rubro.
Al principio solían pararse sobre la Colón. Pero, tras los constantes llamados de atención de la autoridades, se han reubicado a las calles aledañas. Sus clientes buscan la forma para encontrarlos.
Elsa González, miembro de la agrupación de transportistas, contó a este Diario que han tratado de buscar la forma de que las autoridades legalicen sus recorridos. “Mandamos un oficio, pero la respuesta fue negativa”.
Lo que piden es que se les entregue un permiso especial para dar servicio de transporte urbano. Alegan que solo laboran en las horas pico (de 17:30 a 19:30). Y, que no afectan al servicio público pues estas unidades no se dan abasto con la demanda de esas horas.
Ese no es el único servicio de ese tipo que se brinda en Quito. A la misma hora, taxis y carros particulares salen de la avenida Naciones Unidas hacia Calderón. Y, más tarde, alrededor de las 22:30, varias busetas toman pasajeros del sector de las universidades Católica (PUCE), Politécnica Nacional (EPN) y Politécnica Salesiana (UPS) para llevarlos hacia los valles y al sur de la ciudad. De igual forma, hay otras unidades que llevan estudiantes de la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE) hacia el sur en el mismo horario.
Karen Cisneros, estudiante de Diseño de la PUCE, salió de su universidad, ayer lunes 7 de diciembre a las 22:15. Se encuentra en temporada de exámenes finales y no pudo salir con anticipación. A esa hora no alcanzó a tomar último turno de los buses Vingala, que hacen el recorrido hasta Selva Alegre, en Los Chillos. Esperó 15 minutos y tomó una buseta. Por USD 1,50 viajó hasta el redondel de El Choclo en Sangolquí, donde tomó un taxi para que trasladarse hasta su vivienda en Santa Rosa.
Ella considera que este tipo de transportes deben legalizarse. O, las autoridades de la ciudad deben buscar una alternativa como ampliar el tiempo de servicio de las unidades de transporte público. “Son más seguras, cómodas y nos salvan de emergencias”, dice la quiteña de 24 años.
Pero todos los operadores de servicio público deben cumplir con ciertas reglas, por la seguridad y la comodidad de los clientes.